La participación de Carlos Abascal en el gobierno de Fox se ha distinguido ante todo por su apoyo al conservadurismo católico, sector donde el hoy secretario de Gobernación tiene sus raíces ideológicas y familiares.

Ex dirigente también de organismos empresariales, como secretario del Trabajo, cargo que ocupó hasta el año pasado y desde la formación del llamado gabinete de transición, luego del triunfo de Fox en las elecciones del 2000, Abascal procuró anular en términos prácticos el derecho de huelga y apoyó los intereses empresariales en detrimento del bienestar y derechos de los trabajadores.

Desde un principio, Abascal escandalizó a la opinión pública con episodios como el de su famoso discurso misógino del 8 de marzo de 2001 y su tentativa de censurar el libro Aura, de Carlos Fuentes, en la escuela donde estudiaba su hija.

Ya como titular de Gobernación, Carlos Abascal ha retomado con bríos la defensa de los proyectos conservadores, sea oponiéndose a la anticoncepción de emergencia, defendiendo abierta o solapadamente los intereses de la jerarquía, absteniéndose de participar en eventos de homenaje a Benito Juárez , al mismo tiempo, en los meses que lleva detentando ese cargo Abascal se ha opuesto a la anticoncepción de emergencia, ha apoyado los intereses de la jerarquía y ha respaldado con su presencia varios actos político religiosos, desde la beatificación de los cristeros, el 20 de noviembre del año pasado, nada menos que en el aniversario de la Revolución Mexicana.

Cabe añadir que en sus escritos, Anacleto González Flores, uno de los nuevos beatos a quien Abascal fue a rendir culto, incluía la revolución como parte de una trilogía maligna donde estaban también la masonería y el protestantismo, además de que se oponía abiertamente a la democracia, de la que decía en su artículo El Saldo de la Democracia, de mayo de 1926, “...la democracia moderna ha sido toda una enorme catástrofe, una quiebra inmensa...”.Análogas eran las ideas de Salvador Abascal y de otros ideólogos del conservadurismo católico.

Como bien hizo notar hace unos días el destacado escritor Carlos Monsiváis, Abascal instala un "púlpito virtual" desde su cargo público para poner en entredicho la separación Iglesia-Estado. En respuesta, el funcionario calificó gratuitamente a su crítico nada menos que de fundamentalista.

La acusación de Abascal contra Monsiváis es absurda sea que se entienda el fundamentalismo como la creencia en la verdad literal de aserciones religiosas, por ejemplo la existencia del cielo y el infierno en una realidad ultraterrena, o la historia bíblica de la creación, o bien, como la defensa de proyectos de inspiración religiosa que van contra la secularización de la sociedad, como el rechazo de los anticonceptivos y del divorcio.

Abascal tiene raíces fundamentalistas en las ideas que heredó de su padre, que él mismo ha expresado a lo largo de su vida , y lo es abiertamente por su apoyo al activismo político religioso de la jerarquía y de diferentes grupos católicos. En este sentido, la trayectoria de Abascal forma parte del activismo conservador representado por muchos otros funcionarios que colaboran en el gobierno de Fox y concretamente en las dependencias que Abascal ha tenido a su cargo, sea en la Secretaría del Trabajo o en la Segob, con todo lo que esto implica en términos de apoyo oficial, mediante salarios, recursos y funciones a grupos de extrema derecha (el actual secretario del Trabajo, Francisco Salazar Sáenz, por ejemplo, y quien ocupó una subsecretaría en la gestión de Abascal fue dirigente de la Unión Nacional de Padres de Familia en San Luis Potosí, mientras que Osiris Reyes, nombrada directora de Equidad y Género bajo el “gobierno del cambio” dirigía antes el Comité Nacional Provida, en Ciudad Netzahualcóyotl, y ahora, entre los subsecretarios de la Segob se cuenta Leonardo García Camarena, exalcalde de Tepatitlán, apologista del beato Anacleto, y señalado como miembro del Organización Nacional del Yunque, a la que pertenece también Abascal.

Como fundamentalista y conservador militante, de lo cual no se puede acusar a sus críticos, Abascal está haciendo todo lo posible por socavar la tradición laicista de México y por apoyar los proyectos conservadores, pero a diferencia de su padre, que era capaz de asumir y defender abiertamente sus ideas, por encima de compromisos y conveniencias, Carlos Abascal es un fundamentalista paradójicamente tramposo y acomodaticio y en su ejercicio del poder se muestra fiel en muchos aspectos a los vicios inveterados de la clase política de nuestro país.

Si bien en entrevistas ante los medios de comunicación, Abascal evade responder a la interrogante de en qué medida él mismo se considera fiel a las ideas de su padre, es suficientemente radical, conservador e incluso fundamentalista, para oponerse a los anticonceptivos y para rendir culto a los cristeros, pero al mismo tiempo no tiene empacho en callar ante la situación conyugal de su jefe, Vicente Fox, casado en segundas nupcias con Martha Sahagún, contrariamente a la moral sexual del Vaticano, pues obviamente no es buen negocio arriesgar una cartera ministerial por el mero deber de defender las convicciones propias ante quien sea. Este pragmatismo que demuestra Abascal está desde luego en conformidad con la estrategia de grupos que soterradamente han logrado colocar a su gente en importantes posiciones de poder.

Pero hay otros aspectos que ponen de manifiesto que Abascal puede dejar de ser fundamentalista cuando le conviene. Obviamente, no ha sido para él una preocupación el riesgo de ir al infierno por contribuir a la miseria y sufrimientos de muchos trabajadores, en aras de las políticas empresariales que impulsó desde la secretaría del Trabajo.

Tampoco parece importarle en absoluto que sea más fácil para un camello pasar por el ojo de una aguja que para un rico entrar el reino de los cielos, pues él mismo no tiene escrúpulos para aceptar salarios muy cuantiosos del erario público, insultantes si se tiene en consideración la miseria de muchos trabajadores mexicano. Nunca se ha sabido que pretenda repartir sus bienes a los pobres para seguir así las enseñanzas evangélicas. En esto, sin duda, Abascal no es fundamentalista. Asimismo, por su gestión plena de favoritismos y alardes de poder, ha sido eso sí, muy opuesto a la austeridad republicana que pregonaba Juárez.

Sus convicciones religiosas no le impiden a Carlos Abascal poner su cargo público no sólo al servicio de sus creencias, sino incluso de personajes y grupos poderosos, a los que no va a cuestionar, por poco cristiano que sea su comportamiento, como puede pensarse que lo son los abusos y el influyentismo de la familia presidencial, por ejemplo.

Es lamentable y peligrosa la permanencia en tan importante posición de poder de un personaje de ideología tan radical a la vez que de moral tan relajada, y a quien se le ha confiado nada menos que el gobierno interior del país.