Los ocurrentes se reconocen como activos, cuando tratan de no perderse una peña en cualquier lugar, y pasivos, cuando sin ir a las reuniones son insistentes en la búsqueda y captura del periódico de los jueves. En realidad, todos son forjadores del diálogo entre un diario y sus lectores.

Siendo estudiante de Perio­dismo, más allá de las prácticas que uno realiza en los medios de prensa —siempre con tiempo limitado— y a pesar de la teoría, las letras impresas siempre estuvieron protegidas por cierto halo de misticismo inalcanzable. En enconadas discusiones algunos de mis compañeros sostenían que el acercamiento a los lectores era muy difícil cuando se trataba de medios masivos o de mayor alcance, porque sobre la gente siempre pesaba el hecho de que sus in­quietudes o deseos de hablar fueran a parar a algún archivo empolvado.

Casi a punto de graduarme y siendo profesora de futuros trabajadores sociales insistía en lo importante del diálogo para convencer y multiplicar el mensaje. Aunque admiraba los espacios de intercambio con los lectores como Abrecartas en Granma y Acuse de Recibo en el diario de la Juventud cubana, me perseguía la imagen de un periódico con pies, que saliera de los muros donde se cocina y se encontrara de tú a tú con quienes lo leen.

Ahora tengo el privilegio de pensar para una suerte de periódico andante. Donde las maravillas se tejen con la complicidad siempre ocurrente de los “tecleros”, lectores todos de estas páginas que a diario salen a la calle a seducirlos.

Lo más importante que ha sucedido desde que existe la sección Tecla ocurrente, según comentara su autor Guillermo Cabrera Álvarez, es justamente que el periodista se convierte en lector de sus lectores. El espacio, que en teoría debiera estar lleno de los teclazos de quien lo firma, se transforma en la letra y voz de los que leen. JR es más que su ocurrente columna semanal, más que las paredes que lo resguardan. Lo mejor es que la idea ha crecido hasta ser parte de la realidad de varias provincias del país.

Se trata de una descarga devenida espacio de reconocimiento de cada quien y donde todo parece posible en la grandeza de las pequeñas cosas.

Es habitual encontrarse lo mismo con una niña de 12 años, que con una abuela leyendo poemas o contando sus experiencias. Quienes no pueden estar por imponderables, escriben, mandan sus textos y sus ideas.

Los periodistas e invitados cuentan sus vivencias, responden preguntas, los directivos aclaran dudas, las amigas se reconcilian, una madre trae los textos de su hijo que ya no está, algunos agradecen, otros proponen ideas. La poesía es amiga constante, el humor estalla en carcajadas, la música llega, enamora, arranca palmadas, arropa recuerdos; las palabras descorren las cortinas del alma. Hay guión para el diálogo. Sólo fluye y corrobora cuánto hay de bueno todavía dentro del ser humano .

# Periódico Juventud Rebelde (Cuba)