La consigna política de “No al pago de la Deuda Externa”, desde su origen, más de dos décadas atrás, incluye dos aspectos éticos fundamentales:

1- La rebelión contra la injusticia, reflejada en el robo de la riqueza y de los recursos naturales por parte de los poderosos de turno, ante un pueblo diezmado por la dictadura genocida, mediante una deuda ilegal e ilegítimamente impuesta, concebida en forma fraudulenta y cómplice, entre mercenarios de la miseria, genocidas y corruptos, que comprometieron el presente y el futuro de varias generaciones de nuestro pueblo, porque lejos de amortizarse, la deuda creció, generando así un problema financiero, que por su magnitud devino en político y cuya resolución se torna hoy impostergable.

2- La solidaridad, manifiesta en el compromiso social de priorizar el uso de los recursos existentes, para cubrir las cuantiosas y apremiantes necesidades del pueblo, antes que cancelar deudas mal habidas con testaferros de las grandes potencias y sus empresas multinacionales.

Ética, acción política y coyuntura

La acción política incluye en su esencia aspectos de la ética que a menudo el político debe jerarquizar, priorizar y hasta a veces elegir en forma excluyente, en función de las condiciones que impone la coyuntura. Los períodos más oscuros de la historia de la humanidad, están plagados de hechos aberrantes donde se impuso la opción entre aspectos de la ética que son equivalentes e imprescindibles.

Un hecho reciente de nuestra historia, como ser la acción política de denunciar públicamente la desaparición de personas, puede tomarse como ejemplo. En ella se destacaron claramente los aspectos éticos de Libertad, Justicia y Solidaridad, a la vez que, desencadenando más represión, desapariciones y torturas, se afectó otro aspecto ético, la Defensa de la Vida. En este caso, la acción política desarrollada por las incipientes Madres de Plaza de Mayo, priorizó arriesgar la integridad de las mismas, en pos de un objetivo considerado entonces más elevado que la Defensa de la Vida, cual fue la Defensa de la Libertad y de la Justicia. Se perdieron vidas irremplazables, como todas y ejemplares; las Madres no se equivocaron en su elección.

Esta dialéctica entre ética y acción política, se presenta aún en las acciones guiadas por las mejores intenciones y es la coyuntura, como se dijo, la que genera distintas opciones. La misma acción política continuó y continúa en contextos muy distintos. Luego fue “Aparición con vida” y después “Juicio y castigo a los culpables”, ya dentro de otra correlación de fuerzas, donde los genocidas no pudieron atentar tan fácilmente contra la vida y comenzaron a ser condenados por el pueblo y hoy por el Poder Judicial. La decisión política más difícil de tomar, fue la primera.

El pago de la deuda

El gobierno nacional al asumir, más de dos años atrás, anunció que “no pagaría la deuda externa con el hambre del pueblo” y privilegió el pago de capital e intereses a los organismos internacionales, mientras aplicó al resto de los acreedores una quita del orden del 75 por ciento.

Por otro lado, decidió aumentar la recaudación fiscal de dos formas: con retenciones a las exportaciones o aumentándolas si ya existían y erradicando la evasión fiscal, dejando, tal vez, para más adelante el cambio de la matriz impositiva, cuando sin evasión posible, pueda ejercerse el control y la imposición efectiva de las nuevas reglas.

A su vez, encontró a las arcas del Banco Central casi vacías, menos de 20.000 millones de dólares y a las empresas ligadas a la economía nacional en recesión, con capacidad productiva ociosa, desocupación, marginalidad y miseria. En ese contexto, más allá de disquisiciones éticas, no era posible pagar, de hecho cesaron los pagos en 2002.

El FMI debería, más que no recibir pago alguno por la deuda, resarcirnos económicamente por su complicidad en nuestra debacle. Pero es el representante indirecto de los países y empresas multinacionales que compran casi toda nuestra exportación. Los bonistas privados no son nuestros clientes internacionales, lo justo, lo ético, es que el pueblo no pague la deuda, ni a los privados que especularon con una pingüe ganancia, ni a los organismos cómplices de los corruptos vernáculos. En todo caso, deberían cobrársela a los funcionarios que nos la impusieron.

La cruda realidad nos muestra que fuimos duros con los débiles (acreedores privados) y sumisos con los poderosos. En una decisión política difícil éticamente, se optó por “honrar” a los ladrones (FMI) para evitar reducir los ingresos (exportaciones), que por la situación de descrédito internacional del país, constituyen la única fuente de inversiones que permitan aumentar el PBI y no aumentar la miseria. De todos los malos, se le pagó al que podía castigarnos, porque no estamos en condiciones de resistir más castigo.

Cabían dos posibilidades para no pagar la deuda al FMI sin empeorar la situación: conseguir mercados alternativos e independientes de las transnacionales, como puede llegar a ser el MERCOSUR en un par de décadas o formar un club de deudores para sumar fuerzas y obligar a una definición mundial en relación al tema, tal vez en un par de centurias. La única opción vigente es cómo pagar.

Hay tres formas de pagar: refinanciando, saldando vencimientos de intereses y capital y cancelando totalmente la deuda. El refinanciamiento, medida empleada hasta 2001, implica aceptar propuestas y seguimientos del prestamista (FMI). Hasta ahora, se pagaba puntualmente ya que no se aceptaba acordar nuestra política económica con el FMI, quien no refinancia de otra forma, exigiendo en nuestro caso: aumentar las tasas de interés bancario, las tarifas de servicios, pagar a los que quedaron fuera del canje de bonos de la deuda externa, “holdouts”, etc. Descartada esa opción, se optó por cancelar toda la deuda anticipadamente.

La cancelación de la deuda

Aceptando la prioridad del bienestar del pueblo, el principal problema a resolver se centra en disponer de los bienes necesarios para cubrir sus necesidades y distribuirlos pertinentemente. Vivimos en una sociedad capitalista, donde rige la oferta y la demanda y los bienes son producidos por empresas privadas que compran mano de obra con dinero, que los trabajadores después utilizan para adquirir una parte menor de lo que produjeron. Aquí no hay empresas del estado y las decisiones empresariales sólo dependen de los intereses de sus dueños. Producirán más bienes cuando les convenga; cuando puedan, venderán más caro, comprarán más barato y si se les permite, no devolverán los préstamos. De esas empresas hoy deben salir los bienes que necesita el pueblo.

Habiendo capacidad ociosa, es decir, medios para producir más de lo que se produce, pero incapacidad de cubrir las necesidades de la producción o falta de clientes para la venta, ya sea por competencia o poder adquisitivo, la inversión de capital en las empresas, la restricción a las importaciones mediante el tipo de cambio y el aumento de ingresos en la población, rápidamente elevan la producción de bienes. Por eso, luego de una recesión prolongada, pueden observarse altos niveles de crecimiento del PBI, cercanos al 10 por ciento, como ocurre actualmente.

Pero alcanzada la plena ocupación productiva, ahora resulta necesario ampliar empresas o directamente crearlas y esa actividad tiene su propio ritmo, nadie que produce diez pueda pasar a producir mil al día siguiente y los empresarios, seguros de tener que devolver el dinero que reciban en préstamo, nunca tomarán una cantidad mayor que la necesaria para el crecimiento posible de sus empresas.
En cuanto a la situación financiera, los bancos radicados en el país disponen de reservas suficientes para financiar ese crecimiento productivo, sin necesidad de recurrir al prestador de bancos, el Banco Central, cuya principal función actual es respaldar la base monetaria circulante y fijar el tipo de cambio.

El gobierno nacional decidió cancelar por adelantado la deuda con el FMI, utilizando las reservas de libre disponibilidad del Banco Central, aquellas que no quedan afectadas al respaldo de la base monetaria circulante. Con superávit fiscal y balanza comercial a favor, es esperable que las reservas aumenten, cuanto menos el próximo año y por lo tanto ese dinero no sea utilizado.

Con dos motivos se justifica el pago, por una cuestión de ahorro (el dinero del BC afectado al pago se encuentra depositado en el Banco de Basilea, Suiza, a una tasa de 2,5 por ciento anual y la tasa que cobra el FMI es de 6,5 por ciento anual) y por una cuestión política, no sólo de independencia, sino también de mejorar sus posibilidades de generar el consenso internacional que fuerce un cambio en la esencia del FMI, devolviéndolo a la concepción de su fundador, Keynes, por eso cancela la deuda y no renuncia a su asociación.

Conclusión

Este documento analiza solamente aspectos económicos de la gestión del gobierno nacional, más específicamente el pago de la deuda externa. Nuestra ideología, nos lleva a diferir en la concepción económica con el gobierno, los interpretamos como keynesianos y nosotros somos marxistas.

El gobierno apunta al desarrollo de una burguesía nacional, con un estado fuerte, que regule la economía con fondos “anticíclicos”, permitiendo la libre disposición entre oferta y demanda, evitando los monopolios. Nosotros no queremos burguesía de tipo alguno, queremos planificación y un estado dueño de las riquezas y de empresas que prosperen en función exclusiva del bienestar del pueblo.

Los últimos resultados electorales muestran claramente que la postura gubernamental cuenta con el mayor consenso en la población, todavía no es el tiempo de la izquierda en nuestro país, pero creemos que llegará y militamos para ello. No criticaremos desde el llano, sin compromisos ni responsabilidades, criticamos desde la simulación del poder y en él hoy cancelaríamos la deuda, sabemos que repartir $30.000 millones en la población sólo generaría aumentos de precios y el festín de la burguesía y que no hay condiciones específicas (insumos, maquinarias, personal calificado, etc.) para poner en marcha un plan de construcción de 500.000 viviendas, ni desde las empresas privadas ni desde el estado.

Creemos que la política económica del gobierno nos acerca al socialismo sin dirigirse hacia él. Si la opción para llegar al socialismo pasa por un capitalismo de estado, es preferible partir de un estado fuerte, keynesiano, que hacerlo desde uno inexistente, liberal. Podemos recorrer largo trecho junto a esta gestión de gobierno, nos encontrará apoyándolo en toda acción que fortalezca al estado y a las organizaciones sociales, a las empresas recuperadas y a las cooperativas, a la recuperación para el estado de los recursos naturales y estratégicos y al fortalecimiento de la salud y la educación públicas. No alentamos el crecimiento de las empresas privadas, las consideramos un mal necesario que impone la coyuntura y que la militancia puede tornar prescindente, cuando genere el consenso en la población de que a través del estado puede administrar de la mejor forma sus propios bienes.