Iraq es uno de los países del refugio ya que el ejército iraquí, al regresar de aquella perdida guerra de 1948, trasladó unos tres mil palestinos que pidieron auxilio, oriundos de las aldeas de Jenin. Los llevó a su país donde fueron recibidos como hermanos. Los refugiados palestinos tuvieron todo el apoyo y la solidaridad necesarios para aliviar sus sufrimientos y penas.

El Ministerio de Defensa asumió entonces la tarea de proporcionarles un hábitat y se ocupó de administrar sus asuntos hasta 1950, fecha en que la responsabilidad y la protección, de acuerdo con sus precarias posibilidades, pasó a manos del Ministerio de Asuntos Sociales.

El Gobierno Iraquí que, en aquel momento, se hizo cargo de los palestinos, impidió que estos recibieran ayuda de las organizaciones internacionales.

Al llegar, sus hermanos iraquíes les dieron la bienvenida, los ayudaron y les allanaron el camino para que pudieran participar en todas las esferas de la ciencia, educación, trabajo y llevar una vida digna, sin discriminación o humillación. Merecieron este apoyo por el respeto y amor mostrados hacia Iraq y su pueblo. No cometieron ninguna ofensa durante toda su estadía. Esta actitud no es de extrañar porque son los descendientes de aquellos que regaron con su sangre el suelo de Palestina, los nietos de los mártires de Jenin, Haifa y otros lugares de heroísmo y martirologio. Luego de una prolongada estadía en Iraq, durante la cual convivieron con los iraquíes en las buenas y en las malas a lo largo de 56 años llenos de graves acontecimientos, sin motivo real y en detrimento del interés de todos, cambiaron muchos valores, conceptos y lazos sociales.

Lo más grave de esos acontecimientos fue la ocupación de Iraq por EE.UU. y Gran Bretaña junto a otras fuerzas, en el 2003. Esta ocupación destrozó la soberanía de Iraq y trajo aparejada la destrucción y el sufrimiento de su pueblo, salvo aquellos beneficiados por el ocupante. Nuestros hermanos palestinos han sufrido buena parte de las penurias, como si la mala suerte se hubiera convertido en su aura inseparable en la patria y en el destierro y como si sólo pudiesen apelar a Dios.

Inmediatamente tras la ocupación, grupúsculos de patoteros comenzaron a atacarlos en algunas zonas de Bagdad, expulsaron a cientos de familias palestinas de sus hogares y amenazaron a otras, con aplicarles la misma medida. Las familias desalojadas de sus casas tuvieron que vivir en tiendas de campaña de plástico que se caracterizan por ser muy calurosas en verano y frías en invierno.

Muchas familias siguen viviendo en esas tiendas de campaña desde hace dos años, en medio de la miseria y la incertidumbre, sus penurias son sólo conocidas por Dios y por los allegados. Los malvados no se conformaron con esas fechorías, persiguen y hostigan a los palestinos acosándolos en los centros de trabajo y en sus hogares, inclusive llegaron a asesinar a varios a quemarropa y a sangre fría. Tal es el caso de cinco palestinos, entre ellos tres hermanos, que fueron asesinados cuando regresaban del trabajo, por tres hombres armados a cara descubierta, a pleno día, ante la mirada asombrada de los transeúntes, bajo acusación de ser colaboradores del régimen, pretexto esgrimido a menudo por los que pretenden aniquilar contrarios y opositores. Otros ciudadanos palestinos fueron asesinados, amenazados y acusados falsamente provocando su arresto por las tropas de ocupación y las fuerzas de la llamada Guardia Nacional.

A esto se puede añadir el constante hostigamiento a sus familias e hijos en los mercados, escuelas y áreas públicas y el abucheo y las malas palabras que impiden a muchas mujeres salir a las calles, atemorizadas como si estuvieran viviendo en Tel Aviv y no en Bagdad donde deben ser honrados y no maltratados y humillados de forma vergonzosa y dolorosa.

Todo parece indicar que tras esa campaña de odio hay una fuerza cegada por el visceral odio confesional sectario que les hizo olvidar los lazos de hermandad, patriotismo y de humanidad, los valores de fraternidad, generosidad y fuero íntimo que caracterizaron a los iraquíes a lo largo de su historia, especialmente con Palestina y su sufrido pueblo. Ahora bien, ¿quién se beneficia con esas prácticas criminales de lesa humanidad contra nuestros hermanos palestinos residentes en Iraq desde hace más de cincuenta años, durante los cuales fueron tratados dignamente? ¿Acaso se trata de una fuerza foránea hostil a los palestinos que está empleando algunos agentes y mercenarios para maltratarlos en todas partes, como venganza por el aferramiento a su patria y por no rendirse práctica y psicológicamente a la voluntad de sus enemigos y sus maquinaciones, tal como hicieron muchos iraquíes que se rindieron ante la ocupación de la patria y los planes enemigos?

Ante todos los actos bochornosos y criminales cometidos contra los palestinos, el gobierno de la nueva era no tomó, como estado, ninguna medida para proteger a un sector sujeto a ese tipo de agresiones. Al igual que otros gobiernos y organizaciones árabes, la nueva dirección iraquí ni siquiera ha dado un paso en el sentido de aliviar el sufrimiento de los refugiados, pese a ser conocido por todos, la criminalidad diaria de las bandas armadas, contra los palestinos.

Para colmo de males, se les aplica una medida que los obliga a renovar el carnet de residente cada seis meses, sometiéndolos a las burlas y maltratos, además de un gravamen de diez mil dinares, teniendo en cuenta que la mayoría de ellos está desempleada o separada de sus puestos de trabajo desde hace dos años, y que a aquellos que los tienen, apenas les alcanza para el diario.

Es así como se agudiza y se deteriora la situación de nuestros hermanos palestinos en Iraq que no encuentran quién los auxilie, disminuya su peso o haga conocer a los que desconocen su situación en el país donde siempre vivieron mejor, en comparación con sus propios hermanos de los otros países de la diáspora.

No podemos decirles a nuestros hermanos palestinos otra cosa que no sea: “deben tener más paciencia y resistencia como es habitual en vosotros, ya que son los descendientes de un pueblo enfrascado históricamente en la lucha que dirigió y sigue dirigiendo la más prolongada, feroz y noble lucha que llevó a cabo, un pueblo en la historia. Que sepan bien: La victoria es gemela de la paciencia, y que tras la angustia, la alegría y tras las dificultades, el éxito”.