Los tropiezos en las elecciones estudiantiles no son la caída del poder de Franja Morada. Tampoco un alfil díscolo que no se amoldó al legado original sin apuntar cuestiones de fondo. ¿Cuál es el legado de la Franja? Hay muchas cosas, hay carencias democráticas, hay otra cosa que es más primigenia y tiene que ver con el vaciamiento de los contenidos y el armonioso descompromiso militante.

Funda, la mafia, si se quiere, su poder en el manejo de caja, el reparto de cargos y el embudo en la toma de decisiones mediante los mecanismos electorales.

Entonces, hay un reclamo por la democratización en la elección de autoridades. Un hombre, un voto. Y ahí, ¿cómo es que se nos ocurre, para la superación de lo insostenible, la reproducción de los mecanismos que no nos conforman afuera? Hay más de un análisis de los vencedores de las limosnas que relataron que la caída de Shuberoff y de algunos centros de estudiantes radicales eran símbolo del nuevo devenir universitario. Y asumieron la política universitaria como la administración de los apuntes y el reforzamiento de la propia posición en la disputa por los puestos.

Hoy, cuando la sucesión de Jaim Etcheverry se limita al hombre que ocupe el cargo, la universidad le debe una crítica a sus estructuras.

Entre lo viejo y lo nuevo

Etcheverry llegó a la Rectoría de la UBA con el aval de la Franja tras la caída de Shuberoff, aunque después su quehacer lo distanció de ellos. Esto no fue una cosquilla para la mafia Morada, pero tampoco fue un mordisco al cogote. La Franja continuó ejerciendo poder, tanto en éste plano como en el estudiantil, aún perdiendo facultades y la FUBA (Económicas es un ejemplo de cómo una elección perdida no es la pérdida del poder). Y esta posibilidad es sostenida por su estructura hegemónica más allá de las representaciones, y que las representaciones no pueden poner en crisis esa realidad porque también sería atentar contra su naturaleza. Las organizaciones estudiantiles de Partido apuntan a la representación ampliada del estudiantado (con el ideal en la elección directa y ya no oscilar entre el tercio y el cuarto de los votos para la representación estudiantil en la elección, según el caso, en desventaja frente a graduados y docentes, y en algunos casos no-docentes) en la elección de los cargos de rector, decanos y directores de carrera. Pero al mismo tiempo surgen desde espacios asamblearios y agrupaciones dinámicas ideas hacia la democratización en la toma de decisiones y hacia la desburocratización de la universidad.

Alterini apareció en la sucesión de Etcheverry con sus antecedentes como Juez de la dictadura militar entre el 76 y el 77 y como Director de Asuntos Jurídicos de la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires desde 1981. El conocimiento de esto produjo el justo rechazo de diversos sectores. Su trayectoria no solamente comprende esto: en 1966 permaneció en la Universidad tras la Noche de los Bastones Largos pese a ser miembro de la Cátedra Integral de Boffi Boggero, quien renunciara perseguido y repudiando a la intervención. Los docentes renunciantes volvieron en 1973 (convidados por la intervención del gobierno de Cámpora), entre ellos Boggero, a los puestos que habían perdido durante la dictadura. Al año siguiente fueron removidos de sus cargos. Alterini quedó al frente de la Cátedra Integral de Derecho Civil II.

Y el repudio se tradujo en el impedimento de su asunción, pese a tener el aval vital de la mafia Morada y sus representantes.

Con evidencia, resulta inadmisible que la universidad permanezca en las manos de la mafia, como el PAMI en las manos de la mafia en estos días.

La violencia con la arremetieron los no-docentes afiliados a APUBA contra los militantes y la conducción de la FUBA en la Facultad de Medicina no es espontánea. La mafia morada utilizó el reparto de cargos no docentes para financiar su equipo de matones. El rastro de esa realidad recorre, por ejemplo, las elecciones estudiantiles en Sociales de 1997, con heridos de armas blancas y robo de urnas.

Protesta con propuesta

Esta cuestión estructural, sobre la toma de decisiones y sobre el reparto de cargos, determina el proyecto universitario hegemónico en Buenos Aires. Alterini fue una carta derrotada, fue el pifie y la insistencia hasta el escándalo. Pero la disputa no se limita al hombre, porque la Franja viene con recambio.

La renuncia de Alterini fue vivida como un triunfo estudiantil en las voces de la FUBA. También sectores del Frente para la Victoria se adjudicaron el logro, manifestando que así como Patti no puede asumir en el congreso, Alterini no puede estar el frente de la UBA. Más allá de razones válidas, lo claro es que dentro del proyecto nacional que encarna el Frente para la Victoria, es inadmisible la continuidad de la hegemonía Morada en las universidades nacionales. Y esta disputa se da desde una oposición sin cuerpo, pero llena de contenido (las bases universitarias que se identifican con el gobierno nacional son, en el mejor de los casos, minoritarias), contra una estructura que no encuentra conducción que la legitime, pero que goza de potencia en sus bases subsidiadas. Y dentro de ésa gran disputa aparece la FUBA con su denuncia contra Alterini, con su reclamo de democratización al estilo tradicional. Un hombre un voto.
Escuchamos a Alterini decir que la elección del rector se pospuso una y otra vez porque Etcheverry no se proponía garantizar su concreción, porque no pedía a las fuerzas de seguridad la protección del ámbito (primero el Colegio Nacional Buenos Aires, después la Facultad de Medicina).
No era la intención propiciar una elección a contramarcha de los procesos actuales.

Hoy, cuando Alfredo Buzzi (Decano de Medicina) en su rol del “Decano mayor” de todos los decanos de las facultades del la UBA ejerce en forma interina la rectoría, el rejunte que empujaba la candidatura de Alterini se encuentra fraccionado. La aparición de las posibilidades de Aníbal Franco (ex Decano de Veterinarias) es lo rutilante del momento en la carrera por la rectoría. Su afiliación peronista y su buena relación con sectores de izquierda y centro izquierda históricamente opuestos a la Franja aparecen como el signo del nuevo rumbo de las conducciones universitarias.

Para el interés estudiantil y docente sigue siendo primordial y lejana la crítica a las estructuras de poder universitarias y la práctica superadora. Así como las raíces del poder de la Franja Morada son profundas en la estructura universitaria, tienen que ser profundas las modificaciones que los nuevos proyectos encarnen. La consecución de éste objetivo precisa de instancias de diálogo donde los sectores estudiantiles no sean el apoyo pasivo y útil para los reclamos (justos) docentes, sino asumiendo en forma conjunta esta construcción.