"Conquistadores", ilustración de José Venturelli para el "Canto General", de Neruda.

En ese día, alrededor de las dos de la madrugada, hace 513 años, gritos lanzados desde La Pinta, una de las tres carabelas que surcaban el Atlántico, despertaron a las tripulaciones: ¡Tierra! ¡Tierra! Era el marinero Rodrigo de Triana, que había divisado en el horizonte una tenue franja terrestre.

Muchos reaccionaron con incredulidad: ya habían perdido las esperanzas. Pero aguardaron expectantes la salida del sol. Sí, era verdad. A dos leguas de distancia divisaron una isla. El tan vapuleado Cristóbal Colón había tenido razón. Era la isla de Watling, llamada Guanahaní por sus habitantes. El genovés la bautizó como San Salvador.

Colón bajó a tierra y de rodillas en la arena clavó la cruz para tomar posesión de esos lugares -naturalmente sin pedir consentimiento a sus habitantes- en nombre de los Reyes Católicos. Pacíficos, salieron a recibirlos. Los recién llegados les regalaron gorros de colores y cuentas de vidrio. Y recibieron papagayos y ovillos de algodón. Fue el primer intercambio entre europeos y nativos.

En su diario escribió Colón, refiriéndose a los arruacos, indígenas de Guanahaní: "Ellos dieron todo lo que tenían, mas me pareció que era gente muy pobre de todo". (Pasados 513 años desde entonces, los pobres de América Latina alcanzan a más del 40 por ciento de su población. Son "gente muy pobre de todo").

El motor de ésta y de otras empresas similares llevadas a cabo en el siglo XV fue el interés mercantil. Detrás de ellas estaba la naciente burguesía.

Hacia fines de la Edad Media, las especias provenientes de Oriente (pimienta, nuez moscada, clavo de olor, jengibre, canela) eran artículos indispensables en Europa. Se utilizaban para aliñar y conservar los alimentos; también se mezclaban con el vino y cerveza para darles más sabor. A partir del siglo VIII, las especias y otros productos de Oriente llegaban transportados por los árabes hasta Bizancio y Alejandría. Desde esos puntos, comerciantes italianos los llevaban a Europa.

Sin embargo, todo cambió en el siglo XIV y especialmente en el XV. Los turcos invadieron Asia Menor y cortaron el comercio. Existían dos posibilidades. Una, navegar por el Atlántico hacia el sur, bordeando la costa africana y seguir luego por el Indico hacia el este. Por tanto, el centro de gravedad mercantil se trasladó desde el Mediterráneo al Atlántico. Dos países, España y Portugal, pasaron a disputar el primer plano. Por esto llegaron a la península ibérica navegantes italianos y grandes mercaderes de la época, entre ellos dos capitalistas alemanes: los Welser y los Fugger, estos últimos llamados Fúcares por los españoles.

La segunda posibilidad la concibió el genovés Cristóbal Colón. Teniendo conocimiento de la redondez de la Tierra -idea rechazada entonces por la mayoría- planteó llegar al Oriente navegando hacia el Occidente. Logró el apoyo de los Reyes Católicos y éstos reunieron los fondos con prestamistas.

Fue así como Colón, navegante y científico, hombre valeroso y osado, se lanzó hacia lo desconocido en busca de una ruta que condujera a la región de las especias. Pero no pudo cumplir su objetivo. Un continente se le cruzó en el camino.

Significado del 12 de octubre

Sin duda que el 12 de octubre de 1492 es una fecha histórica. A partir de ella se encontraron dos mundos que se ignoraban.

No es el día del descubrimiento de América. Nuestro continente fue descubierto por sus primitivos habitantes, hace más de tres decenas de miles de años.

No se puede hablar de descubrimiento cuando se llega a una región ya poblada. ¿Se le puede llamar, entonces, encuentro de dos culturas? Sí. Pero se trató de un encuentro muy especial, un verdadero "encontronazo", como lo calificó el escritor guatemalteco Luis Cardoza y Aragón. Ese hecho abrió paso a la conquista y colonización, que para los pueblos indígenas tuvo el significado de un genocidio.

El mismo año que Colón llegó al nuevo continente, fue elegido Papa, gracias a turbias maniobras políticas, Rodrigo de Borgia, con el nombre de Alejandro VI. De vida licenciosa, tuvo varias concubinas. Político y guerrero, unificó Italia venciendo a los Orsini, los Sforza y los Colonna; protegió las artes. Además dictó la bula "Inter caetera divina", por medio de la cual repartió el Nuevo Mundo, en nombre de Dios, entre los monarcas de España y Portugal. Las tierras conquistadas y colonizadas pasaron a ser propiedad privada de los reyes. Surgieron dificultades entre ellos debido a imprecisiones de la bula. Se pusieron de acuerdo y firmaron, en 1494, el Tratado de Tordesillas, que determinó que la línea de demarcación correría a 370 leguas al occidente del Cabo Verde. Las tierras al este serían del rey de Portugal; las del oeste, del monarca español.

El 14 de septiembre de 1519 el emperador Carlos V incorporó América, a través de un decreto, a la corona de Castilla.

Los conquistadores se fueron apoderando del nuevo continente con una crueldad muy poco cristiana. Junto con la cruz llevaban la espada manchada de sangre. Un cura español dominico, Fray Bartolomé de las Casas, salió en defensa de los pueblos nativos. Alzó su voz para denunciar el crimen: "Luego que los españoles conocieron a la oveja (los indígenas) como lobos e tigres y leones crudelísimos, de muchos días hambrientos, se arrojaron sobre ella. Y otra cosa no han hecho de cuarenta años a esta parte".
Fray Bartolomé puso el grito en el cielo y logró ser escuchado. El 2 de junio de 1537 el Papa Pablo III dictó una bula donde señalaba que había que tratar a los indígenas como verdaderos hombres, fieles católicos y capaces de asimilar los sacramentos.

¡Fue necesario que transcurrieran 45 años desde la llegada de Colón a América para que la Iglesia reconociera que los nativos eran personas poseedoras de alma y razón!
El padre Las Casas obtuvo otro triunfo cuando el emperador Carlos V promulgó, en 1542, las llamadas Nuevas Leyes, prohibiendo la esclavitud de los naturales. A partir de entonces, se incrementará el tráfico de esclavos negros desde Africa, iniciado cuarenta años antes.

Culturas precolombinas

A su llegada al Nuevo Mundo los conquistadores encontraron un mosaico de culturas. Desde el punto de vista de su evolución social, en los pueblos americanos se podían diferenciar tres niveles: sociedades estructuradas sobre la división de clases, con la existencia de un Estado (incas y aztecas); sociedades de clase con un Estado en formación (mayas) y sociedades en la etapa de comunidad primitiva, sin clases ni Estado (por ejemplo, los mapuche).

Incas, aztecas y mayas habían desarrollado elevadas culturas y sociedades estables y prósperas. Alejandro Lipschutz escribió a propósito de los mayas: "En tiempo en que la mayor parte de Europa era todavía bárbara y salvaje, cubierta de selva virgen, la región del Yucatán estaba cubierta de ciudades cuyas ruinas nos dejan de más en más estupefactos". Así eran los "bárbaros" a los que vinieron a civilizar los invasores.

¿Por qué fueron derrotadas estas sociedades? No fue, como sostienen algunos, por la superioridad "racial" de los europeos, sino porque los conquistadores tenían mayor habilidad en lo político y, además, poseían una inmensa superioridad en cuanto a las armas.

En lo político, supieron aprovechar las contradicciones entre las tribus dominantes y los pueblos esclavizados por ellas. Esta fue la gran debilidad de esas civilizaciones, las más avanzadas de América precolombina.

En cambio, los mapuche, que no tenían otras tribus sometidas, no pudieron ser vencidos por los conquistadores.
Tanto las civilizaciones como los pueblos que vivían en la etapa de la comunidad primitiva, sufrieron el peso de la superioridad de las armas del invasor que poseían el arcabuz, la ballesta y el caballo. Este y la pólvora, en aquella época, como señaló Fidel Castro, eran "la bomba atómica de hoy".

¿Abordarán estos temas el rey Juan Carlos y el presidente Ricardo Lagos, mientras presencian el 12 de octubre el marcial desfile en Madrid?