La visión que el común de los ciudadanos suizos –como muchos europeos– tiene sobre la situación en Colombia es, además de confusa e incompleta, casi inexistente. Los escasos fragmentos que logran colarse de vez en cuando en la gran prensa suiza, sobre Colombia, la presentan como uno de esos países del “tercer mundo” malditos como estuvieron en sus tiempos Rwanda y Yugoslavia, o como son ahora Sudán y Chechenia. Pero a diferencia de estos, los prejuicios simplistas sobre el conflicto en Colombia se han mantenido por décadas, convirtiendo el tema colombiano en algo periodísticamente ininteresante. El conflicto colombiano se ha percibido como un sancocho de incontrolables violencias que hacen parte del patrimonio genético de los colombianos y las colombianas. En fin, que la guerra es una fatalidad del destino como lo sería un terremoto devastador.

Otra realidad

Afortunadamente existe la posibilidad, asomándonos a las fuentes de información alternativas, de ver, en medio de las imágenes de víctimas de atentados, de mujeres en llanto, de ‘mulas’ empujadas a la ilegalidad por el hambre, a una gente de pie. Golpeada, pero de pie. Son los campesinos de la Comunidad de Paz de San José de Apartadó.

Asentados desde hace décadas en las ricas tierras del Urabá antioqueño, se conformaron en 1997 en Comunidad de paz, para reivindicar sus derechos de población civil frente a todos los actores armados. En momentos en que miles de campesinos huían frente a las atrocidades de la arremetida paramilitar en la zona, centenares de habitantes de las veredas de San José decidieron permanecer en sus fincas y defender pacíficamente y hasta la muerte si fuere necesario sus principios –no participar del conflicto, no facilitar información o ayuda a ningún grupo armado, y trabajar colectivamente para el bienestar de la comunidad–. En casi nueve años de existencia, 170 miembros han sido asesinados, principalmente por el ejército y los paramilitares. Hasta el momento, ningún victimario ha sido condenado por esa masacre, ni por todas las que han ocurrido en casi diez años.

La historia de esta comunidad prueba que la represión que sufre no es una maldición, sino el resultado de intereses económicos y militares, de una voluntad de conquista para someter la población rural a la rentabilidad económica. Sus muertos no lo son por «balas perdidas». Por medio de este ejemplo, único pero emblemático, se entiende que el conflicto colombiano no es el caos desorganizado que quiere presentar la prensa europea.

Esta experiencia muestra de igual manera, que las víctimas pueden influir el curso de su existencia. Si la resistencia pacifica no ha impedido asaltos violentos, les ha dado una fuerza tal que los campesinos de San José son unos de los pocos que han podido salvar sus tierras, y mantener entre ellos un lazo social que ha desaparecido en otros pueblos de Urabá.

¿Solidaridad para quién?

Hace unas semanas se encontraron en Madrid decenas de personas y organizaciones de toda Europa, que apoyan a la Comunidad de paz y ven en propuestas como esta una respuesta sensata al conflicto. La meta de esta red es trasladar a Europa la solidaridad que han construido en San José, ante todo para proteger a la comunidad. Pues se ha comprobado el cierto grado de protección – lamentablemente no absoluto – que brindan la observación y la denuncia internacional a comunidades en riesgo. Se quiere dar a conocer a la Comunidad de paz a un máximo de gente, por medio de documentales, conferencias o giras, y trabajar para cambiar esa misma prensa que se niega a presentar la Colombia de los olvidados.

Sensibilizar el público europeo a lo que vive la comunidad, a sus valores y a la dignidad de sus campesinos no solo permitirá cambiar su percepción del conflicto colombiano. La podrá estimular a confrontarse a sí mismo, a sus valores y su propia pasividad. Pues los líderes de San José no son superhéroes, solo simples campesinos, con miedos, dudas, fallas y alegrías. Sin embargo elevan a la comunidad por encima de todo, hasta de su propia vida. Conocen perfectamente los riesgos que conlleva defender esos valores, sin embargo siguen fieles a ellos. Esa abnegación es muy lejana a lo que se vive en una sociedad como la suiza, la alemana o la española. Por eso, solidarizarse con San José no solo permite evitar ser cómplices de esas tantas muertes. También es una lección para nosotros mismos, porque si reprodujéramos solo un poco de esa solidaridad del otro lado del Atlántico, tendríamos mucho que ganar.

Desde abril de 2006 se difundirá en Europa y Colombia el documental Hasta la última piedra sobre la Comunidad de paz de San José de Apartadó. info@earthling-prod.net