Esta sabia sentencia del filósofo de Frankfurt no equivale a “arreglar el país en viernes cultural”. Pone más bien en relieve la necesidad de hacer un alto en el camino cuando la crisis es cosa cierta, para darle paso a una reflexión seria y sistemática sobre problemas graves e innegables.

Porque en primer lugar, hay que tener una noción clara de que el desorden que vivimos en términos de un narcotráfico enraizado, de una guerra sorda que se mueve bajo la piel del país, de una economía sin orientación clara ni concierto que consagra “el rebusque” en todas las instancias sociales y las expresiones diarias que sorprenden a los extranjeros con noticias de sangre, presos y corrupción, voceadas en los noticieros. Pero además, la desintitucionalización del país a través de los últimos años ha convertido a gran parte de los institutos y departamentos administrativos en ruedas sueltas, cuyas funciones parecen un remedo de sus estatutos.

Esa situación crítica se viene acumulando, con alivios pasajeros en la gestión de los gobiernos, el Congreso y en los juzgados, pero sin lograr planteamientos de fondo para afrontar graves y prolongados problemas. Esa es la razón por la que me atrevo a proponer que se trabaje una agenda que sea sometida a un referendo popular, para que la desarrolle una Asamblea Constituyente de amplio espectro.

Porque existe una temática que requiere leyes marco como un Plan de Desarrollo Económico y Social de mediano plazo (16 años) con sus arandelas financieras, y leyes estatutarias que aclaren la Reforma Agraria con el indigesto narcotráfico, las Relaciones Internacionales en las cuales se va a encuadrar el país, una Ley de Administración de la Justicia, una Ley que decante el ordenamiento del territorio y de las ciudades, que revise temas que sonambulan en relación con el trabajo, la educación, la salud, la educación y la seguridad social.

Otros temas a medio camino, como el funcionamiento de los partidos y movimientos políticos y la función de vigilancia, control y desarrollo del Estado, deben ser precisados.

Pero para abordar temas tan candentes y urgentes tiene que hacerse con la participación de delegados de las fuerzas vivas, sean gremios, asociaciones, partidos, etnias, grupos armados y todo tipo de organizaciones que sometan sus candidatos al vedericto popular en las urnas.

En la registraduría se deben asentar los mecanismos de cada una de ellas para elegir sus candidatos e inscribirlos. Lo que se requiere es que exista una amplia y verdadera participación. En ese acto reflexivo deben estar representados todos los actores organizados que tienen que lidiar a diario con ese cúmulo de conflictos.

La Constituyente puede ser una Asamblea de 70 delegados, de los cuales 12 por ejemplo, sean la Comisión Constitucional y los 58 restantes constituyan una Asamblea Legislativa que le de cuerpo a las leyes básicas. Esa Asamblea legislativa, puede sustituir pro tempore al Congreso Bicameral, y podría subdividirse así:

 Tres comisiones centrales: 1.- del régimen económico del Plan de Desarrollo, de lo fiscal y financiero, 2.- del régimen político-administrativo, 3.- del régimen territorial; en dos
 Dos comisiones especiales: 1.- del sistema cultural y del modelo científico y tecnológico a desarrollar.
 Dos comisiones transversales: 1.- de justicia y derechos 2.- de comunicaciones y opinión pública.
 Dos comisiones estratégicas: 1.- de paz 2.- de verdad, justicia y reparación.

Repensar los problemas del país es la sustancia de esta propuesta, y por lo tanto crear una instancia que haga la pausa reflexiva y que se ocupe en serio de ponerle a la nación colombiana un norte bien sopesado.

Podría añadir otros asuntos propios de la mecánica electoral y los tiempos, pero lo importante es meditar sobre la urgencia de hacer ese alto en el camino para enfrentar lo que un gobierno de turno no tiene competencias suficientes para hacerlo.