Aunque ciertamente la dictadura de la noticia ejercida desde los grandes medios de comunicación no tardará en hacer del arranque del mundial de fútbol el asunto más importante para los ecuatorianos, por el momento el escenario político marca una corriente antiimperialista, correspondiente a la realidad que se vive a nivel continental.

A la declaratoria de caducidad del contrato de la OXY, su salida del país y la reversión de esos campos e instalaciones al Estado ecuatoriano, se agregan elementos no menos trascendentes: la suspensión indefinida de las negociaciones para el Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos y la posterior renuncia del jefe del equipo negociador, Manuel Chirivoga, así como del Ministro de Comercio Exterior, Jorge Illingworth; la declaratoria como enemigo al presidente Alfredo Palacio por parte de los llamados “sectores productivos”, y el giro político-económico del Gobierno hacia los países que lideran la corriente antiestadounidense, principalmente Venezuela, en función de firmar convenios de cooperación que le permitan resolver problemas económicos concretos. En este último aspecto se inserta la visita por siete horas del presidente Hugo Chávez a Quito.

Los antipatria están más dolidos que nunca, y tiemblan al pensar en la posibilidad de que esta corriente se afirme en el Ecuador, sobre todo estando tan cercanas las elecciones. Los fantasmas de Chávez, Evo Morales y Fidel Castro recorren los análisis de los voceros de estos sectores. Se los ha llegado a calificar como demonios; se han planteado campañas de duelo nacional por la presencia en nuestro país de uno de ellos, tal vez el más temido de estos tiempos.

Tratan de rearmarse a como dé lugar. Ahora su estrategia es atacar a Petroecuador, ponerle sancadillas desde el mismo Gobierno para que tenga problemas en la operación de los nuevos campos. Utilizan persistemente sus medios de comunicación para dar tarima a sus mejores politiqueros para que desempolven sus insultos y calumnias al movimiento popular, patriótico, progresista del país, que ha resuelto no dormirse en los laureles e insiste en propuestas para reactivar Petroecuador, redistribuir los recursos provenientes de ella, y hasta banderas de lucha más altas, como la nacionalización total de la indutria petrolera.

Lo lamentable es, y no podemos dejar de decirlo, que ese triunfo, fruto de la acción consecuente y unitaria de los pueblos, no logra continuidad en el nuevo escenario de lucha del momento: las elecciones. La unidad de la izquierda ha quedado hasta ahora como una mera evocación por parte de algunos y como una insistencia constante por parte de otros. El viejo problema ideológico en una franja del bloque popular vuelve a hacerse presente, aquel que se expresa en una actitud electorera, pracmática, vacilante, exclusivista y hasta etnocentrista. Lo destacable es que pese a todos estos problemas, por lo menos uno de los polos más importantes de las fuerzas de izquierda concretaron en Guayaquil, este 2 de junio, una alianza popular y ofrecieron al país los ejes programáticos que deben guiar a la izquierda en este momento y los candidatos que tienen la responsabilidad de liderarlos.