La crisis económica, cada
vez más aguda, se manifiesta
en una disminución de la capacidad
adquisitiva, el deterioro
de las condiciones de
trabajo, el aumento del desempleo
y subempleo, la derogación
de los derechos laborales
consagrados en la
constitución política y los tratados
internacionales.

El Estado reconoce el derecho
de sindicalización -no ha
derogado la ley-. Pero, "hecha
la ley, hecha la trampa". La
ley señala que para formar un
sindicato es necesario que 19
trabajadores figuren en planilla como
estables.

Y los hay. Ellos son los que dan la
cara para leer las noticias -letelepronter-,
aunque no sean periodistas. Basta
con que sepan leer.

Están los comentaristas políticos,
los analistas, los directores de los noticieros,
los jefes de redacción.

Todos son personal de entera confianza
de la empresa. Cumplen directivas.
No opinan. No analizan. No escriben
lo que deberían. Todo está perfectamente
calculado. Ellos, ese tipo
de “periodistas” saben dónde y para
quién trabajan. No puede haber equivocaciones
y casi nunca las hay. ¿Sindicatos?
Eso es algo que no figura en
su diccionario.

Ellos, ese tipo de “periodistas” figuran
en planillas doradas, con sueldos
en dólares, tienen atención de salud,
seguro de vida, acumulan tiempo
de servicios y otras perlas.

Los otros, los periodistas que aceptan
firmar contratos por tres meses,
entregando a la vez una carta de renuncia
con firma, pero sin fecha, tienen
sueldos mínimos, cuando la ley
señala que un periodista al empezar su
trabajo debe percibir la suma de tres
sueldos mínimos vitales. Los practicantes,
que requieren un
certificado de la empresa
para obtener su título en la
universidad, no perciben
nada. Siempre esperan que
se produzca “la vacante”.

Y lo más doloroso y denigrante
para un periodista,
sigue siendo: callar.
Porque como hemos dicho
muchas veces, "La peor
opinión es el silencio".

En Perú, los periodistas
somos silenciados, pero
alguien, César Hildebrandt,
que conducía y dirigía
un programa de opinión
en Canal 2, se atrevió a desentonar.
Rompió filas con todos los medios
atados a la candidata de derecha
para las próximas elecciones presidenciales.
Rompió filas y se lo hicieron
pagar: fue inmediatamente despedido,
a “solicitud” del gobierno, el
que en la operación de despido y otras
cuentas, pagó a Baruch Ivcher, dueño
de Canal 2, veinte millones de soles
como compensación por daños causados
al edificio de la emisora en los
tiempos de Sendero Luminoso. Así
nomás.