Menos de una semana después de la oficialización de su elección, René Preval confirmó que Jean Bertrand Aristide podía volver a Haití. El ex presidente declaró rápidamente a la prensa internacional que tenía el «derecho de volver» y que pensaba dedicarse a la educación. Las autoridades norteamericanas y francesas se apresuraron en afirmar que el regreso no era en realidad la mejor vía para preservar la frágil estabilidad política recuperada.
La importante participación en esta elección muestra que los haitianos no han perdido la fe en la democracia. Su esperanza está ahora en manos de René Preval, pero también en la de sus opositores que deben reconocer los resultados de la elección. El 19 de marzo, la segunda vuelta de las elecciones legislativas será una prueba. Esta esperanza depende igualmente de la comunidad internacional que deberá repensar su cooperación, reducir los gastos y las disfunciones de la misma, y aumentar la eficacia en beneficio de los más pobres.
Desde la caída de los Duvalier, la «transición hacia la democracia» ha sido sangrienta y dolorosa. A pesar de los cientos de millones de euros invertidos, la primera república negra es aún el país más pobre de las Américas. Hay que señalar, sin embargo, que una gran parte de la ayuda servía para pagar los salarios de los expertos extranjeros. La emigración continúa. El turismo y la industria han decaído mientras aumentan los barrios marginales y el SIDA. En 1990, Aristide había jugado con su imagen de sacerdote de los barrios marginales para ser electo, pero fue derrocado al cabo de nueve meses por el ejército, los nostálgicos de Duvalier y una parte de la burguesía. Bill Clinton lo devolvió a su puesto en 1994 y la ONU comenzó entonces su trabajo de ayuda a Haití. De vuelta al poder en el año 2000, durante unas elecciones impugnadas y apoyándose en las bandas, Jean Bertrand Aristide desarrollaría prácticas mafiosas y autoritarias.
Preval se ha distanciado de su mentor, pero encarna aún la parte positiva de la herencia, la del reconocimiento ciudadano a cada individuo. La oposición a Aristide se ha dividido y la población la asocia a los fracasos del período de transición y de la ayuda internacional. Al volver a la legitimidad democrática, Haití espera deshacerse de la sombra de Jean Bertrand Aristide, que mantiene su influencia. Sin embargo, el desafío será aún mayor si el ex presidente, con un lobby aún activo en Estados Unidos, decidiera volver de su exilio. Es un contexto que obliga a Preval a dar señales en cuanto al respeto a la democracia.

Fuente
Le Monde (Francia)

«Haïti : rude transition démocratique», por Jean-Michel Caroit, Le Monde, 23 de febrero de 2006.