Un anciano mendigo, New York.

En los días del gobierno de Clinton, Albert Gore fue vicepresidente de EE.UU.. Luego aspiró a la presidencia y “cayó derrotado” por George W. Bush, mediante un fraude electoral del tamaño del universo. Hoy se muestra inquieto y muy preocupado porque la administración Bush está estableciendo “una especie de dictadura sin fronteras” para una “guerra perpetua”. Conviene prestarle atención. El miedo no es sonso.

Cuando la guerra de Vietnam, uno de los graffiti que se leía en distintos lugares de EE.UU rezaba: “La guerra es un negocio. Invierta su hijo”, recuerda el periodista, economista, investigador y docente, Julio Sevares en su libro “El Capitalismo Criminal”.

En pocas palabras: el imperialismo le tiene preparada a toda la humanidad, -a muy corto plazo-, la instalación, a cómo dé lugar, -y con la miserable capitulación de Europa- de una dictadura sin fronteras, comandada por la principal usina del crímen: la Casa Blanca, su comunidad de negocios transnacionales y el Pentágono.

Invitado por la American Constitution Society y la Liberty Coalition, Al Gore hizo un discurso denunciando las sistemáticas violaciones de los Bush y compañía y advirtió sobre “la falta de reacción” de gran parte de “la sociedad norteamericana”. Y puso el grito en el cielo contra la administración Bush, porque –como sabemos- “espía a un número impresionante de ciudadanos” y, también, “ha escuchado un gran número de comunicaciones telefónicas, mensajes de correo electrónico y otras comunicaciones por Internet dentro de Estados Unidos”. ¿Sólo dentro de Estados Unidos? Se supone que una dictadura transnacional no tiene límites.

Vale no olvidar que la dictadura transnacional además de mentir – “pruebas” utilizadas para invadir a Irak- y además de expandir el terror, conjuga a un mismo tiempo el más impiadoso desarrollo de su comunidad de negocios. Así hizo en la descuartizada Yugoslavia, por recordar tan sólo un caso cercano en el tiempo. Entonces, como bien destaca Julio Sevares, “el funcionamiento de esa red de negocios y complicidades es, sin duda, la apoteosis del Capitalismo Criminal”.

Sigue Al Gore: “hace poco supimos, a través de documentos recientemente desclasificados, luego de cerca de 40 años, que la resolución del Golfo de Tonkín que autorizó la trágica guerra de Vietnam se basaba de hecho en informaciones falsas”. Y agrega: “El Presidente –refiriéndose a Bush-, pretende que puede encarcelar a cualquier ciudadano estadounidense –cualquier ciudadano norteamericano que haya escogido- por tiempo indefinido, por el resto de su vida, sin siquiera presentar una orden de detención, sin informarle de qué se le acusa, sin siquiera informar a su familia que ha sido detenido” (…) “es algo que debemos rechazar”.

Mendigo, New York.

“La rama ejecutiva –Al Gore alude al Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas de EE.UU, George W. Bush, y al resto de su administración, o camarilla- ha invocado asimismo autoridad antes no reconocida para maltratar a lo prisioneros bajo su responsabilidad de una forma que constituye innegablemente tortura y que siempre ha sido tortura, en una magnitud muy amplia, suficientemente documentada en las instalaciones estadounidenses situadas en diferentes países del mundo”.

“Más de cien de las personas cautivas han sido declaradas como fallecidas mientras eran torturadas por miembros del poder ejecutivo”, denuncia el ex presidente de EE.UU.. Y “muchas otras han sido quebrantadas y humilladas. Además, en la célebre prisión de Abu Ghraib los investigadores que documentaron la ola de tortura calcularon que más del 90% de las víctimas eran totalmente inocentes”, remacha Al Gore.

En su discurso –de poca o ninguna trascendencia mediática- formula una pregunta que se cae de madura: “Si el presidente goza del poder orgánico de espiar mediante escuchas a los ciudadanos estadounidenses sin una orden, de encarcelar a los ciudadanos estadounidenses por iniciativa propia, de secuestrar, de torturar, ¿qué es entonces lo que no puede hacer?”.

Para el decano de la facultad de derecho de Yale, Harold Koh, citado por Al Gore: “Si el presidente tiene el poder de Comandante en Jefe para torturar, tiene entonces el poder de cometer genocidios, de avalar la esclavitud, de promover el apartheid y de ordenar ejecuciones sumarias”.

Otra vez, ninguna novedad. Pero interesante. Denuncias de este tipo siempre fueron atribuidas a las mentes calenturientas de la izquierda internacional.

La máquina de mentir y matar está en fuga hacia delante y pone en serio riesgo, más temprano que tarde, la vida de la humanidad y el planeta. El peligro de acercarnos a un futuro catastrófico no sólo ha crecido -tras la ruptura de la “paridad nuclear” entre EE.UU. y la ya desaparecida Unión Soviética-, sino que, dada la desesperación del imperio por apropiarse cuanto antes de los recursos estratégicos del mundo, nos aproximamos al peligro a máxima velocidad. Hay quienes sostienen que “en meses” podríamos estar todos envueltos en una Hiroshima gigantesca.

En la Hiroshima de 1945, otro presidente de EE.UU., Harry Truman, aquel que dijo que Estados Unidos no tiene amigos sino intereses, dispuso de las facultades suficientes para aplicar toda la furia armamentística “en defensa de los Estados Unidos de América”. Recuerda John Saxe Fernández, profesor de la Universidad Autónoma de México, que Truman “concibió y usó el armamento atómico sobre el que tenía el monopolio, como una demostración de poder ante la Unión Soviética y el mundo”. En lo que define como “una forma de ejercicio de poder in extremis incorporado de manera sistemática como parte y parcela no sólo de la estrategia militar y de la diplomacia global de las potencias, sino también de la “seguridad nacional” de la Presidencia Imperial”.

Y al igual que ahora con Bush la Agencia de Inteligencia Terrorista –conocida por la sigla CIA- fue autorizada por Truman a realizar operaciones encubiertas. Al respecto, Saxe Fernández publicó en febrero de este año, en “El Economista de Cuba”, durante la celebración del “VIII Encuentro Internacional de Economistas Sobre Globalización y Problemas del Desarrollo”, realizado en La Habana, un artículo que en uno de sus párrafos dice:

“Desde 1948 se institucionalizó el terrorismo de Estado como parte y parcela de la “política exterior”, por medio de una comunicación secreta en la que Truman le confirió a la CIA la “autorización de realizar operaciones políticas encubiertas”. Esta ordenanza, secreta, “autoriza” el uso del terror por medio de acciones de “sabotaje”. Que incluye desde golpes de estado hasta operaciones de asesinato e intimidación contra los “enemigos” actuales o potenciales de EUA y sus intereses en el “teatro de operaciones” respectivo, así como el uso de ataques terrestres, aéreos y marítimos contra blancos “seleccionados” por el Presidente que pueden incluir naciones con las cuales EE.UU. está en paz, en violación del Derecho Constitucional y Penal y de un impresionante cuerpo de leyes domésticas e internacionales. Truman también “autorizó” la “subversión” y el recurrir a la mentira, de ser necesario”.

Para Luis M. García Cuñarro, del Centro de Estudios e Información de la Defensa, de Cuba, “La Humanidad se encuentra inmersa en un proceso que hemos dado en denominar “globalismo militar” en el cual se combinan varios factores. En primer lugar, el creciente uso y la amenaza de uso de la fuerza militar para la solución de los problemas, sobre todo por parte del gobierno de los Estados Unidos de América que lo ha convertido en doctrina”.

Cuñarro, quien sostiene que Estados Unidos es la “única superpotencia política, económica y militar mundial”, resalta, con justas razones, que la guerra siempre fue un “instrumento claro y disponible de política para Estados Unidos”, pero que es ahora cuando, “como nunca antes”, tiene “las manos sueltas, para utilizarlo según le convenga”. Para ello, explica Cuñarro, “el gobierno de Estados Unidos gastó –en el período 2005-2006- un promedio anual de 531.500 millones de dólares” y se estima que el próximo año esa cifra se elevará a “entre 550.000 millones y 600.000 millones de dólares”. O más, agregamos. Porque EE.UU. debe seguir alimentando con armamento nuclear, entre otros, a la India, la niña mimada de Bush y sus mandantes, en la estrategia de atacar a Irán, país de grandes reservas de gas y petróleo, y, al mismo tiempo que alimenta a la India, está obligado –dentro de su lógica guerrerista para la dominación- a un mayor despliegue de amenazas y fuerzas, en procura dde mantener a raya a China, el gigante que ya no duerme.

Volvamos a Al Gore, quien –como tantos- nos recuerda a George Orwell en una definición que les cabe como anillo al dedo a los guerreristas, a quienes comercian con la muerte, a dóciles y cómplices políticos y a muchísimas personas hipócritas; pero no, claro, a todos los hombres y mujeres de este mundo como pretende el propio Orwell: “Todos somos capaces –dice- de creer cosas que sabemos que son falsas y luego, cuando debemos finalmente admitir nuestro error, deformar con impudicia los hechos para demostrar que teníamos razón”.

Sí, es verdad: EE.UU., como potencia imperialista, hace de la afirmación de Orwell su filosofía de vida y pretende imponersela, mediante una cadena de genocidios, al resto de la humanidad. Para ello deforma los hechos e intenta demostrarnos que tiene razón, a través de su aparato ideológico mediático, su industria cultural de masas y el Complejo Militar Industrial.

Periodista. Presidente de la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP)