De este modo, se ve cómo antiguos enemigos de los ideales izquierdistas se abrazan, sin ruborizarse siquiera, a esta bandera, conscientes de que los revolucionarios (como en el pasado) se hayan dispersos y enfrascados, muchas veces, en discusiones bizantinas que no contribuyen en mucho con la verdadera conducción que debiera tener el proceso revolucionario bolivariano.

Esto ha obstaculizado seriamente que el proceso revolucionario se alimente de una verdadera teoría revolucionaria socialista como alternativa al capitalismo, ya que no se abre campo al debate de las ideas y, mucho menos, se apoya decididamente la formación de los cuadros revolucionarios que tendrían en sus manos la definición del rumbo futuro de la transformación radical de la sociedad venezolana. En tal sentido, faltan muchas cosas por hacer, puesto que no puede confiarse todo a la buena voluntad de Chávez, esperando que él, y únicamente él, determine cuál será el siguiente paso a dar.

Sería una tremenda contradicción, fatal si se quiere, dado que se le niega protagonismo y participación a las masas populares, quienes están llamadas a ejercer en todo momento la democracia revolucionaria que se busca impulsar en el país, pero que, desgraciadamente, chocan con la dirigencia cupular reformista que se halla al frente de las instituciones públicas, siendo entonces necesario el rearme ideológico de dichas masas para que produzcan sus propios espacios y organizaciones de lucha.

En consecuencia, hay que fustigar con fiereza a quienes entraban, por simple mezquindad y personalismo, la consolidación y avance del proceso bolivariano a manos del pueblo. Esto tiene que hacerse a diario, desde todas las trincheras, ya que personajes de la derecha se posesionaron, a pesar del Presidente, de la dirección de este proceso y echan mano a todo lo que está a su alcance para impedir que los sectores populares tomen la rienda del mismo y le den forma y contenido verdaderamente revolucionario. Por ello es un imperativo contribuir a la apertura de espacios de gestión pública directamente controlados por organizaciones comunitarias, de modo que se restrinja y se trascienda el reformismo representado por algunos dirigentes partidistas y gobernantes municipales y estadales “chavistas”, quienes intuyen que un ensayo democrático de este calibre, de abajo hacia arriba, cambiaría por completo la fisonomía y las estructuras del viejo Estado burgués, modelado, primeramente, por el General Juan Vicente Gómez y consolidado, posteriormente, por los partidos políticos del Pacto de Punto Fijo.

En beneficio de la consolidación y de la caracterización del actual proceso revolucionario, todos los revolucionarios conscientes debieran actuar conjuntamente y, así, desarrollar la teoría revolucionaria del socialismo en el siglo XXI, evitando cualquier desviación respecto a sus objetivos primordiales. De ahí que resulte pertinente que se favorezca la elevación del nivel de conciencia del pueblo y del poder que ostenta sin saberlo, sin subordinaciones de ningún tipo, aunque ello suponga ser objeto de enfrentamientos y descalificaciones de parte de la dirigencia reformista, pero lo cual, a la larga, ayudará a depurar el proceso bolivariano y lo enrumbará por el camino correcto, es decir, aquel que democratice finalmente a la sociedad en general.

Esto tiene que tomarse en cuenta ahora que se espera captar la cifra de diez millones de votos para reelegir al Presidente Chávez. Es imprescindible que todas las fuerzas políticas y sociales, revolucionarias y progresistas, inicien una crítica constructiva, endógena, y dirigida hacia sí mismas, de modo que sean intérpretes fieles de la realidad nacional y se inserten, sin pretensiones manipuladoras, en las luchas cotidianas del pueblo. No confiarse nada más que en las estadísticas electorales del pasado o en la figura presidencial. Hace falta potenciar el liderazgo revolucionario en todos los sectores sociales identificados con el proyecto de revolución bolivariana, bien cimentado y dotado de las herramientas ideológicas que eliminarán o disminuirán esa excesiva dependencia emocional y clientelar respecto a los partidos políticos y a los gobiernos locales y regionales.

De ahí que la defensa a ultranza de la revolución requiera que la propuesta presidencial del socialismo en el siglo XXI tenga que construirse, tomando en consideración los aportes teóricos de Marx y otros ideólogos izquierdistas del pasado, como del presente, sin descartar aquellos que pudieran surgir de las luchas populares actuales. Esto evitaría el desgaste y extrañamiento sufridos por el Pacto de Punto Fijo y apuntalaría definitivamente el rumbo socialista que debiera tomar el proceso bolivariano.