Los resultados de las elecciones israelíes muestran cambios notables en el plano político, en los programas de los partidos y en las prioridades del Estado. En cuanto al cambio de mentalidad, éste tomará mucho más tiempo, lo que prueba que la política colonial-terrorista, preconizada por el Estado hebreo, dominará mientras éste no sea un Estado pacífico en la región, como los demás. Dicho de otra forma, la paz no figura entre sus prioridades. Además, mientras sea el ejército el que elabore las políticas de Israel, los resultados del escrutinio no cambiarán gran cosa.
Benjamin Netanyahu condujo al Likud a una derrota merecida cuyas consecuencias no son aún predecibles, pero esta derrota no representa el final del veneno «likudista» en Israel, el cual llevó a que se cometieran los más atroces crímenes de lesa humanidad. Incluso si algún día desaparece el Likud, el «likudismo» seguramente sobrevivirá. Es una noción que remite a todo tipo de discriminaciones y barbaries, encarnada en el seno de sus simpatizantes en la Casa Blanca o en algunos países árabes. Este «likudismo» sobrevivirá a través de Kadima –hijo legítimo del Likud–, a través de la mafia rusa en el partido de Lieberman y, claro está, a través del extremismo religioso cuyos representantes ocupan una cuarta parte de los escaños de la Knesset.
El escrutinio no logró la sorpresa, dado que el ciudadano israelí no comprende todavía la regla del juego. No llega a distinguir entre un partido de derecha, del centro o de izquierda. Se trata de una confusión creada por los propios líderes.
Shimon Peres, por ejemplo, desde hace tiempo no muestra nada que precise su pertenencia a la izquierda, a la derecha o al centro. Por otra parte, ¿acaso existe una diferencia entre la izquierda, la derecha y el centro en Israel cuando todas las tendencias adoptan el asesinato de los palestinos como una política gubernamental y aplauden el pillaje de las tierras?
Más que nunca la comunidad internacional está llamada a precisar su posición con relación al plan de retirada unilateral escogido por el Estado hebreo para evitar cumplir los compromisos de la «hoja de ruta»; de lo contrario, ésta sólo servirá para enmascarar el complot mundial que sirve, evidentemente, los intereses de Tel Aviv y no los de la paz.

Fuente
Dar Al-Hayat (Reino Unido)
Dar al Hayat es un periódico árabe de política internacional, con sede en el Reino Unido. Con una tirada de 110 000 ejemplares, este diario mezcla artículos puramente informativos con un gran número de análisis y editoriales escritos por intelectuales del mundo árabe. Una de los integrantes más destacados de su equipo de redacción es Jihad Al Khazen, figura detestada por los editorialistas neoconservadores estadounidenses. Originalmente libanés, el diario fue adquirido en 1990 por el príncipe y mariscal saudita Khaled ibn Sultan.

«الليكودية باقية», por Abdelwahab Badrakhan, Alhayat, 30 de marzo de 2006.