¿Un nuevo Vietnam? “Recientemente estuvo aquí con nosotros el presidente Inacio Lula da Silva y presentó el proyecto Rondón”, agrega el alcalde. Considera “prioridad nacional” a la Amazonia, esos casi deshabitados cinco millones de kilómetros cuadrados de selva tropical. Un precioso tesoro que Brasil está decidido a defender.

La población brasileña está convencida que hoy las riquezas naturales son causa segura de guerra. La Amazonia [1] almacena enormes yacimientos de petróleo. Posee la reserva más grande del mundo de agua dulce y su biodiversidad -riqueza de especies- es incomparable. ¿Suficientes razones para una futura guerra?
¿De quién se supone que habrá que defender este tesoro? Los altos mandos militares brasileños ven con preocupación las bases de Estados Unidos cercanas a las fronteras de Brasil, en Colombia y Perú y desde hace poco, también en Paraguay. El ministro de Defensa de Brasil acaba de enviar una delegación a Vietnam para estudiar la guerra de guerrillas en condiciones de jungla. Y junto con las fuerzas armadas venezolanas, pronto vigilará el espacio aéreo de la Amazonia: “guardianes contra el imperialismo”.

“Tabatinga es tan importante estratégicamente, que instalamos un batallón aquí en forma permanente” -dice el general de brigada Joaquin Maia Brandão-. Y el obispo Alcimar Caldas presiente el peligro de un ataque militar: “Tenemos miedo de que un día las tropas estadounidenses lleguen y digan también aquí: ‘OK, a partir de ahora el aeropuerto nos pertenece, responde a nosotros y nosotros controlamos los ríos’”.

Ningún camino llega a Tabatinga. Desde Manaos, a 1.300 kilómetros -la ciudad brasileña más cercana- llega un vuelo diario. Pero la aerolínea brasileña Varig no puede hacer reservas, y a veces hay que esperar días en uno u otro extremo del trayecto. Es más sencillo emprender el viaje desde el vecino Perú, partiendo de Iquitos en un vuelo doméstico hasta Santa Rosa y desde ahí, cruzando el río Amazonas, a Leticia, en Colombia, frente a Tabatinga. Desde Leticia uno puede llegar cruzando la frontera a pie.

El mundo amazónico

Desde Iquitos parten embarcaciones que bajan por el Amazonas, al que los brasileños llaman Solimões, hasta Manaos. Hoy no llegan barcos a Tabatinga. En cambio abordamos un hidroavión que sale desde la vieja base de la Fuerza Aérea en Iquitos. Volamos una hora y media sobre la profunda selva atravesada por meandros de ríos marrones. Allí viven los indios tikuna, unos 26 mil del lado brasileño, 10 mil en Colombia y seis mil en territorio peruano. El hidroavión se posa frente al villorio peruano, un cúmulo de chozas de barro sin agua corriente ni canaletas. Huele a basural.

Un bote de madera nos lleva hasta Leticia, la ciudad fronteriza del lado colombiano. En el muelle dormitan tres policías abrazados a sus metralletas. No tienen mucho que hacer: la guerrilla, omnipresente en el resto de Colombia, evita a Leticia. El mercado local aparece inmediatamente atrás del muelle. Se venden frutas y jugos tropicales por monedas. Un hombre descalzo exhibe pescados: gamitana, pirañas, dorados, pirarucú, takú. A su lado, se sirve chuchuwaza, licor de corteza que se mezcla con miel. El vendedor vino hace veinte años de Medellín. Entonces, aquí había trabajo. Porque el más poderoso traficante de Colombia, Pablo Escobar Gaviria, había transferido su cuartel general a Leticia.
La ciudad vivió diversos booms económicos. En los años treinta, la fiebre del caucho de la India. Luego, la coca: entonces, el oro. Y con la cocaína llegaron los gringos, recuerda Evans Oliveros, diputado del partido de gobierno: “Esos marines aterrizaron con sus aviones Hércules y establecieron una base militar en el aeropuerto. Nadie sabe qué trajeron, a qué vinieron. A nosotros se nos prohibió la entrada”.

Tabatinga, ciudad en la selva

Nada se construyó en Leticia con los dólares de la droga. La ciudad fue perdiendo impulso a medida que más y más personas se iban a Tabatinga. Actualmente hay 40 mil de sus habitantes en el lado brasileño, así como 12 mil indios. La frontera está abierta.

Tabatinga consiste en una calle principal -la avenida Amizade (Amistad) que comienza en la frontera y termina en el aeropuerto-. En esta avenida están los edificios más importantes, los cuarteles, el hospital militar, y también se encuentran allí el concejo municipal y el supermercado. Un anciano vende gasolina en botellas, ya que no hay estación de servicio en Tabatinga.

Más atrás, la farmacia. Su dueño llegó hace 18 años a la Triple Frontera. Fue el primero y no tiene competencia. Una vez al año se va con toda su familia al norte, para descansar, para bañarse en el Atlántico, para dar caminatas. Porque la vida cotidiana en Tabatinga es muy difícil, aún en los ratos de ocio. A este hombre no le gusta bañarse en el Solimões: no hay playas, las serpientes ondulan en sus orillas cubiertas de yuyos, en el agua hay pirañas y cocodrilos gigantescos. Es un ambiente que para nada invita. A los turistas les gusta la jungla como algo excitante, por un par de días. Pero detrás del muro verde de setenta metros de alto están las arañas venenosas y pululan las hormigas y mosquitos, así como los leopardos y plantas carnívoras.

En la orilla del río se alquilan botes. Taxis del río. En el aire húmedo, un vaho de cerveza y de cachaça. Nubes de mosquitos. La malaria no representa peligro en la ciudad, pero sí para los habitantes a lo largo del río. El problema más grande es el sida. Según un informe, el 70 por ciento de la población adulta de Tabatinga es VIH positivo. No existen cifras exactas, según Rogelio Arruda, jefe de enfermedades venéreas del hospital municipal. “El problema es muy serio. Los varones indios tienen relaciones sexuales con mujeres como con hombres, con la misma frecuencia. O mujeres con mujeres. Es normal el intercambio de compañero sexual”. Así, muchos son VIH positivos y la enfermedad se transmite fácilmente. ¿Cuántos son? “Eso no lo sé. Pocos, los menos, vienen y se los puede tratar. El indio no usa preservativos. Los preservativos son para los blancos. Para las personas civilizadas. Pero no para los indios”.

En 1776, soldados portugueses establecieron el fuerte São Francisco Xavier en el lugar que hoy se llama Tabatinga. Por mucho tiempo siguió siendo sólo un destacamento militar, ya que nadie quería vivir en medio de la zona india, con fuertes inundaciones del río Solimões. La situación cambió a raíz de los conflictos limítrofes con Colombia de 1932, que llevaron a que los cuarteles se ocuparan permanentemente. Pero recién en 1985 Tabatinga llegó a ser una verdadera ciudad.

Caimanes en el río

Visitamos al alcalde Joel Santos de Lima. Sus abuelos, descendientes de esclavos africanos, vinieron del nordeste. Las malas lenguas dicen que durante su primer mandato desapareció en sus bolsillos un crédito del Banco Mundial para construir una escuela. Pero ahora su partido está de nuevo en el gobierno, junto con el Partido de los Trabajadores del presidente Lula.

Hoy debe acompañar a dos funcionarias del Ministerio de Educación a inspeccionar las obras de construcción de una escuela en una aldea indigena, Barreirinha, 110 kilómetros al norte. Nos da la bienvenida el cacique. Es al mismo tiempo intérprete, ya que los tikunas hablan un idioma propio. Quince familias viven en cabañas elevadas sobre palafitos, debido a las inundaciones y las víboras. La escuela va a ser la primera casa de material en Barreirinha. Ya están listos los cimientos. ¿Qué más quieren? La malaria es un problema, dice el cacique. Y no tienen agua corriente ni de pozo. En el municipio vecino se instaló un pozo con su bomba y también una antena solar para el televisor comunitario. Acá se sueña con esas cosas. “Hasta ahora no tenemos teléfono ni Internet. Hace mucho que presentamos la solicitud. Pero a nadie le importó”.
“Técnicamente no sería ningún problema”, dice Francis Magalhaes, un pionero de la web que trajo el primer provider, “Proxy-Solimões”, a la Triple Frontera. “Sería también muy importante para la seguridad nacional conectar a la red a los habitantes del río. Son los primeros que podrían percibir y reportar cualquier movimiento sospechoso”. ¿Por qué no se hizo hasta ahora? Francis ríe: “Las cosas que más urgentemente necesitamos, son para el gobierno las más prescindibles. No se invirtió en Internet, pero se asignaron al proyecto Sivam sumas enormes: doce billones de dólares”.

El Sivam (Sistema de Vigilância da Amazonia) había sido instalado a mediados de los noventa por la firma norteamericana Raytheon. Fue cuestionado desde el principio y no sólo porque se pagaron fuertes sobornos para lograr la licitación y dejar afuera a los competidores franceses. Su tecnología -basada en radares y satélites- era ya obsoleta por aquel entonces, dice Francis, y por sobre todo, el Estado de Amazonas quedaba calculadamente en dependencia tecnológica de Estados Unidos.

Militares brasileños preocupados

En los cuarteles brasileños se ve a este emprendimiento con gran preocupación. Desde el golpe de 1964 los generales fueron estrechos aliados del Pentágono, luchando por la supuesta “libertad de Occidente” y contra el comunismo. Sin embargo, con el fin de la guerra fría, cayeron no sólo los enemigos sino también los aliados.
El general Joaquin Maia Brandão comanda la 16ª brigada de infantería del batallón de la jungla. Sus subordinados son mil hombres y una mujer, en el cuerpo sanitario. “Hasta ahora no se ha autorizado a ninguna firma extranjera explotar la riqueza del suelo de la Amazonia. Su petróleo es explorado exclusivamente por la compañía nacional Petrobras”, afirma.

“Las fuerzas militares tratan de evitar todo posible conflicto” -dice el general-. Pero llegado el caso, ¿quién sería el oponente? Los países vecinos difícilmente se enfrentarían a Brasil. Rusia tiene otros problemas y con la República Popular China existen fuertes lazos comerciales. En los libros de formación militar del estado mayor, el supuesto enemigo no emerge ya con uniforme largo y gorro de piel con estrella roja. Irrumpe en el campo de batalla bajo la bandera de las barras y estrellas, bajo la tricolor y la insospechada bandera de las Naciones Unidas.

Sólo Estados Unidos representa hoy una verdadera amenaza. El por muchos años jefe de estado mayor del Comando de la Amazonia (CAM), Thaumaturgo Sotero Vaz, advirtió sobre una posible anexión de la selva tropical con el pretexto de la protección del medio ambiente. Se refería a los comentarios de la ex primer ministra noruega Gro Harlem Brundtland, quien pretendía establecer en Amazonia una autoridad ecológica internacional, con función de policía, dependiente del Consejo de Seguridad de la ONU. El Grupo de los Siete tomó en aquella época esta idea con beneplácito y pidió se considerara a la selva de Brasil, incluyendo a sus comunidades indígenas, como “herencia de la humanidad” y propuso un “derecho a intervención”. El general Sotero Vaz anunció una “vietnamización”: “Defenderemos a la Amazonia con una guerra de guerrillas”.

En su página web el ejército brasileño reportó en febrero de 2005 la visita de una delegación de oficiales de alto grado a Vietnam. Cita: “La visita deberá producir contactos entre las fuerzas armadas de ambos países y llevar en el futuro cercano a un intercambio sobre doctrina de defensa en las áreas táctica y estratégica”. Los oficiales inspeccionaron Hanoi, Ciudad Ho Chi Minh y la provincia de Cuchi, con sus 250 kilómetros de túneles cavados en el pasado por el Vietcong. Luego de la visita se anunció que Brasil se prepararía para operaciones similares a las de aquellos tiempos en Vietnam y las de hoy en Iraq, en el caso de ser atacada la Amazonia. “Nuestra estrategia de defensa es algo similar a la guerra de guerrillas y nuestro país la utilizará de inmediato en el caso de ser atacado por otro país o un bloque de otros países con mayor poder económico y recursos militares”.

Los brasileños se sienten rodeados. El Pentágono ha levantado bases en las inmediaciones de la frontera con Brasil: en Paraguay, Perú, Ecuador y, sobre todo, en Colombia. Allí predomina la guerra civil y los cientos o quizás miles de oficiales norteamericanos son asesores de sus colegas colombianos en el combate contra la guerrilla de Izquierda.

Los generales de Brasil temen que las tropas de Colombia y Estados Unidos utilicen la lucha contra el terrorismo como pretexto para una penetración en Brasil, aunque la guerrilla evita a Leticia porque el acceso a la ciudad es difícil. Pero hace tres años el ejército colombiano, en el pueblo de Mitú, utilizó pistas brasileñas para garantizar el aprovisionamiento de sus unidades antiterroristas. El ministro de Relaciones Exteriores de Brasil protestó, pero el incidente puede repetirse.

Vigilancia conjunta brasileño-venezolana

Para fines del año próximo el número de tropas en la Amazonia aumentará hasta 26 mil hombres. Los puestos de frontera en las zonas casi deshabitadas serán reforzados y modernizados. Y hace poco Brasil convino por escrito con Hugo Chávez la supervisión aérea conjunta de la selva tropical. Chávez había llamado a la defensa continental “contra el imperialismo”.

Hasta ahora no hay reacción crítica de la sociedad civil en Tabatinga. La fuerte presencia de los militares, siempre alertas operacionalmente, no crea polémicas. Y la política ha perdido credibilidad. El Partido de los Trabajadores era la fuerza de oposición más fuerte hasta la victoria en las elecciones del legendario líder sindical Lula da Silva. Hoy, su gobierno está implicado en escándalos de corrupción. En Tabatinga, el PT apoya al alcalde. El obispo local mantiene un curso conservador. Y uno busca al Movimiento de los Sin Tierra en vano. Sólo el sindicato de trabajadores rurales ha abierto una pequeña oficina, hace dos años. Dice su líder, Onorio Sartorio: “Aquí no se producen huevos, pollos, carne de vaca, leche o verduras. Nada. Esto no puede seguir así. Entiendo que debamos cuidar el medio ambiente. Pero también debemos garantizar el alimento de nuestros 52 mil habitantes”.

Sartorio fue en el pasado capitán del Comando de Selva. Pudo entonces ser electo como diputado municipal. Su grupo exige la transferencia de las tierras públicas a los sin tierra. Pero no hay en Tabatinga ningún área pública que pueda distribuirse. Ante la ciudad está sólo la selva virgen, y allí viven los indios. Son ciudadanos brasileños, sin embargo, poseen un status especial. Los tikunas nunca fueron pescadores, agricultores, o recolectores en particular. Sus áreas de caza están registradas como “áreas indígenas” en la Oficina Nacional de Catastro, y no se permite a nadie más vivir allí. Ni a buscadores de oro, ni a leñadores, compañías mineras, ni tampoco a campesinos sin tierra. Las familias pobres a menudo penetran en estos bosques y limpian un pedazo de selva virgen para cultivo.

Sin embargo, las tierras tropicales no producen mucho; el humus existe en una capa muy delgada. Estas familias entonces se mudan de un lugar a otro y dejan espacios ralos que pronto son invadidos por el bosque secundario. Las autoridades tratan de prevenir estos asentamientos. Unas veces, porque quieren proteger las áreas indígenas demarcadas: otras, porque los terratenientes pueden pagarles por sus servicios.

Tabatinga: ¿futuro teatro de guerra? La guerra ya está en camino, dicen en el sindicato. La guerra contra los pobres. Esto puede ser correcto. Pero la entrega de tierras en la selva a los sin tierra tampoco es una solución. Las tierras tropicales no son apropiadas para la agricultura y ganadería.

Pero claro, un área deshabitada es tentadora. Invita a agresores de toda clase: leñadores, traficantes de droga, minifundistas, y también a potencias extranjeras a la caza de recursos naturales. Si los brasileños quieren defender esta zona, deberían colonizarla y ofrecer una actividad económica a sus habitantes. O la comunidad internacional transformará el área en un museo. Sin embargo, ¿está dispuesta a financiar el museo?

[1Amazonia es la región geográfica. Amazonas es tanto el río como uno de los Estados de Brasil que abarca su cuenca.