Si bien el número de curules obtenidas por los partidos tradicionales está lejos de su media histórica, un análisis concienzudo de las nuevas fuerzas, y en específico de los organizaciones uribistas, permite concluir que buena parte de la política nacional sigue desarrollándose en el marco del bipartidismo. El caso del Partido de la U, gran vencedor de la contienda, lo ilustra con nitidez: la cuarta parte de los senadores electos por esta colectividad alcanzaron un lugar en el Congreso en 2002 con el aval del Partido Liberal -Dilian Francisca Toro, Luis Guillermo Vélez, Piedad Zuccardi, Armando Benedetti y Carlos García-. Algo similar ocurre con Cambio Radical, cuyo jefe máximo,Germán Vargas Lleras, fue codirector del Partido Liberal, y desde el 12 de marzo ha hecho distintos guiños en la dirección de acercar al liberalismo a la bancada que respalda al Presidente Uribe. De igual manera, el movimiento Alas Equipo Colombia es liderado por un antiguo líder del oficialismo conservador, el Senador Luis Alfredo Ramos.

Sin embargo, sería impreciso afirmar que las pasadas elecciones se redujeron a una pugna entre liberales y conservadores oficialistas y disidentes. Verdaderas terceras fuerzas, ajenas a los dos partidos tradicionales, no sólo no pasaron en blanco en las elecciones del pasado 12 de marzo, sino que en algunos casos lograron consolidar y ampliar su representación parlamentaria. El Polo Democrático Alternativo, por ejemplo, decidió hacerle el juego a la reforma política de 2003, se agrupo, organizó y aumentó su representación legislativa en tres miembros. Como resultado, la izquierda democrática dejó de estar representada en ocho pequeños movimientos políticos, como lo estuvo en 2002, y presentando una sola lista alcanzó 20 curules en el Congreso, 11 en Senado y 9 en Cámara.

Por su parte MIRA, el movimiento político dirigido por la senadora y líder religiosa Alexandra Moreno Piraquive, si bien tan sólo alcanzó tres curules en total, consiguió que dos de sus candidatos llegaran al Senado, casi triplicando la votación obtenida en 2002: de 81.061 votos obtenidos hace cuatro años en Senado, pasó a 220.395 en los últimos comicios.

Así, el mapa político colombiano no ha sufrido cambios estructurales tan radicales como se podría pensar. El bipartidismo, aún permeado por la disidencia de sus miembros, sigue manteniendo su hegemonía en el ámbito parlamentario. Sin embargo, los espacios para las terceras fuerzas, como era la intensión de la Constitución del 91, siguen abiertos para aquellas colectividades que quieran hacerle contrapeso a los dos partidos tradicionales. Sólo falta esperar que estas tercerías logren consolidarse como un proyecto político a largo plazo, y eviten ser absorbidas por la dinámica bipartidista como se ha visto en el pasado.