Pero no es sólo a la intemperie. En los edificios, trabajadores se agitan preparando comidas rápidas bajo la mirada de un administrador-cajero-bodeguero. En los supermercados los empacadores levantan su salario con las propinas de los clientes. En las fábricas los trabajadores compiten por unas horas de trabajo a destajo. Todos ellos, jóvenes y mayoritariamente mujeres, tienen algo en común: hacen parte de la cada vez más grande franja de trabajadores pauperizados.

Bajos salarios, inestabilidad absoluta, ausencia de seguridad social, horarios no regulados, caracterizan la situación laboral de estos trabajadores. Algunos están afiliados a cooperativas y empresas asociativas que hacen de intermediarios ante los dueños de las empresas; otros son enganchados de manera individual.

Lo que estos trabajadores no saben es que están insertados en una voraz estrategia capitalista para elevar aun más las ganancias de los patrones, la misma que incluye la depredación sin límite de la naturaleza. La pauperización es así, una resultante de la aplicación de las fórmulas neoliberales, con resultados catastróficos, frente a los cuales los gobiernos y los organismos multilaterales se han inventado la llamada «lucha contra la pobreza».

La pauperización, por una parte, se manifiesta en los desplazados del campo a la ciudad, pero por otra, responde a los cambios en el modelo de producción caracterizados por la intensificación de los ritmos y las jornadas de trabajo, la dispersión de la producción y la eliminación de todos los derechos laborales.

Pauperización de la vida cotidiana

Sin embargo, el problema no solo se limita a la flexibilidad e inestabilidad que caracterizan a las actuales formas predominantes de contratación. También está pauperizado el trabajador contratado a termino indefinido cuyo salario está por debajo del costo de la canasta básica familiar. Así es, mientras que el salario mínimo mensual es de $408.000, la canasta básica para los trabajadores alcanza $813.000. Es decir mensualmente hay un déficit del 100 por ciento en miles de familias, lo que ha obligado a que todos los miembros de la familia busquen algún tipo de ingreso complementario. Apenas se puede sobrevivir sumando varios ingresos precarios.

Según los datos del mismo Dane, cerca de 23 millones de colombianos están en la pobreza, pero además no disfrutan de muchos de los derechos a los que deben acceder como ciudadanos.

Pero en la vida del trabajador, a sus preocupaciones de bajos ingresos e inestabilidad, se suma el acoso laboral y el estrés creciente, la falta de tiempo social y familiar a causa de los horarios arbitrarios, la imposibilidad de acceder a salud y educación de calidad y finalmente, la guerra sucia desatada por el estado contra los trabajadores y la población en general, que impide su organización y movilización social1. Por ello, lo pauperizado no solo son los empleos sino la vida en su conjunto.

Una legislación en contra del trabajo

La pauperización viene de hace años, pero se intensificó y legitimó con la reforma laboral del 2002 (Ley 789), que se aprobó con el argumento de crear 200.000 nuevos empleos por año. Con esta reforma, la flexibilización y las nuevas formas de contratación laboral se hacen norma a través de la eliminación de los vínculos formales de las empresas con sus empleados.

Las fórmulas de la flexibilización desprendidas de esta Ley, se manifiestan de diversas maneras, entre las cuales las más sobresalientes son sin duda alguna la reducción de la jornada nocturna de las 10 p.m. hasta las 6 a.m. [Cáp. VI, art. 25], el recorte de la remuneración de dominicales y festivos [Cáp. VI, art. 26], la deslaboralización de la relación con los estudiantes (especialmente del Sena) por la vía de los contratos de aprendizaje [Cáp. VI, art. 30 Ss], y la reducción de la tabla indemnizatoria por terminación unilateral del contrato sin justa causa [Cáp. VI, art. 28-29].

Pasados cuatro años de su aprobación, aunque la rentabilidad bursátil se dispara y la industria crece, el desempleo no disminuyó. Por el contrario, según la cifras del mercado laboral en el 2004, los únicos que reportaron crecimiento fueron los “trabajadores por cuenta propia”, es decir, desempleados que recurren al rebusque para no morirse de hambre.

Por otra parte, la promoción de viejas y nuevas formas de contratación que sustraen a los empleadores de sus responsabilidades legales ensombrecen aún más el ya oscuro panorama de la reforma. Las tácticas utilizadas en ese sentido son tantas que sólo mencionaremos las más recurrentes3 (ver recuadro).

En definitiva, la actual arremetida contra el trabajo ataca por lo menos tres flancos: la disminución real de las tasas de empleabilidad y por lo tanto la necesidad cada vez más apremiante de conseguir trabajos a cualquier precio; la reducción de los salarios de casi todos los trabajadores; y la promoción de formas de contratación que, además de contribuir al punto anterior, sirven para evitar que los trabajadores se sindicalicen.
¿Cómo responder desde el sindicalismo?

Sin un trabajo consciente y constante es muy difícil organizar a los trabajadores pauperizados. En primer lugar, porque no tienen un territorio fijo de trabajo. Un joven trabajador de comidas rápidas puede estar mañana haciendo mensajería y luego dedicado a la construcción. El esquema de organización en los marcos de la fábrica están casi que agotados y aunque no se puede abandonar este frente de organización social, se debe entender que la mayoría de trabajadores están por fuera de ella.

La idea de sindicalismo de industria también se problematiza. Como dijimos, un trabajador en muy poco tiempo salta de un sistema socio-económico a otro: en nuestro ejemplo hoy estaría en el sindicato alimentario, mañana en el de las comunicaciones y luego en el de la construcción. Ante tanta movilidad los sindicatos no pueden responder con estructuras rígidas. Es válida la iniciativa de la afiliación directa a la CUT y desde allí ubicar al trabajador en su sindicato correspondiente. En caso de despido o cambio de actividad seguiría sindicalizado en la Central, mientras se define su situación.

En segundo lugar, en medio de una legislación regresiva y totalmente proclive a los intereses de los capitalistas, el miedo se ha vuelto un arma fundamental. Los chantajes, las amenazas y la muerte campea, pero esos son los tiempos por los cuales transcurrimos y hay que buscar maneras de hacer el trabajo de organización. Si los centros o espacios de trabajo están permeados por la represión hay que volver al trabajo casa a casa, al partido de fútbol, al cine y los espacios recreativos como lugares de politización. Esa es la tarea de los activistas y dirigentes sindicales.

En tercer lugar hay la necesidad de una evaluación seria y con los resultados en la mano de los espacios de concertación. La realidad es contundente: las negociaciones colectivas cubren cada vez menos trabajadores, pero además los contrapliegos que son favorecidos con la complicidad del Ministerio de la Protección Social, ganan más espacio. La concertación del salario mínimo ha terminado con la imposición por parte del gobierno de incrementos amañados que no contribuyen en nada a recuperar la caída del poder adquisitivo de los trabajadores, y los escenarios compartidos –como los del SENA o aquellos que se encargan de la protección de los derechos humanos– solo sirven para legalizar la pauperización de los salarios dándole un manto de legalidad a la guerra sucia y a la impunidad.

No se debe descartar la participación en este tipo de escenarios, pero hoy el «diálogo social» funciona bajo condiciones de fuerza. La misma que le falta al sindicalismo.

Esta es la situación que tiene que enfrentar el sindicalismo, lo que demanda grandes transformaciones, tanto en su concepción como en su quehacer. La pauperización azota a la mayoría de trabajadores, mayorías que no pueden ser soslayadas como sujetos de las futuras luchas por la dignificación del trabajo.

  1. Dice la CUT: “Durante el año 2005 fueron asesinados 70 sindicalistas, 260 recibieron amenazas de muerte, 66 fueron detenidos arbitrariamente, 7 recibieron atentados contra su vida y 32 fueron hostigados”.
  2. La base ideológica de la reforma fue expuesta con claridad en la Editorial del diario La República (23-08-02): “el mercado laboral funciona en el capitalismo, como el mercado en general, sujeto a la ley de la oferta y demanda, cuyos niveles determinan el precio (salario) de la mano de obra. Así, cuando este es muy alto, las empresas contratan menos trabajadores, pero si es bajo, contratan más”.
  3. Una exposición detallada se encuentra en: Alberto León Gómez, “Colombia: el aniquilamiento del sindicalismo por la norma y por la práctica”. En: Marcel Silva (Ed.) Derribando los obstáculos al derecho laboral, 2006.

Más flexivilización, más injusticia

La masificación de los “contratos administrativos de prestación de servicios” para los empleados de la administración pública ha tenido un doble efecto perverso sobre los trabajadores. De un lado sus salarios son inferiores en relación con quienes siendo vinculados laboralmente ejercen las mismas funciones, son excluidos del régimen prestacional y obligados asumir los costos de su afiliación a la seguridad social. De otro lado, como no tienen vínculo laboral, no se les aplica el régimen de negociación colectiva ni las normas que protegen a los trabajadores de los despidos injustificados.

Así mismo, mediante el uso creciente de la contratación de actividades propias de las empresas (públicas y privadas) a través de “cooperativas de trabajo asociado”, los empleadores han logrado sustraerse de la aplicación de las normas del Código Sustantivo del Trabajo. Simultáneamente, dado que en las cooperativas son los trabajadores sus propios jefes, se les ha incrustado la idea de no sindicalizarse por no tener formalmente un patrón ante quien protestar.

En el mismo sentido apunta la cada vez más popular implementación de los contratos de suministro para productos correspondientes a la cadena productiva, el uso de out sourcing y de franquicias comerciales y el abuso de la contratación a través de empresas de servicio temporal. Toda ellas apuntan hacia la pauperización en el empleo y la negación de los derechos sindicales. “En efecto, en el tercer trimestre del 2002 el porcentaje de asalariados que estaban por debajo de dos salarios mínimos era del 83.5%, en tanto que al 30 de septiembre de 2004 era de 84.5%. Y la razón de este deterioro es evidente: la reforma laboral lo que hizo fue transferir recursos de los bolsillos de los asalariados a los de los empresarios” [1].


El Banco Mundial no descansa

Consistente con estas reformas y prácticas que pauperizan la vida de millones de trabajadores en el mundo, y de colombianos en particular, el Banco Mundial orienta al Gobierno nacional a realizar una nueva reforma laboral fundamentada en viejos y amañados argumentos (el salario mínimo en Colombia está muy elevado), con las siguientes características:

 Rebajar el número de salarios a partir del cual se aplica el salario integral.
 Acabar las aportaciones parafiscales.
 Desvincular la protección social respecto de la relación de trabajo. De modo que se asegure con recursos fiscales y no como pago por la relación de trabajo.
 Adoptar un salario para los jóvenes menor al establecido en el país.
 Reducir aún más el monto del pago por trabajo dominical


Los jóvenes defienden su derecho laboral

La juventud y los sindicatos franceses han regalado una gran lección a todos los movimientos sociales del mundo. Con grandes e intensas jornadas de protesta, obligaron al gobierno francés a retractarse de su Ley de Primer Empleo (CPE), con la cual flexibilizaban el mercado laboral de aquel país.

Al rechazo de la norma, que ponía a los jóvenes, en momentos de conseguir su primer empleo, en condiciones de total inestabilidad, se sumaron estudiantes de secundaria, universidad, centros de estudio técnico, trabajadores formales. Las concentraciones de protesta no dejaron duda del poder puesto en marcha por el neoliberalismo: por ejemplo, el 28 de marzo entre uno y tres millones salieron a las calles a protesta. El 13 de abril, la Ley rechazada o CPE, fue derogado oficialmente. Ahora viene el debate para la norma que la reemplazará.

[1Vásquez, Héctor. ¿Qué ha pasado con el empleo dos años después de la reforma laboral? Escuela Nacional Sindical. www.ens.org.co