La movida teatral era muy poca, había un grupo que se llamaba el Búho y que presentó algunas obras, sin embargo, es hasta junio de 1966 cuando se estrena la obra de teatro Soldados (una adaptación teatral de la novela La Casa Grande, de Álvaro Cepeda Samudio), escrita y dirigida por Carlos José Reyes, quien formaba parte del grupo de actores y actrices de diversas disciplinas que con entusiasmo sacaban adelante una “Casa de la cultura” y mantuvieron esa sala de teatro durante dos años en el centro de Bogotá, en la carrera 13 con calle 20. Allí se encontraron y reconocieron los que con los años serían los pioneros del teatro colombiano. Lo cierto es que a partir de ese encuentro, los deseos de hacer teatro no pararon y ese puñado de actores y actrices decidieron continuar, lo que les demandaba un espacio propio, y buscando, buscando, encontraron una casona colonial en el barrio La Candelaria, donde desde entonces, con el esfuerzo colectivo del grupo, los amigos y el público se mantiene la actividad teatral. Así nació el Teatro La Candelaria.

Bajo la dirección del maestro Santiago García, La Candelaria cumple su cuarenta aniversario en junio de 2006, y qué mejor celebración para un grupo de teatro, que hacerlo con una obra como Antígona, que en esta ocasión es escrita y dirigida por la actriz y dramaturga Patricia Ariza, co-fundadora junto con Santiago García, Fernando Mendoza y Francisco Martínez, de este semillero teatral y cultural de Bogotá, en el cual hasta a Sófocles le hubiera gustado participar en una recreación de su propia obra. Si bien el estreno de una obra como Antígona es un acontecimiento teatral en cualquier ciudad del mundo, lo es mucho más cuando con el estreno de esta obra se celebra el cuarenta aniversario de un recién nacido grupo que tiene en su haber teatral 88 obras de teatro, veintidós originales, diez de creación colectiva, y doce que son propuestas individuales de algunos de sus actores y actrices.

El compromiso adquirido por los fundadores de “Casa de la Cultura” se mantiene, cuando el grupo se traslada al barrio La Candelaria, y toma el nombre del barrio que los acogió, convirtiéndose desde entonces en un referente teatral y cultural del Distrito Capital y del país. Quizá es por su forma de hacer teatro y el rigor mantenido en sus montajes e igualmente en la escuela permanente (en cuanto a la búsqueda del argumento de las obras de teatro del colectivo). La creación colectiva de cierta manera evoluciona la dramaturgia colombiana y latinoamericana, le da una identidad histórica, razón por la cual grupos como el Teatro Experimental de Cali, La Candelaria, y los maestros Enrique Buenaventura y Santiago García, se convierten en los pioneros del teatro colombiano no comercial. Junto a ellos se formaron numerosos actores y actrices, a algunos les tocó buscar la televisión, pues vivir del teatro en Colombia, desafortunadamente, es inviable al no haber el suficiente apoyo institucional ni empresarial y no existir equidad en el momento de repartir el presupuesto para la cultura y para el mismo teatro.

Dos tendencias

Es en la década del setenta caundo se definen dos o más tendencias de hacer teatro en Colombia, uno claramente comercial que da como resultado obras como I Took Panamá, de Luis Alberto García y dirigida por Jorge Alí Triana para el Teatro Popular de Bogotá –TPB– y, las otras con un claro compromiso social como es el caso del Teatro Libre de Bogotá –TLB–, el Teatro La Candelaria, La Mama, El Local, Acto Latino… Un movimiento teatral que incluso se extendió a los barrios bogotanos a través de los Festivales Nacionales del Nuevo Teatro, en donde se reunían los mejores grupos de los distintos departamentos colombianos. A su vez, el Teatro La Candelaria presenta obras de creación colectiva como Nosotros los comunes, La ciudad dorada, con las cuales son invitados a participar en Festivales Internacionales de Teatro como el de Nancy, en Francia, el Festival Latinoamericano de New York o el Internacional de Caracas.

Muy posiblemente, ese amplio repertorio que se produce en pocos años da orígen a una dramaturgia nacional, y la obra que más representaciones ha tenido es la creación colectiva Guadalupe años sin cuenta, del Teatro La Candelaria, premio Casa de las Américas de Teatro-1976; obra que se sigue presentando en versión del grupo Rapsoda, dirigidos por Patricia Ariza. A partir de esta obra el grupo continúa con su compromiso de abordar temas históricos y sociales, es así como, inmediato a Guadalupe años sin cuenta, inicia otra creación colectiva partiendo de la versión sobre Los diez días que estremecieron al mundo, que realiza el grupo Taganga de Moscú. Con esta versión y la crónica de Jhon Reed producen su versión sobre la revolución de octubre que da origen a la Unión Soviética, y con esta obra el grupo obtiene una vez más el premio Casa de las Américas de teatro -1978.

Pero no sólo de nuestra realidad social e histórica el grupo se ha nutrido para sus puestas en escena, también se ha alimentado de obras universales de la literatura como El Buscón de Don Francisco de Quevedo, que en adaptación y dirección del maestro Santiago García, se titula Diálogos del rebusque. Otra de las adaptaciones maestras es El Quijote, escrita y dirigida por Santiago García, partiendo de la clásica novela de Don Miguel de Cervantes. Han sido años de creación constante, de las mejores academias para un artista, pues la creación aflora en cada improvisación y obra que se presenta. Los actores que se forman en La Candelaria, por decirlo de alguna manera, son más completos en el sentido puramente artístico. A través de la creación colectiva el actor se encuentra, al igual que el músico, el pintor, el escritor y cuantos participen de ese proceso creativo.

Obras como Corre corre Karigüeta, El Viento y la ceniza abordan el tema del descubrimiento y, se presentan en un momento en que todo el mundo celebraba otro centenario más de descubrimiento y barbarie. Y El Paso, una obra de tensos silencios, que recuerda la realidad del narcoparamilitarismo y la estrategia del miedo utilizada para intimidar a la población, cuando del poder se trata. Una puesta en escena muy diferente es Decaos y Decacaos, donde la sutileza de la ironía descompone a los personajes y los descontrola llevándolos incluso al delirio. Y qué pensar de Nayra, la memoria, una obra donde el argumento como tal es el mito mismo llevado a los extremos del alucine de los personajes.

Así son estos viajes teatrales con el Teatro La Candelaria, cuyos principios fundamentales se basan en la teoría de Brech del teatro épico y el efecto del distanciamiento; de Jersy Grotovski y Eugenio Barba retoman sus exploraciones en el campo de la formación del actor, e igualmente las enseñanzas admirables de Peter Brook. El grupo asume y desarrolla las teorías de la creación colectiva de Enrique Buenaventura y Arianne Mouchkinne. En palabras del maestros Santiago García “La Candelaria se nutrió de la experimentación y las búsquedas teatrales que animaron la década de los sesenta del siglo XX para tratar los mitos, leyendas y conflictos de nuestro propio país: conflictos como el de las bananeras, la violencia de los años cincuenta y el gravísimo problema del narcotráfico. Todo aquello que como suceso o conflicto del pasado y del presente pudiera ser teatralmente tratado y transformado en experiencia comprensiva de nuestra compleja realidad colombiana.”

Han sido cuarenta años donde el amor al teatro los hace aguantar, la indiferencia institucional que llega tan sólo a “salas concertadas”, como si de la concertación se viviera en estos tiempos del ruido. Aun así La Candelaria se mantiene en constante creación, allí adentro y desde hace cuatro décadas ese entrañable escenario es un verdadero laboratorio teatral que ha dado vida a diversidad de personajes, que a su vez son parte de una realidad imaginada o una analogía de la realidad. Lo increíble es que en pocos años aparecieron otras salas en el barrio La Candelaria, como la Seki Sano, El Local, el Camerín del Carmen, El Taller de Colombia, El Teatro Libre de Bogotá, Varasanta, El Tecal, las fundaciones García Márquez, Alzate Avendaño, León Tolstoi, la Casa Silva. De acuerdo a las posibilidades que dan las viejas casonas coloniales han ido surgiendo nuevos grupos, nuevos locales, que con los años han transformado el viejo barrio en un pequeño Montmartre parisino, que disfrutan los bogotanos.


No se olvida
Entre los montajes realizados por La Candelaria, habría que resaltar el éxito que obtuvo la presentación de la obra de creación colectiva Guadalupe años sin cuenta, cuyo tema se centra en lo ocurrido en la década del cincuenta, cuando fueron asesinados más de 300.000 colombianos, el eje del montaje es el tema el proceso de pacificación con las guerrillas liberales del Llano. La obra se estrenó en el mes de junio de 1975, y de la misma se realizaron 1500 presentaciones en Europa, Estados Unidos, Latinoamérica y Colombia. Es de resaltar que el proceso de creación colectiva ha servido no sólo para que grupos como La Candelaria y el Tec hayan desarrollado una importante dramaturgia nacional, que le da una identidad al teatro colombiano con su público, pero hay que enfatizar que en esta forma de hacer teatro también se encuentra no sólo los elementos para proyectar obras propias, sino las bases del análisis para abordar a otros dramaturgos colombianos o de la literatura universal.

Otra obra que actualmente el grupo mantiene en repertorio es la creación colectiva El Paso, parábola del camino, una puesta en escena que igualmente nos ubica en un espacio incierto donde sucede de todo pero gracias a la imposición del miedo allí no pasa nada. Un referente especial es su última creación colectiva Nayra, que en lengua aymará significa la memoria; tres creaciones colectivas dirigidas por el maestro Santiago García, y en las cuales participa todo el grupo.

El éxito obtenido con sus propias obras no desmerita las adaptaciones realizadas por su director o por actores del grupo. Es el caso de obras como Vida y muerte severina, del escritor brasilero Joao Cabral do Melo Neto; Diálogos del Rebusque, escrita y dirigida por Santiago García, basada en El Buscón, de Quevedo, e igualmente la obra El Quijote, una adaptación escrita y dirigida por el maestro Santiago García. Y para celebrar este 40 aniversario estrenan Antigona, un clásico del teatro universal, adaptada y dirigida por Patricia Ariza. ¡Qué mejor para cumplir 40 años de actividad teatral ininterrumpida! Sólo queda felicitarlos y que cumplan muchos más.