A los entierros corresponden epitafios, pero no se los podrá presentar al Juicio de la Historia.

Ante éste ha comparecido hoy Slobodán Milosevic tras haber burlado al Tribunal de La Haya. El hecho de que haya muerto en la cárcel como mártir, sin haber sido aclarado el motivo real de su fallecimiento, es la mejor base para que surja el mito sobre el luchador irreconciliable por los intereses de su país quien incluso convirtió su proceso en acusación contra sus adversarios. El líder carismático precisamente soñó con pasar a la Historia serbia de esta forma, habiendo intentado rehabilitarse en el sentido político-moral si no ante la opinión pública mundial, por lo menos ante los ojos de los serbios.

Sin embargo, la gente se inclina a perdonar muchas cosas solamente a los políticos acertados. Pero los líderes que sufrieron bancarrota, no tienen que cifrar esperanza en la condescendencia. Milosevic dejó de existir como político en 2000, cuando la oleada de ira popular acabó con el régimen autoritario reinante a lo largo de 13 años. No es casual que Yugoslavia se haya desintegrado poco después de su caída. El país dejó de existir como su presidente. Tal es el resultado dramático del líder político. Por esto su fallecimiento poco podrá cambiar en Serbia y en los Balcanes.

Es cierto que después de semejante fallecimiento, con el cual el difunto parece querer vengarse del Tribunal de La Haya, a las autoridades serbias les va a ser difícil en extremo cumplir el ultimátum de la UE de entregar a La Haya en lo que va de mes a Radovan Karadjic y Ratko Mladic. Si el Tribunal de La Haya sea un verdadero juzgado y no el instrumento destinado a justificar la consecuente política antiserbia de las potencias occidentales, el banquillo de los acusados tendrían que haberlo compartido junto con Milosevic el presidente de Croacia Franio Tudjman y el dirigente de Bosnia-Herzegovina Alia Izetbegovic a quienes se permitió irse tranquilamente al otro mundo, y también los cabecillas del Ejército Liberador de Kósovo que hoy gozan de fama de políticos respetables.

Pues, los crímenes de guerra en masa y la conculcación de los derechos humanos son un rasgo distintivo de cualquier guerra civil. Todas las partes de signo contrario se esmeraron en este campo. Al pagarles con la misma moneda significaría torpedear las bases del derecho. Aunque la falta de imparcialidad jurídica y el carácter politizado en extremo del juzgado orquestado en La Haya no justifica a los propios criminales, y seguir colaborando con éste en semejantes condiciones sería un gran problema para el actual gabinete de Voislav Kostunica que podrá resultar el último dirigente democrático de Serbia.

En la nueva situación un peligro mayor aún representan los intentos presurosos de Washington y Bruselas de conseguir la más pronta proclamación de la “independencia convencional” de Kósovo frente a Serbia. Será difícil explicar ese intento teniendo en cuenta el objetivo declarado en serio por la ONU: crear una sociedad poliétnica democrática en este territorio. Pues, el “Resumen omnímodo de la situación en Kósovo” preparado para el Consejo de Seguridad de la ONU podrá ser calificado de sentencia clara dictada a la actividad quinquenal de los pacificadores internacionales.

De ser traducidas sus formulaciones diplomáticas al lenguaje habitual, en Kósovo se vislumbra la situación calificada en confianza como “matonocracia” por los militares de la OTAN, veteranos de la campaña yugoeslava. Tras la fachada de instituciones estatales llevan la voz cantante los clanes mafiosos patrocinados por los principales políticos kosovares, ex dirigentes del Ejército Liberador de Kósovo. La aplastante mayoría de serbios que habían abandonado Kósovo después de junio de 1999 (alrededor de 220 000 personas) no regresaron de la emigración. Después de los nuevos pogroms antiserbios en marzo de 2004 el número de refugiados aumentó. De hecho, la convivencia de buena vecindad de los albaneses y serbios de Kósovo resultó un problema insoluble.

La condescendencia mostrada por los paladines occidentales de la independencia kosovar a los nacionalistas y narcotraficantes albaneses de Kósovo que recurren al chantaje de fuerza, estimula a estos últimos a persistir en su táctica que les surte altos dividendos políticos. Pero ellos mismos se convertirán en objeto de presión, si se les impide realizar el ideal de la “república piratesca”. El “salvoconducto” que les permita ingresar en la UE parece un medio eficiente de gobernar la élite de Kósovo desde Bruselas. ¿Pero a santo de qué tendrá que renunciar ésta a sus malas costumbres? Las estructuras criminales de Kósovo, sin salvoconducto alguno, ya se sienten en Europa como en su salsa, controlando la parte apreciable del mercado “negro” de drogas, armas y “mercancía viva”. De esta manera, podrá ser “convencional” no la independencia de Kósovo, sino la supuesta “europeización” de esta región. Hoy la independencia de Kósovo es inadmisible para las autoridades de Belgrado. En su tiempo este territorio fue la cuna del Estado serbio y es el lugar sagrado de la historia nacional, la religión y la cultura, cuyos monumentos (antiguas iglesias y monasterios ortodoxos, el campo de la legendaria batalla de Kósovo decantada en la poesía épica popular) se encuentran allí también ahora, aunque frecuentemente en estado semidestruido. La Iglesia Ortodoxa Serbia, influyente en el país, tampoco permitirá negarse a esa herencia. De tal modo, la renuncia a Kósovo se interpreta como atentado a la idiosincrasia nacional y equivale a suicidio político para cualquier líder político serbio.

En perspectiva, la falsa soberanía sobre Kósovo, exclusivamente en el papel, es tan sólo una carga económica para Serbia. Teniendo en cuenta la alta tasa de natalidad entre los albaneses, Kósovo es el foco permanente de expansión demográfica que amenaza con invadir el Estado serbio. Este territorio atrasado, superpoblado en lo agrario y con excesiva mano de obra es un fardo superior a las posibilidades económicas de Serbia. Kósovo en su composición es fuente de conflictos en cadena. Es posible que por esta razón los serbios puedan reconciliarse con la pérdida, a condición de que conserven los lugares sagrados para ellos y les sean pagadas compensaciones sólidas por lo demás. Pero a Serbia decidieron hacerla conformarse con esta situación ofreciéndole el “bombón” del acuerdo de la asociación a la UE y la supuesta estabilización. Sin embargo, amenazan quitárselo también habiendo vinculado el logro del acuerdo con la suerte de Mladic y Karadjic.

La debilidad de las actuales autoridades de Belgrado infunde esperanza de que se logre imponerles la transacción. Pero la primera secuela de la independencia de Kósovo lo será el éxodo definitivo de los serbios de esa región. Serbia se negará a reconocer la solución que se les impone, lo que en modo alguno podrá salvarla de la crisis política. Las elecciones anticipadas pondrán en el poder al Partido Radical Serbio de índole nacionalista, cuyo líder Voislav Sesel transige el impuesto aislamiento en calabozo del Tribunal de La Haya. Aumentará la probabilidad del divorcio entre Serbia y Montenegro, a propósito nada fácil. No está descartada la agravación de las relaciones interétnicas en Voivodina y en tres comunidades en el sur de Serbia. Todo esto vaticina el aumento de la emigración forzada. Tal vez los líderes nacionalistas no se atrevan a enfrentarse a mano armada a la UE y EE UU. Pero la democracia en la Serbia “weimariana” quedará relegada al pasado remoto, siendo nebulosas sus perspectivas europeas. Sólo se podrá hacer conjeturas respecto al influjo que la independencia de Kósovo ejercería sobre la estabilidad en Bosnia-Herzegovina y Macedonia.

Los paladines de la independencia de Kósovo se niegan a reconocer las amplias consecuencias políticas y las relativas al Derecho Internacional de este antecedente. Pero los primeros debates al respecto ya originaron vivos comentarios en las formaciones estatales post-soviéticas “no reconocidas”: Transnistria, Alto Karabaj, Abjazia y Osetia del Sur. La situación en estas regiones ya se ha agravado. El “antecedente de Kósovo” se debate en Crimea y Transcarpatia. Georgia, Ucrania, Azerbaiyán y Moldova se apresuraron a declarar que cualquiera solución del problema de Kósovo no ha de crear antecedente. Pero es lógico suponer lo diametralmente contrario: los ecos de la independencia se extenderán desde Basconia hasta Kurdistán.

El 31 de enero, al intervenir en la conferencia de prensa en el Kremlín, el presidente ruso Vladímir Putin recalcó lo inadmisible de dobles enfoques a la hora de cancelar los conflictos etnopolíticos y la ligazón directa entre la solución del problema de Kósovo y la suerte de los Estados post-soviéticos no reconocidos. En el Consejo de Seguridad de la ONU y el Grupo de Contacto sobre Kósovo los representantes de Rusia abogaban por enfocar la solución de semejantes problemas con la óptica universal, mientras que sus socios occidentales insisten en “el carácter único de la situación”, lo que está incompatible con el Derecho Internacional y el sentido común. Pues, este guión podrá ser aplicado en cualquier lugar, donde para resolver otros conflictos no menos “únicos” se utilizará el mismo método “único”. La cuestión estriba tan sólo en la conveniencia y el precio.

Ria Novosti 16/ 03/ 2006