Veníamos de la experiencia del programa del Vaso de Leche, recoger leche, hojuela, prepararla, servirla y creíamos entonces que nuestra misión terminaba ahí. Por ello, al escuchar las frases del título de este artículo resultaba ¡increíble! que alguien nos hable de ahorrar o de obtener un préstamo.

Habíamos luchado por sacar adelante nuestra organización la Coordinadora Local de Comités de Vaso de Leche, institución sin ataduras, rompiendo las reglas clientelistas, electoreras que impone la municipalidad del Callao. Ya habíamos pasado lo peor, enfrentar nuestros miedos y reconstruir nuestra organización social (pero aún no ha terminado).

Sin embargo, otra vez nos invadió el miedo de asumir este reto, porque temíamos fallar, no poder cumplir con la institución que nos animó a participar, los años de dependencia económica, afectiva pesaban mucho. El sistema bancario nunca nos quiso incluir en su listado de aptas para préstamos, tampoco cumplíamos con los requisitos exigidos, tener una boleta de pago, propiedades, garantes. Para los usureros del barrio tampoco éramos sujetos de crédito, porque había que devolver con 20 ó 30% de interés y dejar en depósito un artefacto.

Para formar un banco comunal en nuestro barrio, tuvimos que capacitarnos, organizarnos, elegir un comité de administración, no fue fácil entender a la banca. Convencer a las 35 mujeres para arrancar esta experiencia nos obligó a seleccionar a las más disciplinadas que no necesariamente contaban con grandes negocios ni bienes materiales pero sí daban sostenibilidad a nuestro proyecto. Por eso: elevar el ingreso familiar, fomentar el ahorro, fortalecer la autoestima y promover la solidaridad. A la hora de tomar decisiones, sólo 25 asumimos el reto.

Durante la capacitación también descubrimos que todas habíamos hecho historia inventando un pequeño ingreso para la casa, venta de helados, verduras, golosinas, confección de fundas para almohadas, sábanas, ambulantes, compra y venta de chompas, pantalones, cocineras al paso, cobradoras de micro, café para reparto y en carrito de mercado, etc.

Han pasado ¡tres años! y pueden revisar nuestras cuentas, no tenemos mora, hemos ahorrado, venimos cumpliendo nuestros objetivos de llevar un ingreso más a la casa, ahora nuestros maridos nos dicen: “chola ¿crees, que tu banquito podrá prestarnos lo que nos falta para invertir en un montón de cosas?”

Ahora, seguimos teniendo miedo, pero lo enfrentamos juntas, ya no estamos solas y aunque los funcionarios del Vaso de Leche o el regidor que vive en nuestro barrio, en vez de apoyarnos, quisieron romper esta organización, NO PUDIERON, hemos demostrado que la resistencia no se hace con grandes palabras, sino con gestos chiquitos. Tenemos mucha seguridad, estamos orgullosas de nuestro banco alternativo, frases como ¿y si no puedo devolver? “Voy a prestarme poquito”, es el pasado, ahora las frases son: ¿puedo duplicar mi préstamo? “tengo que chambear más para levantar mi negocio”, “presento una nueva socia, la conozco y sé que va a responder” ¡“Has visto mi libreta, nunca en mi vida he ahorrado US$ 200!

¿Qué nos falta?:

Incluir a socios varones (tenemos 3).

Elaborar nuestro plan de desarrollo.

Promover liderazgos.

Elaborar proyectos de gestión económica que incluya a más mujeres y hombres de nuestro barrio que incluso no sean nuestros socios.

Un local donde poder ejercer nuestro rol, integrar nuestro archivo, crear una central de información, tener una dirección para hacer una red de pequeños negocios, nacional e internacional.

Acceder a los programas sociales de negocios que brinda el Estado.

Tener personería jurídica y estar inscritas en el RUOS de la municipalidad.

¡No es el paraíso, pero es NUESTRA propia gestión!