No son pocos los indicios que apuntan fuertemente a preparar la salida, a paso de polca, y con pretextos mil, del canciller Oscar Maúrtua. El Comercio, el diario de la antipatria (“Primero los chilenos que Piérola”) se ha distinguido en las últimas semanas como el vocero de sectores que no se sabe bien para quién trabajan o qué procuran defenestrando a quien heredó una cartera luego del catastrófico vendaval promovido por su predecesor diplomático en Torre Tagle.

Veamos. La subitánea y entusiástica campaña de Torre Tagle por la adhesión del Perú a la Convención del Mar, devino en un fracaso sin atenuantes y un hecho promovido in artículo mortis por Manuel Rodríguez Cuadros. No por Maúrtua, a quien corresponde, si así puede denominársele, el mérito de haber comprendido que aquella estupidez no iba a ser sino un estentóreo ridículo y fracaso. En buen romance, que este brulote haya salido del ámbito público sí es un acierto que debió acometer el actual canciller Maúrtua y lo hizo a pesar de las inmensas presiones de los grupos traidores. Esto dice no poco del esfuerzo de quien está al frente de Relaciones Exteriores.

El ríspido tema pendiente de la delimitación marítima con Chile fue una de las columnas, ni tan pétreas ni sólidas, del ejercicio locuacísimo en RREE de Manuel Rodríguez Cuadros. Maúrtua heredó el esquema y ha tenido que lidiar con la majadería sempiterna del vecino del sur y, más para bien que para mal, ha logrado bajar el tono agresivísimo e insolente que siguió a la soberana decisión del Perú de fijar sus líneas de base en el Mar de Grau. En buena cuenta, no sólo debió cargar con el fardo pesado Maúrtua sino que morigeró los arrebatos chilenos que ha poco firmaron un pacto ¡otro más! con el vecino del norte, Ecuador.

Nótese que el piso ha estado –y está- lleno de baches y el muerto, por impericia, falta de pantalones o condiciones objetivas/subjetivas inmanejables, quedó en el imaginario de Maúrtua pero como cachivache de otro, no como gestión. Acaso haya que entender al canciller Maúrtua más como bombero de incendios ajenos. Para cualquier observador extraño, haberse manejado entre fieras hambrientas, al norte y al sur, y capeando durísimas circunstancias internas, no es moco de pavo y eso revela, que Oscar Maúrtua no es tan dócil como lo pintan y en realidad, ha desplegado criterios singulares e independientes en terrenos sumamente minados. Y hay, felizmente en camino y para los próximos días, iniciativas de mucha importancia geopolítica para el Perú.

Voces críticas apuntan a que se estaría preparando el terreno de sucesión de Maúrtua. El viernes pasado, Harold Forsyth Mejía, ministro y ex embajador en Colombia e Italia, recibió una condecoración por servicios distinguidos ¡precisamente de Oscar Maúrtua a nombre del país! Por tanto, difícilmente podríase contar a Forsyth Mejía como el Judas alevoso que apuñalara a quien cortésmente le otorgó una presea sobre cuyo mérito hay hasta una posible polémica. Antier, martes, Forsyth Mejía fue agasajado con un almuerzo por sus colegas de la Cancillería. Es decir, el robusto diplomático, de incurrir en desaguisados de esta naturaleza prohibida no podría caminar, sin ser llamado traidor. ¿Qué utilidad tendría un diplomático identificado, en estos últimos cinco años, con el toledismo a rajatabla para un nuevo gobierno?: ¡ninguna!

Circula profusamente otra versión que apuntaría a señalar al regalón embajador Eduardo Ponce de Vivanco como supuesto asesor de las continuas epístolas que viene emitiendo su colega fujimorista y profesional, Luis Machiavello. ¿Será cierto esto? El asunto no pasaría de una travesura inane, como sus protagonistas, si no fuera Ponce de Vivanco el canciller de un supuesto gobierno de la derechista Lourdes Flores. Ponce es tristemente recordado por ser perdedor de documentos oficiales del Estado peruano; por haber firmado papeles mientras que había en nuestro territorio tropas invasoras ecuatorianas y porque fue uno de los más sibilinos fujimoristas encubiertos al servicio de la dictadura del nipón. Ahora, por cierto, lo niega y arropa todo en el indigesto lenguaje edulcorado que abunda mucho para no decir nada. ¿Cómo así que Ponce estaría también metido en el complot para defenestrar a Maúrtua? ¿Sabe de estas pretendidas inconductas Lourdes Flores?

En momentos en que se avecina un proceso electoral, situación de suyo conflictiva, parecería de una imbecilidad sublime la designación de un nuevo canciller. ¿O hay en camino alianzas estratégicas para proteger a todos los diplomáticos que han tenido una actuación demasiado entusiasta con el régimen del presidente saliente Toledo? Si así fuera, entonces, todo el propósito diplomático trocaría en conchabos, alianzas vergonzosas y cogollos inmorales dispuestos a sacrificar a cualquiera con tal de salvar el cuello y ¡acomodarse con la nueva administración! ¿Persiste la falta de decencia en la administración pública?

Puédese discrepar de tal o cual capítulo del régimen que capitanea Oscar Maúrtua. No es una lumbrera. ¡No pretende serlo en lo más mínimo! Pero echarlo o botarlo bajo las hipócritas formas que son tan tradicionales y resobadas, no agregaría sino un momento más de vergüenza para el país. Y tengo la impresión que Torre Tagle no está para tafetanes. Bastante tendrán que explicar algunos que son los genuinos disparates bípedos y protagonistas de torpezas e inmoralidades de las que hay que pedir cuenta detallada y un juicio político y administrativo ¡hasta las últimas consecuencias!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!