La mayor parte de la burocracia encargada de nuestra política exterior y seguridad nacional fue preparada para enfrentar un enemigo que ya no existe. En la actualidad, la mayor amenaza la encarnan grupos transnacionales o Estados decadentes con un terreno fértil para su desarrollo. Después del 11 de septiembre, el Pentágono reaccionó invirtiendo más en el lenguaje y la educación cultural. Es un buen inicio, pero insuficiente, y corresponde al Departamento de Estado hacer aún más. Los servicios diplomáticos dedican demasiado tiempo a las negociaciones entre diplomáticos en detrimento de la diplomacia pública y de la reconstrucción de Estados (nation-building).
La diplomacia pública es la expresión directamente destinada a las poblaciones de un país extranjero sin pasar por sus dirigentes. Es más necesaria aún por cuanto no se implementa ya una política exterior sin la aprobación de la opinión pública. Condoleezza Rice ha afirmado querer reorganizar y desarrollar la diplomacia pública nombrando más especialistas en estas cuestiones en nuestras embajadas en los países en vías de desarrollo. También creará una oficina especializada en el Medio Oriente. Esto está bien, pero es insuficiente. Debe reinstaurarse la US Information Agency, desmantelada en 1999; hacer de la misma una agencia independiente y darle más fondos.
Para la reconstrucción de Estados o nation-building, se hace igualmente necesario transformar la USAID de modo que pueda participar en esto según el modelo de lo que hacía la Oficina Colonial Británica.

Fuente
Los Angeles Times (Estados Unidos)

«Diplomacy for the real world», por Max Boot, Los Angeles Times, 22 de febrero de 2006.