¿Ah sí?, me dijo con rabia mi mujer, lo mismo que hace treinta años. Sí, le respondí simulando hastío. No era para menos. Había llegado a casa con la espalda enrojecida de tanto abrazo y las mejillas y el cuello de la camisa salpicados de labial. Fue por lo del día del periodista, atiné a balbucear por culpa de los tres whiskies.

Y entonces, me dijo batiendo unos papeles frente a mi nariz, ¿Cómo explicas que en este calendario diga que el día del periodista es el 4 de agosto?

¿Agosto 4? Pregunté tratando de recomponerme dela resaca. No, que va… ¿Acaso no me viste en televisión ayudando a don Juan Gossaín a cargar con el trofeo a toda una vida y a toda una obra? (Si hasta me ofrecí a llevárselo a Cartagena). ¿Y no has visto en el santoral que el 9 de febrero es el día de don Manuel del Socorro?

Socorro vas a tener que pedir, me dijo ella, cuando veas que ese es el día de Miguel Febres Cordero, que no fue político sino educador ecuatoriano y autor de libros de textos para quienes, como los periodistas de este país, viven en la luna. Pero el 4 de agosto sí es el día de don Manuel, dije sin convencimiento. Cuidado con lo que dices, no sea que te escuche Plinio Apuleyo, que no se pierde estas fiestecitas.

El 4 de agosto es el día de Juan… el Bautista, el cura de Ars y de todos lo párrocos. ¿Y entonces? Indagué desarmado. Ese, dijo, es el día que los periodistas creen que se conmemora la traducción de los Derechos del Hombre por Antonio Nariño. Claro, dije entusiasmado, ese sí representa lo nuestro y defiende lo que somos.

Pues fíjate como son ustedes, dijo ella dueña de la situación. Según los historiadores la fecha de esa traducción fue un 15 de diciembre, no un 4 de agosto. Y antes de que preguntes, ese es el día de Santa María Crucificada di Rosa, la fundadora de las hermanitas descalzas, que de pronto sí tiene que ver más con la situación laboral de buena parte de tu gremio.

¿Y entonces cuándo es el día del periodista? dije. ¿Dónde quedan las celebraciones, los picos, los whiskies?, ¿y dónde queda el informe de la Fundación para la Libertad de Prensa sobre la profesión en el 2005?, ¿y los 103 comunicadores afectados por violaciones a la libertad de prensa en Colombia?, ¿y los 64 amenazados de los doce meses pasados más los tres que van en este año?, ¿y los 6 exiliados, y el que está secuestrado, y los que sufren obstrucción en su oficio, y los chantajeados por la pauta oficial, y los vetados por las fuentes estatales?, ¿y aquellos (¿cuántos son?) que no aparecen en esta estadística por miedo, por falta de protección o porque ya es demasiado tarde?, ¿y los miles que se autocensuran y recurren al silencio a manera de autorregulación, de autocensura para salvar el pellejo?.

Yo no sé, aquí el periodista eres tú, dijo ella a manera de epílogo. Lo que sí está claro es que este año ya tuviste suficiente celebración, a no ser que quieras aumentar en uno los casos de agresión a comunicadores, o que te encomiendes a San Expedito, el santo de moda en este país, el patrón de las causas urgentes.