Así de claro. Se ve, y así lo expresa, que no pone en duda la voluntad de Michelle Bachelet para llevar adelante las promesas incumplidas. Por eso se la jugó en la campaña presidencial para la segunda vuelta electoral y los comandos que apoyaron su carrera al Senado siguieron trabajando hasta el final.

Se muestra lleno de dinamismo y de proyectos, mientras continúa recibiendo felicitaciones por su ascenso a la Cámara Alta. Luego de una dura lucha dentro de su partido por el cupo senatorial de la VIII Región Costa, que culminó con su designación como candidato y con la derrota de José Antonio Viera-Gallo -del ala más a la “derecha” del PS-, Navarro ganó la apuesta. Con el 42 por ciento de los votos, consiguió doblar la lista senatorial en su región junto con el democratacristiano Hosain Sabag, y dejar fuera del juego a Carlos Bombal y demás candidatos de la derecha.

Durante la campaña por la segunda vuelta expresó su convicción de que Michelle Bachelet sería la presidenta de Chile con los votos propios, los provenientes de la Izquierda extraparlamentaria, de muchos que no votaron en la primera vuelta y de quienes anularon su voto. Y eso, porque en su opinión, enfrentada a un único contendor de derecha “Bachelet no representaba el mal menor, sino una posibilidad cierta de desarrollo democrático progresista”.
Sin embargo, para sectores de la Izquierda extraparlamentaria que decidieron votar por Bachelet en la segunda vuelta sí era el mal menor, ante un gobierno de Piñera.

“En primer lugar, veo una gran responsabilidad política en la decisión que tomaron, porque esas definiciones siempre tienen costos internos. Se priorizó la estabilidad del país, y particularmente de los sectores democráticos, aún a costa de turbulencias internas. Eso es realmente valorable. Creo que el PC tomó una decisión responsable. En segundo lugar, es una decisión política, no una adhesión a Bachelet por su carisma o su cercanía con la gente. La Concertación tiene, por primera vez, mayoría en la Cámara de Diputados y en el Senado. Eso significa que aquello que nos estuvo vedado por 16 años o en que tuvimos continuos fracasos, es posible de realizar hoy. Tenemos mayoría para legislar sobre políticas sociales y de avance en los derechos de los trabajadores. Chile no es una empresa. Por tanto hay ciudadanos y no empleados. No necesita un gerente general”.

La DC tuvo una actitud errática durante la campaña, ¿qué confianza le inspira a futuro?

“El voto de la DC no es un voto cautivo. Y me parece bien que así sea, que los ciudadanos sean capaces de rebelarse. Un segmento muy minoritario de la DC tuvo un viraje hacia la derecha. Eso es parte de las contradicciones internas que siempre ha tenido uno de los partidos más importantes del país. No creo que se pueda hablar de crisis ni de divisiones. Es más, siento que viene aire fresco en la DC y esos vientos no soplan hacia la derecha. La segunda vuelta nos ha obligado a reflexionar sobre el sentido real de la construcción de país y sobre los costos que pagamos por la exclusión permanente e inexplicable de un sector importante de la ciudadanía. En ese sentido, la Concertación puede estructurar una mejor definición de sí misma. Si no lo hace, el gobierno de Michelle Bachelet será el último gobierno de la Concertación”.

Como socialista de uno de los sectores que está más a la Izquierda dentro de su partido, ¿qué opina de la alta votación que tuvo la derecha en algunos sectores populares?

“La UDI ha formado núcleos en las poblaciones, ha trabajado en sectores populares. Y la verdad es que el PS se ha refugiado en el gobierno. Una autocrítica necesaria que tenemos que hacer es desde dónde estructuramos los cambios políticos, sociales y económicos del país. El costo principal de la Concertación es que sus cuadros políticos más destacados han devenido en funcionarios públicos o autoridades, descuidando el trabajo de base. La UDI aprendió tempranamente. El único partido leninista que hay en el país -aparte del PC- es la UDI. Hace mucho rato que el PS abandonó las bases sociales, el trabajo sindical, el trabajo popular. Y esas cuentas se pagan. Esa puede ser la gran lección del reciente comicio presidencial”.

Lo que viene

¿Qué cambios espera con el gobierno de Michelle Bachelet?

“Va a ser un gobierno de marcada tendencia progresista, porque lo que resta por hacer de los programas de la Concertación es aquello a lo cual la derecha se ha opuesto durante 16 años y, como consecuencia, nos hemos quedado con un saldo progresista pendiente. No es que su programa sea de la Izquierda política o del progresismo, sino que el núcleo duro de las transformaciones adquiere carácter progresista debido a la extraordinaria concentración del poder que hay en el país, y al uso abusivo de la legislación laboral y medioambiental. Eso es lo que viene.

Mi opción de competir internamente en el PS con José Antonio Viera-Gallo y mantener el doblaje en la VIII Región Costa da cuenta de mi percepción de que si no hay un Senado con mayoría para efectuar esos cambios, estamos llegando al término de la Concertación. Porque las coaliciones son para hacer transformaciones. Sólo espero que la derecha haga una oposición democrática y constructiva, pero me da temor que pueda ver en esta facturación de las cuentas pendientes con la sociedad una amenaza para sus intereses, y que reaccione”.

¿En qué forma?

“Con una oposición dura. Sin duda alguna, está alejada la posibilidad de intervención militar, pero sigue latente recurrir a la vieja táctica de las presiones económicas. La reticencia de las empresas a pagar el impuesto por la explotación del cobre significa que mermarán los recursos del Estado para cumplir los programas sociales. Espero que no sea una señal de la derecha económica. Si lo es, este país requerirá mucha unidad y participación ciudadana para enfrentarla”.

Entre las grandes tareas pendientes de la Concertación, ¿cuáles son las prioritarias?

“Primero, una adecuada distribución del ingreso. Según las estadísticas de Mideplan, el quintil más pobre de la población ha disminuido su acceso a la adquisición de bienes y se ha empobrecido, mientras el 1% más rico de la sociedad ha concentrado mayor riqueza. Esto se debe al modelo económico, que ha sido criticado incluso por la derecha. Es un modelo que requiere urgentes correcciones”.

¿Cuáles?

“Mayor participación de los trabajadores, particularmente en un sistema de distribución del ingreso que muestre una correlación adecuada entre el desarrollo del capital y el ingreso laboral. Actualmente existe enorme diferencia entre los ingresos de las empresas y lo que pagan a sus trabajadores. Por eso, una de las primeras correcciones es nivelar hacia arriba los ingresos del trabajador, estableciendo la necesidad de que las empresas se desarrollen, pero que también mejoren la realidad económica del pueblo y las condiciones laborales”.

¿Cómo se podría llevar eso a la práctica?

“Modificando el Código del Trabajo, porque se requiere más fiscalización para que se cumpla la ley existente, y cambiando condiciones que se han desvirtuado, como la subcontratación. En este caso, una modalidad que se adoptó para responder a una necesidad del mercado se ha establecido como regla general. Es una desviación, producto de una débil legislación laboral que debe ser corregida.
En segundo lugar, está el cuidado de los recursos pesqueros. La crisis que ha provocado las mayores tasas de cesantía en Coronel y Talcahuano -a nivel nacional- se relaciona con la sobreexplotación de recursos naturales que terminan pagando los trabajadores, y particularmente el medio ambiente. La creación del Ministerio del Medio Ambiente anunciada por la presidenta Michelle Bachelet me parece una propuesta que hay que trabajar para darle contenido, de manera que las expectativas se cumplan”.

La «Bestia negra»

¿Cómo se piensa enfrentar el problema del desempleo y del trabajo temporero, que se da en todos los sectores?

“Por una parte, tenemos que hacer una reflexión propia, de país, y tomar conciencia que nuestra competitividad en el mercado mundial, basada en ventajas comparativas de recursos naturales, clima, infraestructura y baja remuneración de la mano de obra -lo que representa un dumping en el escenario de la competencia mundial-, puede hacernos retroceder. Un ejemplo de esto es el sector salmonero: somos los principales productores de salmón del mundo, pero con costos colaterales inmediatos como ingreso precario para los trabajadores y deterioro, por uso intensivo, del medio ambiente. Si eso no mejora, pierde el país. Esto deben entenderlo los empresarios. Nadie habla de evitar que se hagan buenos negocios: hay que hacerlos, pero también debe haber buen trato, trabajo decente y salario digno para los trabajadores.
Un fenómeno propio de Chile es la impresionante participación de la clase empresarial en política contingente. Pero si los empresarios entran en ese terreno, si participan en política, la financian y hacen lobby, también tienen que estar en condiciones de soportar la rudeza de la política. En ese sentido, es inevitable una reestructuración profunda y una redefinición de las relaciones laborales entre empresa y trabajador. Yo soy optimista respecto de esa redefinición, no tanto por la sensibilidad de nuestros empresarios, sino por las demandas de los mercados internacionales y las obligaciones contractuales que hemos suscrito en los tratados de libre comercio. Muchos empresarios viajaron a Roma para la santificación del Padre Alberto Hurtado, pero cuando tienen que dar, les duele”.

¿Hay quórum en el Congreso para modificar el Código del Trabajo?

“Hay quórum para modificar la situación de los subcontratistas. Y lo demás va a depender de otros cambios relacionados con el derecho a huelga. Pero no veo al Parlamento convertido en un campo de guerrilla, sino como la necesidad y posibilidad cierta de establecer acuerdos para hacer los cambios de manera progresiva, pero con paso firme y definido. Hasta hoy los cambios tienen una orientación contraria. Los trabajadores siguen perdiendo derechos año a año y las condiciones de trabajo empeoran. Estamos en una tendencia pro empresarial que es preciso revertir”.

No hay quórum para cambiar el sistema electoral binominal en el Congreso. ¿Cómo hacerlo, entonces?

“El sistema binominal ha tocado fondo, se ha convertido en la ‘bestia negra’ de la política chilena. Ha terminado destruyendo las relaciones de la Alianza por Chile, ha conflictuado interna y duramente a la Concertación, y ha excluido a un sector de chilenos que se expresan en el Juntos Podemos. Con esta mayoría que tenemos en el Senado se requieren dos votos adicionales -quórum de 4/7, que equivale a 22 votos-. Por tanto, se requerirán acuerdos políticos. De allí el emplazamiento que realizamos a Sebastián Piñera. El sistema binominal es único en el mundo. Se reformará si logramos que RN no se doblegue ante la UDI para obtener los dos votos que faltan.
En esto soy escéptico; como habrá un proceso de negociación, habrá que saber primero qué desea negociar la derecha. Hay que actuar con total transparencia y mucha participación ciudadana. No apruebo un acuerdo para terminar el sistema binominal que comprometa otras áreas. Y si se hace, la ciudadanía debe conocerlo y expresarse”.

Intervención del Estado

¿Cuáles son sus prioridades como senador electo?

“Espero integrar las comisiones de Pesca, Trabajo y Medio Ambiente del Senado, optando por el criterio de especialización. Como diputado, he estado en esas áreas en tres períodos plenos de insatisfacciones y siento que si bien uno nunca termina de aprender, espero que podamos concretar propuestas discutidas durante ocho años sin conseguir logros importantes.

Mis aspiraciones son que se apruebe una nueva ley de pesca que garantice la defensa del recurso y, en forma muy especial, la defensa de los derechos de la pesca artesanal, la única que genera empleo y que ha sido postergada al permitirse la concentración de la riqueza pesquera del país en cinco familias. También, efectuar las reformas laborales necesarias para incorporar la fiscalización de derechos reconocidos que no se cumplen. Y actualizar la ley de enfermedades profesionales y accidentes del trabajo. Hay un importante número de trabajadores y trabajadoras sin beneficios ni protección.

Por último, una tarea de fondo: reposicionar y devolver la dignidad a la política. Yo presenté un proyecto de ley en 1994, la primera vez que fui electo diputado, para cambiar el vocablo ‘honorable’ por ‘ciudadano’. Pienso que la honorabilidad no se gana en una elección ni se obtiene con un cartón universitario. No es un título autoasignado. Es una conducta de vida, con determinados principios y valores.
Soy un político, y me honro en serlo, pero falta revalorizar la política en Chile, particularmente entre la juventud. Aspiro a que tengamos una ley de inscripción automática y voto voluntario, porque esto conferiría gran poder a la ciudadanía y obligaría a los partidos a preocuparse mucho más de los ciudadanos y sus intereses, ya que 2,5 millones de personas que hoy no votan podrían cambiar cualquier elección”.

Hay inquietud por las consecuencias del tratado de libre comercio con China. Puede significar una avalancha de productos baratos que agravará la situación de los medianos, pequeños y microempresarios chilenos. ¿Cómo fortalecer a esos sectores?

“La única posibilidad de enfrentar al gigante chino es hacer una reforma constitucional que permita el desarrollo de una férrea unidad público-privada. China es un país con dos sistemas. Hay una adecuada combinación entre lo público y lo privado. Me parece absurdo que pretendamos competir y exportar a China manteniendo al Estado en un inmovilismo inexplicable en el mundo de los negocios y del intercambio internacional. Es preciso que el Estado pueda desarrollar emprendimiento empresarial en conjunto con los privados o en aquellas áreas donde no hay interés del sector privado. La Corfo, en la década del 40, generó las grandes empresas que han dado al país las riquezas que hoy tiene.
Esto no significa reeditar el debate entre estatistas y libremercadistas, sino crear condiciones para desarrollar el país y derrotar la pobreza. Junto a la apertura que Chile ha tenido ante el mundo, se requieren redefiniciones internas de cooperación y participación”.

¿Qué áreas se encuentran en esa situación?

“El sector pesquero artesanal. Los mercados mundiales demandan pesca fina, blanca, de consumo humano. Chile es el quinto país en volumen de pesca y posee grandes recursos pesqueros. Sin embargo, se consumen sólo 5 a 6 kilos de pescado por persona al año, a diferencia de España que llega hasta a 80 kilos per cápita anuales. Desarrollar la pesca que permite un adecuado procesamiento para el consumo humano requiere inversiones y desarrollo de un sector específico, que es la pesca artesanal. Allí se precisa la intervención del Estado.

El Estado puede aliarse con sectores productivos -pequeños, medianos y micro- que potencien el empleo. Esto requiere hacer una revisión sin dogmas. Ese proceso nos va a enfrentar, particularmente a la Izquierda, a definiciones importantes. Si vamos a hablar de negocios en el mundo, tenemos que aprender de lo mejor y sacar las grandes lecciones.

Existe una oportunidad enorme de negocios si el empresariado llega a entender que se requiere una alianza entre trabajadores y empresarios, y otra entre el Estado y el sector privado. Eso significa poner en el centro lo que más nos importa: derrotar la pobreza y mejorar las condiciones de vida de la gente. Si los empresarios no lo entienden así, quiere decir que estamos en presencia de un empresariado sobreideologizado, ambicioso, avaro, que sólo piensa en sí mismo. Me niego a creer que ése sea el tipo de empresario con el cual vamos a llegar al bicentenario de Chile.
Estoy optimista. Todos hemos aprendido lecciones y podemos proyectar al país de manera diferente, teniendo siempre como eje el bienestar de la gente desde las nuevas condiciones políticas del país y una vez hechos los cambios y reformas necesarias para la participación y la integración, como el término del sistema electoral binominal”.