Mientras más es atacada nuestra soberanía, ya sea económica, política o militarmente, más reaccionan los pueblos. Las movilizaciones de protesta contra la firma del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, por la exigencia de que se declare la caducidad del contrato con la transnacional petrolera Occidental, así como el rechazo al ataque cobarde del eje militar imperialista Washington-Bogotá a nuestra frontera norte, han cobrado fuerza.

Es que son momentos definitorios: en el tema del TLC, la fecha para el cierre de las negociaciones se acerca (los últimos días de febrero), así como se acerca la fecha definitiva y última para que el Ministro de Energía de Ecuador (vale recalcar que su condición de ecuatoriano y ministro de Estado, por lógica vale más que la de “juez”, que él ha asumido) dé su veredicto final en torno a la caducidad del contrato con la compañía Occidental. Y en el tema del Plan Colombia, son momentos en que la estrategia de los gobiernos de Estados Unidos y Colombia para involucrar al Ecuador en el conflicto del vecino del norte se han trasladado del plano diplomático al militar, al plano de las presiones armadas.

En este contexto, acciones como la de los pobladores de Sucumbíos que se tomaron momentáneamente la estación de bombeo de petróleo de Baeza, interrumpiendo su operación no solo que se justifican, sino que dan la pauta de hasta dónde están dispuesto a llegar los pueblos para hacerse respetar. El Gobierno se ha acostumbrado a bloquear el libre tránsito en el territorio ecuatoriano (que está garantizado constitucionalmente en cualquier parte del mundo) a quienes cree que van a protagonizar marchas o manifestaciones de protesta (que también son garantizadas constitucionalmente).

Estas acciones, a las que se sumarán en los próximos días los trabajadores, solo podrán tener la contundencia que se requiere para ser victoriosas si las organizaciones populares más importantes hacen causa común. Que el tema electoral solo sea un escenario más de lucha unitaria contra la derecha y el imperialismo. Hay que esperar que lo que pese a la hora de definir estrategias electorales, programas y candidaturas, sean los intereses nacionales, de los pueblos, del cambio que ellos exigen, y no personalismos ni negocios de unas cuántas cúpulas.

En la lucha popular es donde se han forjado los triunfos, y cuando ésta es unitaria son más trascendentes.