Estados Unidos es el único país con capacidad para proyectar fuerzas militares a escala global. Esta unipolaridad militar (poder duro), deviene “multipolaridad” cuando se consideran las formas blandas, esto es, no militares, del poder, básicamente vinculadas a la economía, la tecnología y la cultura. Pero se trata de una “multipolaridad” que no altera, en lo esencial, el escenario internacional, atravesado estratégicamente por la hegemonía militar norteamericana.

La administración estadounidense, tanto en su versión republicana como demócrata, tiene como política de Estado la invariante del “libre mercado global”, es decir, la extensión de las relaciones capitalistas de producción a todo el orbe. El militarismo norteamericano, en el nuevo escenario mundial, intenta ser legitimado con un discurso en el cual los conceptos de “nuevas amenazas” y “terrorismo” son centrales.

A los pueblos del mundo que luchan por sus derechos conculcados o que nada tienen que esperar de ese nuevo “capitalismo democrático”, sólo les queda la política como arma disuasiva. Se trata de alentar las movilizaciones de masas en el corazón mismo de Occidente, en pos de alumbrar un programa nacional patriótico de no injerencia y de convivencia mundial, sobre pautas consensuadas entre naciones y pueblos expulsados a la periferia del mundo –o en proceso de serlo-.

# Revista La Utpba de mayo de 2006