Queramos o no, con brecha digital o sin ella, ningún país puede prescindir de la niña mimada de las llamadas Nuevas Tecnologías, a pesar de algunos inconvenientes, empezando por la decisión de los halcones del Pentágono de convertir la Red de Redes en su territorio particular de conquista y de incorporar un cuarto ejército a los cuerpos especializados de la guerra convencional: Tierra, Aire, Mar y Ciberespacio.

En cualquier ámbito, una guerra frontal con Estados Unidos supone altísimos riesgos. Sin embargo, el terreno de confrontación más vulnerable de los norteamericanos es la web. La verdadera razón por la que el Pentágono anda tan preocupado, es porque la Red de Redes tiene más ventajas que desventajas para los condenados al silencio en los medios de la propaganda imperial. Todas las organizaciones y movilizaciones pacifistas y disidentes del modelo norteamericano, en particular después del 11 de Septiembre, se han articulado gracias a la Internet.

Se habla, incluso, de un nuevo sistema sociológico, las “heterarchies”, en el que se unen como si fuera un mismo cuerpo las redes sociales con las redes digitales en función de acciones comunes, ya sea para el desarrollo de tecnologías bajo los preceptos del Software Libre, como para movilizaciones políticas al estilo del Foro Social Mundial o de las protestas multitudinarias contra la Guerra en Irak.

En un reciente artículo firmado por Donald Rumsfeld [1], el Secretario de Defensa norteamericano se lamenta de la incapacidad de los Estados Unidos para convencer a la mayoría del planeta de los objetivos de su guerra “antiterrorista”. “Estamos riñendo la primera guerra en la era del correo electrónico, las weblogs, los blackberries [2], los mensajes instantáneos, las cámaras digitales, Internet, los teléfonos móviles, las tertulias radiofónicas y los noticieros durante las 24 horas del día”, dice, y literalmente llama a la renovación de las tecnologías y de los sistemas para controlar estas herramientas de comunicación, menospreciando los argumentos que le permitirían a la gente discernir, aunque sea engañosamente, si los mensajes son verdaderos o falsos.

En otras palabras, esta reforma de la guerra psicológica y la fabricación del consentimiento no solo impedirá el debate, sino que se empleará a gran escala para usurpar, intervenir y convertir en blanco de las armas de guerra a los medios que se aparten de la propaganda oficial norteamericana, tal y como lo han hecho ya en Irak.

Pero el detonador principal de las alarmas en Washington no ha sido, a mi juicio, la existencia del mensaje de insubordinación, profundamente antibélico, que circula por la red y que está al alcance de los millones de usuarios norteamericanos, argumento que ha esgrimido Rumsfeld. EE.UU. ha creado la capacidad para enajenar a la mayoría de sus ciudadanos, enclaustrarlos en el vacío e inculcarles un egoísmo suicida. No es un secreto para nadie que las páginas web más visitadas por los navegantes norteamericanos son las comerciales y las de entretenimiento, coherente con una sociedad que ha convertido en obsesión morbosa el culto al mercado.

Pesan dos elementos muy peligrosos para la arquitectura propagandística norteamericana. Por un lado, el incremento a un ritmo acelerado de los usuarios de Internet, particularmente en áreas geográficas que no han logrado subordinar completamente los norteamericanos –el 36 por ciento de los usuarios está ahora en Asia, mientras que en el mundo existen mil millones de navegantes y se espera que esa cifra se duplique en apenas 9 años. Por otro, la crisis de credibilidad del periodismo tradicional ha desplazado a los lectores, televidentes y oyentes a la Internet y a la televisión por cable, en busca de opiniones alternativas al discurso alineado con Washington. Diversas compañías de análisis han probado que, en situaciones de tensión social, la Red se convierte en la primera fuente de noticias del mundo, en particular los medios alternativos, a pesar de que estos constituyen apenas el 10 por ciento de los sitios alojados en la web.

Tras la directiva del Pentágono, el 14 de febrero de 2006 el Departamento de Estado estadounidense anunció la formación de un equipo que monitoreará puntualmente a los países considerados “regímenes represivos que controlan el uso de la Internet”. El Global Internet Freedom Task Force (GIFTF), subordinado directamente a Condoleezza Rice, se concentra en los “aspectos de política exterior de la libertad en Internet”, que incluyen “el uso de tecnología que limite el acceso a contenido político y el impacto de esos intentos de censura en compañías estadounidenses; el uso de tecnología para rastrear y reprimir a disidentes; y esfuerzos por modificar la estructura de gobierno de Internet que restrinjan la libre circulación de información”.

En su segunda reunión de trabajo celebrada el 3 de abril pasado, el GIFTF "discutió la práctica y construcción de estrategias para apoyar la libertad de Internet”, según informó en un comunicado oficial la supervisora general del “grupo multiagencias”, la subsecretaria de Estado para Economía, Negocios y Asuntos de Agricultura. Josette Shiner advirtió claramente que el encuentro, donde participaron “altos” funcionarios del gobierno, “específicamente nos concentramos en los desafíos de la libertad de Internet en Irán, Cuba y China”. [3]

Admitir que la Internet emerge como trascendental escenario de la guerra, no significa que las acciones bélicas comienzan ahora en el ciberespacio. En la web, hace rato, se comenten escandalosos crímenes contra la libertad de expresión, no solo atacando y desmantelando sitios incómodos, sino ejecutando un meticuloso diseño para marginar y silenciar algunos países con la complicidad de los gobiernos aliados de Washington.

Además de enfilarle directamente los cañones de la Task Force de Condoleezza Rice, contra Cuba se han aplicado ya todas las variantes para limitar o reducir a la mínima expresión su presencia en la Internet. A la par de una campaña propagandística despiadada que ignora el destino social de la Red, desde hace años la Oficina de Control de Activos Extranjeros (OFAC, según sus siglas en inglés), adscrita al Departamento del Tesoro, mantiene una vigilancia estricta para impedir que los ciudadanos norteamericanos utilicen la web como pasarela para cualquier transacción electrónica que pueda beneficiar a una institución cubana, dentro o fuera de la Isla.

Hasta el momento, el Departamento del Tesoro a través de la OFAC ha regulado los vínculos de los norteamericanos con 13 empresas de Cuba o vinculadas a la Isla, desde que Bush anunció el endurecimiento de las acciones contra el pueblo cubano en el 2003 y que entraron en vigor en el 2004. De ellas, cinco operaban o tenían expresión por Internet y mantenían sitios que fueron incluidos en la lista negra: www.caribesol.ca, www.cimexweb.com, www.havanatur.cu, www.cuba-shop.net y www.sercuba.com

A esto se añaden decenas de sitios dentro y fuera de Estados Unidos, que suelen impedir a los usuarios que navegan desde Cuba la descarga de páginas o soportes gratuitos, internacionalizando en la Red el bloqueo norteamericano. Si un navegante desde un punto de la red cubana entra ahora mismo en la página de www.telemundo.com o www.telefonica.es, por ejemplo, automáticamente los sistemas le advierten que “…las leyes de Control de Exportación de los Estados Unidos prohíben la exportación de cierta información técnica y programas de computadoras a ciertos territorios. Ningún programa de este sitio puede bajarse o exportarse a un nacional o residente en Cuba...” [4] Es decir, los cubanos no solo no pueden acceder a las tecnologías norteamericanas y quienes violen esta disposición pueden recibir cárcel por ello, sino que extraterritorialmente la ley se extiende mucho más allá de sus fronteras, con la complicidad de compañías, instituciones y gobiernos “soberanos” que jamás aparecen en la prensa denunciados por crímenes de lesa expresión.

Aunque Cuba estaba en condiciones de enlazarse a la red internacional desde finales de los 80, no fue hasta julio del 1994 que el Departamento del Tesoro autorizó la transferencia de datos e información a la nación caribeña desde servidores norteamericanos. Esto realmente se pudo concretar en 1996, pero hoy los cubanos aún no pueden conectarse a Internet a la velocidad que quieren, ni contratar de manera independiente a canales y proveedores en Estados Unidos, país que controla tanto los registros de dominios como los principales nodos de acceso internacional.

Cada vez que se intenta añadir un nuevo canal a Internet, la contraparte estadounidense debe obtener la licencia apropiada del Departamento del Tesoro de Estados Unidos. No es un secreto –y sin embargo esto tampoco suele aparecer en la prensa-, que la Isla paga a precios de oro la conexión internacional vía satelital, porque Estados Unidos ha bloqueado toda posibilidad de enlazar a la Isla con el cable submarino, y prácticamente la capacidad de navegación del país se contrata a tres empresas, dos de ellas norteamericanas y la tercera, subsidiaria del nodo principal ubicado en EE.UU.

Llama muchísimo la atención que en los últimos meses se ha desatado una furiosa campaña que presenta al gobierno cubano como censor y controlador de la Internet, con cintillos machacones que a veces toman tintes melodramáticos. Quienes reproducen estas informaciones ni siquiera se toman el trabajo de indagar en fuentes oficiales norteamericanas, que cualquiera puede encontrar fácilmente en los sitios web de la OFAC, de la National Science Foundation (NSF) y del Departamento de Estado, que ubica en lugar destacado las feroces reglas del bloqueo norteamericano contra la Isla.

Un mínimo de suspicacia nos haría preguntarnos ante tanta alharaca mediática por la supuesta censura cubana de la web: ¿a qué viene esta desatada histeria con la Internet en Cuba? ¿Estarán pensando cerrar aún más los canales de navegación, que ellos absolutamente controlan? ¿Preparan el terreno para ganar la complicidad de la opinión pública? ¿Por qué nadie dice que solo a Estados Unidos beneficia un cierre de la Internet cubana, cuyo desarrollo mejora notablemente cualquier economía nacional? ¿Los asesores militares del Pentágono y de Miami le incorporarán a Bush este delicado asuntito en el nuevo paquete de medidas redurísimas contra Cuba que van a anunciar en mayo próximo?

Donald Rumsfeld lo ha dicho sin ambages: “El Departamento luchará contra Internet como lo haría contra un sistema de armamentos” (“the Department will fight the net as it would a weapons system”). Desde el 2003, con la invasión a Irak, la Internet se ha convertido en un blanco que ya recibe sus primeros bombazos. ¿Qué recursos técnicos, legales, propagandísticos han explorado los militares norteamericanos? ¿Hasta dónde han avanzado en el control del territorio digital? ¿Cómo evadir el totalitarismo norteamericano? En la guerra de la Galaxia Internet el futuro depende de responder estas preguntas y actuar en consecuencia para evitar que la Red se convierta en un nudo corredizo en la garganta de todos.

[1] El BlackBerry es un pequeño dispositivo inalámbrico que combina las posibilidades de telefonía, correo electrónico, mensajería instantánea, navegador web y agenda electrónica, entre otras opciones.
[2] Disponible en español, en el diario El Tiempo, de Bogotá (26 de febrero de 2006) http://eltiempo.terra.com.co/opinion/colopi_new/columnas_del_dia/ARTICULO-WEB-_NOTA_INTERIOR-2762380.html
[3] Consultar en el sitio Departamento de Estado norteamericano la nota de prensa sobre la reunión del 3 de abril de 2006, publicada tres días después: http://www.state.gov/r/pa/prs/ps/2006/64149.htm
[4] Para ver una lista de estos sitios que impiden a los cubanos acceder a sus servicios consulte en www.cubadebate.cu el artículo de Víctor Ángel Fernández “¿Podemos seguir viendo muñequitos?, en la dirección electrónica http://www.cubadebate.cu/index.php?tpl=opinion-show¬iciaid=6546¬iciafecha=2006-03-30

# Cubadebate (Cuba)