En Venezuela, un alicaído Copei, agrupación política desvencijada y con varios ex presidentes, de derecha reaccionaria y social-cristiana inventó un brulote contra el presidente Chávez pero con el avieso propósito de rebotarlo al Perú y con ello –según quisieran- golpear más y muy duro al aspirante Ollanta Humala. El embajador peruano en Caracas ha desinflado el asunto de una especie de compraventa de derechos. ¿Estos ladridos, no se parecen mucho a los que otros emiten aquí mismo en Perú?

Desde hace semanas, elementos de ONGs de derechos humanos, salen a la televisión con testimonios diversos y que merecen una exhaustiva investigación comprobatoria y acusan de ser poco menos que un asesino a Ollanta Humala. La inexperiencia del candidato le ha impedido dar una respuesta categórica y firme, en cambio resbala por dudosas avenidas que en lugar de aclarar un asunto tenebroso, lo oscurecen y siembran mucho más dudas. ¿No hay quién pueda aconsejar a Humala frente a un tema de suyo delicado?

¿Qué diferencia a los perros detrás de Humala, tanto los que son y provienen de las canteras derechistas del Copei venezolano, in artículo mortis, con aquellos que creen que le hacen un favor a la “democracia” sindicando a Humala como un ex criminal? En un caso u otro, la idea es bajarlo de la dinámica electoral que le sitúa en un segundo puesto importante por encima de Alan García Pérez y con expectativas de entrar a una vuelta definitoria con la candidata de San Dionisio Romero Seminario, el banquero de los banqueros, Lourdes Flores Nano. Unos y otros, persiguen lo mismo. ¿Cuánta verdad hay aquí o acullá? Poca, muy poca. Todo está por averiguarse y, luego de ello, de establecerse y probarse. Pero aquí basta que personas, muy bien aprovisionadas de cobertura mediática, como sí la tienen los mercachifles de derechos humanos para ¡ni siquiera sospechar, sino culpar a Ollanta Humala! No son pocas las voces estridentes las que han “demandado” su “renuncia” de la competencia electoral. Claro que quienes lo piden no significan ni el ¡1%! de las preferencias y Humala tiene algo más del 20%.

Hace pocos días, retornando de Estados Unidos, el colega y amigo periodista, Ricardo Ramos Tremolada dio con sus huesos en la cárcel. Una mañosa requisitoria producto de una denuncia cobardísima de Niño Diego García Sayán, de la que jamás Ricardo supo nada, le gestionaron el inenvidiable periplo del Jorge Chávez a un calabozo. ¿Cuántas organizaciones de derechos humanos alzaron su voz de protesta ante lo que tenía todos los visos de una escandalosa y proditora acción de un farsante como Niño Diego?: ¡Ninguna! ¿Y cómo así que defienden los derechos humanos? ¿O el espectáculo, el show business tiene sus grados y colores, réditos y matices, según los dólares que se persiguen y el impacto que perpetúa los fondos que aún reciben? ¡Hipócritas despreciables!

El diario en que Ramos Tremolada publica sus interesantes columnas semanales, apenas si se dio por enterado. Entre refunfuños, muy a disgusto y a regañadientes, tomaron nota del asunto, más por la fuerza de los hechos que por la indispensable solidaridad justiciera o decente, virtudes ambas brillantes por su ausencia en aquellos pagos. ¿Y los derechos humanos?

La similitud cómplice, que no coordinada, entre los perros que en Venezuela originan trapisondas para dañar la candidatura de Humala y los canes que aquí trafican con los benditos derechos humanos, es clarísima y signa un hecho que merece un análisis muy profundo porque denota la prostitución de derechos que no pueden estar en manos de forajidos cuyos propósitos sólo son llenar las alforjas y perpetuar un modus vivendi a cuerpo de rey y con muchos dólares pero ¡en nombre de los pobres! ¡Los farsantes, aquí o en la Conchinchina, han empezado su nadir irremisible y día que pasa, día que sus antiguos financiadores, las fundaciones del imperialista Estados Unidos, empiezan a recortarles la mesada! ¡Por algo será!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!