Las ONGs gozan de la exoneración de impuestos a la renta, es decir los fondos que ingresan lo hacen impecablemente al bolsillo de estas instituciones. El Estado peruano es “cooperante” pasivo e idiota en 30% porque de cada millón que levantan del exterior, US$ 300 mil no son afectados tributariamente. ¡Provecho! ¿Cuántos colegios rurales podrían construirse o equiparse; cuántas postas médicas; cuántos patrulleros comprarse; cuántos sueldos de maestros cubrirse? ¿No hay acaso derecho a que los ciudadanos peruanos exijan una meticulosa, exhaustiva y muy rigurosa rendición de cuentas para conocer en qué se ha beneficiado la población de estos dineros que le fueron escamoteados?

Habíamos recordado, pocos días atrás, que entre los altos directivos de la Comisión Andina de Juristas, fachada particular fautora de dólares para Niño Diego García Sayán, están Enrique Bernales Ballesteros, Francisco Eguiguren, Beatriz Merino y Allan Wagner Tizón. Objetivamente son múltiples las coincidencias de estos personajes a lo largo de los últimos años, sobre todo, una retroalimentación noticiosa y bajo la premisa que entre sí se reconocen como lumbreras democráticas y jurídicas.

Conviene revelar que una propiedad de Niño Diego García Sayán está alquilada a la CAJ por varios miles de dólares. El ex ministro de Justicia y de Relaciones Exteriores, no da puntada sin hilo. Se hace pagar hasta el último centavo, además de sus pingues ingresos en el Banco Central de Reserva donde funge de asesor. Sería de lo más interesante que publique los muy sesudos estudios por él acometidos a lo largo de estos dos años últimos y con el propósito de respaldo del ente emisor.

Los muy odiados e imperialistas dólares recibidos por más de 90 millones de dólares por diversas ONGs tienen una estructura de fachada que privilegia el trato informativo. No son pocos los conflictos distorsionados, exagerados o inexistentes, con el único propósito de justificar folletos, fórums, talleres, charlas, viajes, compras, etc. Además, según fuentes discretas, en sueldos se ha disipado el grueso de la cooperación foránea que ha engendrado una nomenklatura muy mediocre pero transformada, merced al poder dinerario, en “referentes” de opinión; panelistas de televisión; y “luchadores” por los derechos humanos. Es posible no dudar de la sinceridad de uno que otro. Pero, el resto trabaja en un sistema que reconoce ingentes fondos, no muy inocentes que digamos de Estados Unidos y países europeos, campeones de la globalización. En buena cuenta, muchos actúan de vulgares esquiroles del imperialismo al que dicen odiar a muerte, salvo los 15 y los 30 que son las fecha de cobro de los denostados sueldos ¡en dólares!

Hay ONGs que trabajan en proyectos de desarrollo. Su tarea, no exenta de asuntos turbios, deja infraestructura y obra. Por ejemplo, la rehabilitación de la carretera Tarapoto-Uchiza-Tingo María es beneficiosa. Ya había dejado de ser transitable, ahora es un nexo que promoverá un mercado y recuperará posibilidades para mejorar la economía local. La cooperación norteamericana, USAID, tiene mucho que ver en la inversión. Otro proyecto, más grande aún, es la construcción de una carretera completamente nueva y asfaltada que sustituirá la trocha Tingo María-Pucallpa. Será posiblemente la mejor vía del Perú y servirá de empalme principal con la Transoceánica del centro. La inversión supera los 100 millones de dólares y es USAID nuevamente la responsable del monto total. Muchas de las ONGs pueden o no contribuir con políticas antidrogas, pero dejan algo más y es fácilmente comprobable y tangible.

Los partidos políticos en su descrédito abrumador dejaron de ser los vectores para cualquier actividad. Entonces el diseño discurrió por estas organizaciones no gubernamentales, ONGs, que debían haber cumplido todo aquello que los Estados no podían acometer por falta de recursos. A más de 30 años de esta fórmula muy rentable, los resultados son muy discutibles. Gavillas de panzones; vividores a lo rico en nombre de los pobres; azuzadores profesionales y justificadores de la única potencia unipolar que les provee de fondos –casi siempre muy mal usados-; dinastías que reconocen a abuelos y nietos en el mismo vicio exaccionador; son variaciones profundamente cancerosas en el cuerpo social peruano. La ineptitud política de desnudarles en su realidad pobrísima se enfrenta a tremendos aparatos mediáticos que pulverizan o desacreditan, vía la calumnia o el silencio más contundente, a sus cuestionadores. Sin embargo, el hartazgo ya ha hecho presa hasta de sus financiadores gringos que –así lo hacen saber a todo aquel que quiera enterarse- porque “están buscando nuevos operadores”.

Ninguna sociedad puede vivir de engaños y de apariencias. La realidad es más dura que las modas o que las ficciones creadas a partir de esquemas que se basan en ideologías en crisis o simplemente anacrónicas. Caminar oportunistamente y cambiar los objetivos originales, con tal de no perder la fuente de financiación, es un asunto que se convierte en una estafa a la sociedad. Y es imprescindible, como continuaremos haciéndolo, señalar con el dedo acusador a sus gonfaloneros y productores fundamentales. Los farsantes sociales también son contrarrevolucionarios.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!