En un estilo mucho más cándido que las descripciones de 1999 sobre las poblaciones desplazadas en Kosovo, controlado en aquel entonces por los serbios, el Wall Street Journal del 14 de marzo describe el proceso de división étnica que actualmente se desarrolla en Irak, bajo el muy relativo control militar estadounidense.

En primer lugar, este diario financiero afirma que la unidad de Irak es «uno de los principales objetivos» de los ocupantes. Se trata de una afirmación perentoria que contradicen públicamente diferentes partidarios de la división de Irak, tanto en el seno de la administración Bush (como Richard Perle y Paul Wolfowitz) como en el bando de los demócratas (como es el caso de Leslie Gelb, presidente del Council on Foreign Relations, o de Peter W. Galbraith, ex negociador de los acuerdos de Dayton). La división de Irak constituye también un objetivo para Israel. El Estado sionista apoya desde hace años los intentos de los kurdos del norte de Irak por deshacerse del control de Bagdad. Estos últimos ni siquiera esperaron a que la situación se envenenara para establecer una administración independiente sobre los recursos petrolíferos de la región. Este último hecho, mencionado además en el artículo del Wall Street Journal, contribuye grandemente a avivar las tensiones étnicas y no habría tenido lugar si Washington hubiese deseado realmente mantener la unión de Irak.
Vemos así cómo el verdadero objetivo de los halcones de Washington –la minimización del poder de Irak mediante la «balcanización» del país– se va concretando sin que tengan que asumir su costo humano. Por el contrario, la división étnica de Irak y la inevitable limpieza que la acompaña en ciertas regiones serán presentadas ahora por los colonizadores como el último recurso para remediar el caos, mucho peor, que ellos mismos provocaron.