Nos fuimos quedando con las arandelas. Por culpa de la cultura Light, de la trivialización y de la indiferencia, los debates y las encuestas se fueron metiendo en las campañas políticas como hacen los cucos en los nidos de las aves más débiles, y como ellos desplazaron a sus dueños y a sus enseres.

Por eso la campaña política actual, más que pobre, es dramática por sustracción de materia.

Tienen razón quienes se niegan a asistir a los debates que los medios encumbraron (en un acto onanista que aún se niegan a aceptar) como el plató de la democracia pero que no pasaron de ser encuentros efectistas sin incidencia en los resultados finales como lo saben Mockus, Barco y el mismo Uribe, elegidos a pesar de su desdén por esos escenarios en momentos coyunturales.

Sí, efectistas y contrahechos porque hicieron del repentismo (como en los reinados de belleza) el punto de quiebre del torbellino sin freno en que se convirtió el culto a la imagen como único punto de referencia de los candidatos. Privilegiaron hasta el cansancio la verborrea y el registro antes que las ideas y las propuestas. La polìtica como histrionismo. Pero las audiencias no comieron del cuento.

Tan absurdos como el debate en torno a las encuestas y que (en cumplimiento de la ficción borgiana) deberían estar descalificadas por un último sondeo para demostrar la desconfianza y la indiferencia que generan habida cuenta de sus errores, flagrancias y descaches monumentales e injustificables, como no sea por los avales interesados, coyunturales y hasta contradictorios, de quienes las encabezan.

Por eso hoy, y cada día más, tristemente la atención se centra en el tamaño de la tele, el lugar y las viandas que acompañarán el seguimiento del mundial de fútbol.

La noche del 28 de mayo (es un decir porque con la Registraduría actual habrá que esperar hasta el 2008) sabremos, como en todas las elecciones recientes, que los electores y especialmente los abstencionistas no se comieron tampoco el cuento de las encuestas. Entonces comenzará para unos pocos la increíble cosecha de quienes araron en la campaña más árida de que se tenga noticia.