Pienso en los que se las arreglan, y bien, para meterse entre los agujeros que a veces dejan los emporios de prensa; y entonces tiran una línea o varias de su pensamiento verdaderamente libre, y cuelan un guiño por donde dicen que ésta o éste soy yo y no el interés ideológico de la corporación.

Pienso en los que trabajan de esto para cambiar al mundo aunque, inclusive, pienso más todavía en los que no quieren cambiar nada pero tampoco nos venden esa galletita intolerable de la información y la opinión neutrales. Pienso, ahí va, en los que advierten que de ninguna manera son independientes. ¿Independientes de qué? ¿De la patronal que los contrata? ¿De las empresas que los esponsorean o de las que sustentan al medio en el que habitan? ¿De qué son independientes?

Pienso en los que se desempeñan en esos espantosos periódicos partidarios que hay en la Argentina y que sin embargo tienen la inquietud de escribir con cierta altura, de que no todo da lo mismo, de que por más que se dirijan a militantes presuntamente convencidos hay que convencerlos mejor, de que no alcanza con el consignismo ni la retórica inflamada. Del mismo modo en que pienso en esos trabajadores de medios chicos; radios, cables, revistas barriales, emisoras públicas hechas pelota, que también y simplemente piensan que se trata de ser mejores y no de hacer las cosas a la bartola porque los escucha, ve o lee gracias si la familia. Y es que pienso en los que piensan, antes que nada, en que siempre habrá alguien dispuesto a atender lo que producen, si es que realmente se preocupan por producir bien.

Y pienso en los movileros que no creen que para dar buena información hay que hablar excitado y a los gritos tanto como pienso en Walsh, y pienso en los columnistas de la radio y la televisión que no llegan cinco minutos antes de salir al aire para comentar lo que hojearon del diario tanto como pienso en Panzeri.

Y pienso en los más de cien que se chupó la dictadura, porque dejaron claro el lugar desde el que ejercían la profesión como todos deberían dejarlo igual de claro. Y porque nos enseñaron que si se la toma en serio, jugándose por las convicciones, ésta será, siempre, una profesión peligrosa.

Sólo con esas y esos de quienes pienso todo eso quiero compartir el Día del Periodista. Ya sé que digo más o menos lo mismo todos los años, pero es que nunca se me ocurre decir otra cosa.

Les dejo un abrazo.

# Texto de la columna difundida el sábado 4 en el programa Marca de Radio (La Red AM 910).