En el año en que se conmemora el bicentenario del natalicio del Benemérito de las Américas, Benito Juárez, y en el año del trigésimo aniversario de la FELAP, agradezco –en nombre de nuestra organización continental- al México que en 1976, con la decisiva actuación del entonces presidente Luis Echeverría, brindó hospitalidad y garantía de vida a centenares de compañeros exiliados de distintos países.

Y agradezco a este México que hoy, en las personas del gobernador del Estado de México, Licenciado Enrique Peña Nieto y el Jefe de Gobierno del Distrito Federal, licenciado Alejandro Encinas Rodríguez, vuelve a ponerse a disposición de la FELAP, para conmemorar, junto a los periodistas de Latinoamérica y el Caribe, treinta años de compromiso con la verdad, “por un periodismo libre en patrias libres”.

Gracias, también, a los compañeros Calcáneo y Rentería y en ellos a todos los compañeros de la FAPERMEX.

Gracias por estar aquí a los compañeros de la actual directiva de la FELAP y la CIAP.

Gracias a todas y a todos, a los que estuvieron en el nacimiento de la FELAP y hoy están aquí.

Gracias a todas y todos los presentes.

La gran lucha de la FELAP, librada a lo largo de tres décadas, se ha dado, y se da, frente a la más grande ofensiva neoliberal-capitalista-imperialista contra los trabajadores y sus organizaciones, y contra todos aquellos pueblos que no han claudicado en la defensa de su soberanía y en largas, heroicas y consecuentes batallas por la independencia. Esa lucha de treinta años ha sido y es para la FELAP: la lucha por la dignidad, contra la barbarie y en defensa de la humanidad.

Desde el 7 de junio de 1976 hasta el día de hoy, podemos afirmar con orgullo que la FELAP no ha permanecido ajena, ni callada, ni neutral. Y ha sabido llamar a las cosas por su nombre, sin hacer oídos a los cantos de sirena de los supuestos nuevos tiempos: de historias clausuradas e ideologías dadas de baja. Por ello, en cada etapa histórica en las que los factores de dominación convocaron a nuestros pueblos a formar parte de la globalización neoliberal y la gobernabilidad democrática, del desarrollo sustentable, de la libertad de mercado, de la modernidad y la post modernidad; la FELAP no dejó de llamar a las cosas por su nombre, denunciando, sin eufemismos, todas y cada una de las trampas tendidas por la mentira organizada, por los crímenes de la mentira organizada y por la impunidad de la mentira organizada.

En estas tres décadas la mentira organizada convocó a los pueblos a esperar que en la vida cotidiana se hiciera realidad la teoría del derrame; mientras -sostenida de manera aluvional por los grandes medios de comunicación- la convocatoria no abandonó la promesa del ingreso al primer mundo, apelando a un lenguaje ajeno y a políticas absolutamente ajenas a las necesidades e intereses de miles de millones de personas: pobres de toda pobreza, pauperizados de toda pauperización.

La Mentira Organizada ha avanzado sobre las conciencias, los sentimientos y sobre los deseos de las mayorías sociales, convocándolas, sin excepciones aparentes, a formar parte del multitudinario elenco de actores virtuales de la sociedad de la información y la comunicación, y también ilusoriamente, a inscribirse en la denominada revolución tecnológica: producida, comercializada y controlada, por los dueños del dinero.

Las clases dominantes de nuestros países, ya penetradas hasta los huesos por los capitales transnacionalizados de la globalización neoliberal, apelando desembozadamente al control mediático, alentaron más recientemente el discurso que sobre “Las Metas del Milenio” especula con la idea de crear nuevas expectativas en sociedades destruidas, sometidas al hambre, la miseria y el saqueo.

“Están en marcha –aseguran- los proyectos que acabarán”: con la pobreza, el analfabetismo, las inequidades sociales, las enfermedades endémicas, el desempleo, los salarios basura, el trabajo esclavista, la regresiva distribución del ingreso, la cada día más desigual distribución de la riqueza. Y nada. Ni un paso adelante.

Hasta los más optimistas analistas de la tecnocracia dominante admiten que al ritmo de crecimiento actual de los países de nuestra región, la pobreza “será erradicada” dentro de 154 años. Nada es mejor, todo empeora. Entre otras cosas, porque como bien dice Leonardo Boff: “los dueños del mundo están a la sombra de los bancos. Son los que controlan los mercados financieros, las tasas de interés, las infovías de comunicación, las tecnologías biogenéticas y las industrias de la información”.

Y a todo eso junto, a toda esa mentira organizada y genocida, que no hace otra cosa más que multiplicar los millones de pobres, enfermos, analfabetos de nueva generación y esclavos, también, de nueva generación; a toda esa política que, a mediados de los años setenta se la sostuvo a punta de sanguinarias dictaduras militares; que luego, en los años ochenta, se afirmaron en los pilares de las teorías formuladas en los documentos Santa Fé 1 y 2, y que a lo largo de los años noventa hicieron pie en el llamado “consenso de Washington”; a todo ese arsenal ideológico, político, militar, económico, cultural, social y mediático; la FELAP nunca dejó de llamarlo por su nombre: genocidio por planificación de la desigualdad.

Treinta años de vida de la FELAP y, como mínimo –en coincidencia con la vida digna de la FELAP- treinta años de genocidio por planificación de la desigualdad.

Contra semejante ofensiva inhumana se ha desarrollado esta FELAP, se ha mantenido en pie esta FELAP, se ha puesto a la cabeza, como organización de los periodistas de Latinoamérica y el Caribe, esta FELAP: con dificultades y no siempre con aciertos, pero con dignidad y sin traicionar, jamás, los principios que le dieron origen.

Durante estos treinta años, por sobre nuestra condición de periodistas –incluso por sobre nuestra condición de periodistas profesional y gremialmente organizados- primó la dignidad. La dignidad de mujeres y hombres, que llegados a la FELAP desde distintos países, de distintas experiencias de lucha, desde diferentes corrientes del pensamiento crítico, revolucionario y transformador, siempre antepusieron sus profundas concepciones humanistas a las parcialidades y, muchas veces, a las mezquindades corporativas.

Hace poco, en ocasión de una invitación que nos hiciera la UNESCO, en Panamá, precisamente para tomarle el pulso a “Las Metas del Milenio”, dijimos que estas últimas tres décadas fueron signadas por la ferocidad capitalista, no sólo propia de la concepción imperialista y guerrerista de EE.UU., sino, además, por la ferocidad sostenida en algo así como un engendro de la teoría malthusiana sazonada con altas dosis de fascismo, que no ha hecho más que transformar a este mundo en un espacio irrespirable. El mundo de la barbarie. El mundo de la globalización de lo inhumano.

A eso –no tengo dudas- se refería, con sus palabras de aquellos días de 1976, el compañero Eleazar Díaz Rangel, primer presidente de nuestra organización continental, cuando en el Primer Congreso de la FELAP, decía: “La FELAP debe ser la más genuina y legítima representación de los periodistas latinoamericanos comprometidos con sus pueblos por su liberación, por la democracia y las libertades y las transformaciones de las estructuras económicas…”

A eso –y a nuestros desafíos y responsabilidades- se refería el primer artículo de la declaración de principios, de aquel Primer Congreso, de 1976, donde se afirmaba: “La Federación Latinoamericana de Periodistas es una organización antiimperialista, anticolonialista, popular y democrática, que adopta los métodos de lucha revolucionaria para el logro de sus objetivos”.

A eso, a la lucha por la dignidad y contra la barbarie, se refería en sus dichos y sus hechos quien fuera el primer secretario general de la FELAP, el peruano Genaro Carnero Checa, luchador infatigable, generador de ideas, decidido en la construcción de una organización de periodistas, no sólo para periodistas.

A ese mundo de la barbarie capitalista no ha dejado de referirse nunca, jamás, desde la palabra y la acción el compañero Hernán Uribe, de Chile: ayer como uno de los principales impulsores de la FELAP; hoy presidiendo la Comisión de Investigación de Atentados a Periodistas, revelando –con sus trabajos de investigación- quiénes, cómo y por qué se asesinan periodistas, en una sucesión inacabable, como ocurre aquí mismo en México, donde crímenes e impunidad se realimentan: a más impunidad más crímenes y a más crímenes más impunidad.

A esta globalización inhumana y a aquellas bases que la hicieron posible, a partir de mediados de los años setenta, pasando por sobre los cuerpos y las vidas de cientos de miles de luchadores populares, desaparecidos, torturados, asesinados, encarcelados y desterrados, no ha dejado de referirse, jamás, el compañero Ernesto Vera, de Cuba, otro de los principales impulsores de la FELAP y hoy Presidente de Honor de nuestra organización.

A todas las injusticias, atropellos y ultrajes, se ha enfrentado la FELAP, también en los tiempos en que fuera secretario general el compañero Baldomero Álvarez Ríos, de Cuba; o cuando, también como secretario general estuvo a la cabeza de las luchas el compañero Danilo Aguirre, de Nicaragua; o un poco más acá en el calendario: el compañero Iván Canelas, de Bolivia, quien ejerciera como presidente y ahora como presidente de Honor.

Exigiendo libertad de expresión para todos y justicia social, hemos transcurrido treinta años. Exigiendo que cesaran, una y otra vez, las amenazas y asesinatos de periodistas-trabajadores de prensa y exigiendo juicio y castigo a sus asesinos, así hemos transcurrido treinta años. Exigiendo respeto a las mujeres y hombres que en el ejercicio de la profesión son explotados intelectual y materialmente en el marco de las frivolidades mediáticas y la mercantilización de la información y la comunicación. Exigiendo respeto y convocando a la lucha, muchas veces en una relación de fuerzas ampliamente desfavorable. Mucho más desfavorable cuando durante los últimos treinta años se impusieron los criterios que operaron como atajos para las salidas individualistas y las corridas desesperadas del sálvese quien pueda.

Y a pesar de ello y de las críticas facilistas de los que mucho hablaban y poco hacían, de los que mucho hablan y poco hacen, sostuvimos y sostenemos la consigna de luchar para organizarnos y organizarnos para luchar. Esa, ésta, es la FELAP que cumple treinta años. La misma que hoy aboga por la integración de los pueblos que defienden sus derechos y riquezas, sin rendirle cuentas, ni pleitesías al imperialismo y a su insaciable motor, EE.UU.

Y en esa integración tan impostergable y necesaria, rescatamos, una vez más, la existencia de Telesur y de los ingentes esfuerzos de la prensa alternativa y alterativa en toda la región. Esfuerzos que requieren de más esfuerzos, para que cada mujer y cada hombre decidido a no resignarse sea un comunicador de sus experiencias, sus luchas y del llamamiento compartido a transformar la sociedad.

Claro que no ha sido sencillo, que no fue ni es sencilla la lucha frente a enemigos poderosos. No fue, ni es sencillo, plantarse de cara a la barbarie y decir, como dice la FELAP: No a la sumisión, No a la entrega, No al disciplinamiento a los factores de poder económico y político. Nunca supusimos que estábamos ante una tarea fácil. Y como alguna vez dijera nuestro compañero Ernesto Vera: “No obstante toda la sabiduría demostrada, nuestros antecesores no pudieron ni imaginar la realidad de hoy, cuando esos medios –de comunicación- justifican invasiones y bombardeos contra pueblos de varios continentes y se ocultan las causas del dolor y la miseria del ochenta por ciento de la humanidad".

En ese reto, frente al riesgo creciente, frente a tantas violaciones a los derechos humanos, frente a la cada día más insultante impunidad de los poderes mafiatizados, se fraguó la FELAP. Así existe y lucha la FELAP.

Seguramente podríamos recordar aquí tal o cual conflicto, esta o aquella anécdota, las huellas del paso del tiempo marcadas en los combates por la verdad y a favor de la vida. Pero, quizás más que eso, tan o más importante que eso, sea renovar aquí y ahora, el más preciado compromiso que nos ha hecho dignos como organización: luchar, no bajar los brazos, luchar, no renunciar a que un mundo mejor sea posible, luchar, luchar, luchar.

Y hoy como ayer nos toca hacer todo lo que podamos y más, para luchar contra toda injusticia, por la paz y contra las mal llamadas guerras imperialistas, que no son sino una sucesión de genocidios diseñados para llegar cuanto antes, a sangre y fuego, allí donde están los mayores recursos energéticos, naturales y estratégicos de la humanidad. Nuestra lucha, además, debe librarse enfrentándonos no sólo a los monopolios informativos y comunicacionales, sino a aquellos periodistas que por decisión forman parte de la mentira organizada y por lo tanto de variadas complicidades con los crímenes de lesa humanidad.

Compañeras y compañeros, he dejado de ex profeso para el final una mención, siempre especial, sobre el recordado y querido compañero Luis Suárez, baluarte insustituible al comando de la FELAP durante años. Una FELAP que, como él, se mantiene viva, incorruptible, de pie e innegablemente joven. Porque como el propio Luis decía aludiendo a los hombres y sus luchas, al paso del tiempo y a la entrega en favor de las nobles y grandes causas… como él decía, digo: “no hay peor ancianidad que la deserción”. Y así como él jamás desertó, tampoco la FELAP. Por eso, junto con Luis, digo: ¡Viva la FELAP! Y digo más: ¡Viva la dignidad de la FELAP! Gracias.