El primer número de PF: folleto de 32 páginas en que el periodista Miguel Torres denunciaba la responsabilidad de la Armada en el naufragio del remolque de alta mar "Janequeo". La tragedia costó la vida a 50 marinos.

Por esos años, un grupo de economistas vinculó la nueva teoría del desarrollo elaborada por la naciente Comisión Económica para América Latina, Cepal, con la doctrina democratacristiana. Postularon una redistribución sustancial del ingreso -con políticas coordinadas desde el Estado- y llamaron a un gigantesco esfuerzo de movilización popular que diera paso a nuevas formas de participación que permitieran al pueblo una presencia activa en la arena política.

La utopía democratacristiana se hizo fuerte sobre la base de tres grandes reformas: la "promoción popular" para los "marginales", que consistió en crear una vasta red de organizaciones vecinales que sirvieran de canales de participación para la comunidad y para las autoridades municipales y estatales; una reforma de la legislación sindical, que actuara como incentivo para aumentar los niveles de participación organizada de los trabajadores; y algunas reformas a la Constitución, para posibilitar la iniciativa exclusiva del Ejecutivo para legislar sobre materias claves de política económica.

La idea era clara: si se deseaba avanzar en los cambios sociales y económicos, si se buscaba construir un país realmente democrático, el pueblo debía tener acceso a todas las formas de poder y participar en su ejercicio.

El sueño de la casa blanca

En los inicios de los años 60 Eduardo Frei Montalva se transformó en una renovada esperanza para los pobres de Chile. En Washington creyeron que ese hombre alto, de nariz prominente, podía ser la figura que opacara a Fidel Castro y que su "revolución en libertad" podría ser la alternativa a la revolución cubana.

Salvador Allende había llegado segundo en las elecciones de 1958, a escasa distancia de Alessandri, y el gobierno de Estados Unidos, temeroso de que la Izquierda marxista consiguiera el poder por el camino electoral, decidió redoblar su apoyo al Frente Democrático, que aglutinaba a conservadores, liberales y radicales, otorgando, además, creciente ayuda al PDC. La CIA aportó alrededor de 20 millones de dólares a la campaña de Frei.

En noviembre de 1963, un grupo de alessandristas se aglutinó en el Movimiento Pro Reformas, para intentar convencer a la derecha que la única forma de evitar la llegada del PDC o de la Izquierda al poder era cambiar la Constitución para que el presidente Jorge Alessandri pudiera repostular a la primera magistratura.

Cambian los votantes

Un factor determinante en el crecimiento del PDC en el período 1952-1964 fueron los cambios en la composición y tamaño del electorado. Desde el retorno de la democracia, en 1932, hasta 1949, el número de votantes se duplicó. En los comicios presidenciales de 1952 los inscritos llegaron a un millón cien mil, equivalentes al 18 por ciento de la población. Después de la introducción de la cédula única, en 1958, que reforzó el secreto del voto, el aumento de inscritos fue explosivo. Entre 1961 y 1964 los electores pasaron de 1,8 a 2,9 millones, como resultado del cambio en la ley de elecciones que hizo la inscripción obligatoria.

El PDC ejerció poderosa atracción entre las mujeres y los desposeídos del campo y de las barriadas urbanas, que no formaban parte de las fuerzas socialistas ni comunistas. En esos grupos plantó sus banderas de "la patria joven" y de una "revolución en libertad", en contra de la derecha y de la Izquierda, reuniendo en muy corto tiempo a una formidable fuerza política.

No obstante, al PDC le faltaba una definición relevante. Era la cuestión del sistema comunitario, postulado como forma de organización social que habría de reemplazar las relaciones de propiedad capitalista y como alternativa al socialismo colectivista. Ni en aquellos años, ni después, fue expuesta con aceptable claridad.

Mientras crecía la ola democratacristiana, un grupo de sacerdotes de diversas congregaciones, casi todos provenientes de familias acomodadas, estaba egresando de los seminarios con una nueva concepción de la vida religiosa. Ellos deseaban practicar la pobreza, no sólo como voto sacerdotal junto a la obediencia y castidad, sino en un verdadero apostolado.

Sus contactos con la Juventud Obrero Católica (JOC) los habían hecho muy sensibles a los problemas sociales que enfrentaba el país. Percibieron también que sus posiciones eran compartidas por otros hermanos del clero en todas las latitudes y que sus ideas estaban claramente expuestas en las reuniones preparatorias del Concilio Vaticano II, convocado por el Papa Juan XXIII.

Ellos querían seguir los ejemplos del obispo Manuel Larraín, del padre Alberto Hurtado y de un sacerdote que en el Seminario Pontificio predicaba sobre el apostolado popular, en su calidad de párroco de los campesinos que en esos años habitaban en La Florida. Ese sacerdote era Emilio Tagle Covarrubias, que más tarde llegaría a ser arzobispo de Valparaíso y se transformaría en un paradigma conservador de la Iglesia chilena.

Una fuerza arrolladora

Por doquier crecían las reivindicaciones gremiales, aumentaban las huelgas y movilizaciones y ya se vislumbraba el inicio de una reforma agraria que prometía cambiar la geografía del campo. En septiembre de 1962, el cardenal Raúl Silva Henríquez anunció la entrega a cien familias campesinas de la hacienda Las Pataguas, propiedad de la Iglesia, como un gesto de cooperación a la modernización del agro.

Al mismo tiempo, en Santiago, Concepción y Valparaíso, se multiplicaban las tomas de terrenos y los intentos de los pobres de la ciudades por disponer de una vivienda.
Las elecciones municipales del 7 de abril de 1963 convirtieron al PDC en la primera fuerza política, desplazando a los radicales. La DC obtuvo 452.987 sufragios, el 22,7 por ciento.

En marzo de 1964 murió Oscar Naranjo, diputado socialista por Curicó, y hubo que reemplazarlo a través de una elección complementaria que fue considerada como un anticipo de la presidencial. Ganó el Frente de Acción Popular (Frap) con el 39,2 por ciento, seguido por la coalición de derecha, con 32,5 por ciento y el PDC con 27,7 por ciento. La derecha sintió la respiración de la Izquierda en la nuca. Si mantenía a Julio Durán como candidato, el marxismo llegaría a La Moneda. Entonces decidieron entregar su apoyo a Eduardo Frei.

Así llegó al 4 de septiembre de 1964. El veredicto de las urnas fue aplastante: Eduardo Frei Montalva, 1.409.902 votos (56,09 por ciento), Salvador Allende, 977.902 votos (38,92 por ciento) y Julio Durán, 125.000 votos (4,99 por ciento).
Aún no se acallaban los festejos de los partidarios de la flecha roja, cuando los expertos electorales del PDC iniciaron la discusión sobre el lema que apoyaría la campaña parlamentaria para el 7 de marzo de 1967. Unos defendían la consigna "Un Parlamento para Frei", otros la consideraban poco original y de mal agüero. Un eslogan similar -"Un Parlamento para Ibáñez"- se había convertido años antes en un descalabro histórico.

El 7 de noviembre de 1964 debían estar inscritos los candidatos a las 147 bancas de la Cámara de Diputados y a los 20 sillones senatoriales para reemplazar a los honorables que terminaban sus mandatos.

Los hechos demostrarían que la DC estaba condenada a una oposición sin tregua de sus adversarios del Frap, quienes consideraban que la victoria de Frei se había gestado gracias al apoyo de la derecha y del imperialismo, que vieron en su candidatura una tabla de salvación para sus privilegios. "El Frap ha adoptado la resolución irrevocable de realizar una política de oposición al gobierno del señor Frei, convencido de que éste, por su composición social y sus vínculos con el capitalismo extranjero y la oligarquía financiera, servirá en lo esencial a los intereses de la clase dominante y no a los del pueblo chileno", declararon públicamente.

Por su parte, tanto el Partido Radical como liberales y conservadores pasaron también a integrar la oposición, pero no escatimaron elogios para el nuevo mandatario. Los conservadores hablaban de "nuestro candidato" y prometían que "ahora cooperaremos al resultado de su gestión sin exigencias de ninguna clase".

La derecha se reorganiza

No obstante, fueron el senador liberal Pedro Ibáñez y los diputados conservadores Edmundo Eluchans y Hugo Rosende los que encabezaron la corriente dispuesta a marcar un rápido distanciamiento con el gobierno de Frei. Ello, mientras un creciente número de estudiantes de las escuelas de Economía, Derecho, Agronomía y Construcción Civil de la Universidad Católica manifestó duras críticas a los partidos de derecha, a los que culpaban de haber sido incapaces de levantar un candidato propio. Entre ellos destacaban Jaime Guzmán Errázuriz, Manuel Bezanilla, Jovino Novoa, Sergio Gutiérrez, Arturo Irarrázaval, Alfredo Foster, Raúl Lecaros y Hernán Larraín, líderes del naciente movimiento gremialista.

De cara a las parlamentarias, los cálculos del PDC indicaban que conseguirían unos diez senadores y cerca de 65 diputados, logrando aventajar sin muchas angustias al Frente Democrático y al Frap. Sin embargo, el PDC superó todas sus marcas, captando altas votaciones en bastiones de la derecha y zonas de tradicional mayoría socialista y comunista. La DC obtuvo 13 senadores de 45 y 82 diputados de 147, con 989.626 votos (41,06 por ciento). El partido de Frei eliminó a algunos de sus enemigos de la derecha: Hugo Rosende, Edmundo Eluchans y Javier Echeverría.

Frei actuó con audacia e inteligencia al usar en su beneficio la posibilidad, entregada por la legislatura extraordinaria, de presentar un paquete de proposiciones y proyectos de ley que -según explicó- cambiarían la situación del país a otra muchísimo más próspera: sanearía la administración y recobraría para Chile las riquezas propias como el cobre, la electricidad y los teléfonos.

Cuando se dio cuenta que la mayoría del Congreso rechazaría o dejaría irreconocibles los proyectos, los retiró advirtiendo que había una fórmula para hacerlos efectivos: convertir la elección parlamentaria en un plebiscito. El pueblo debía decidir si estas propuestas serían aprobadas o no.

Cohabitación estrecha

El balance de la derecha fue desolador. En sus antiguos feudos de O’Higgins, Colchagua, Talca, Linares, San Carlos, Chillán, Concepción, Valdivia y Osorno no eligieron ni un diputado liberal o conservador. La DC obtuvo cuatro diputados de seis en O’Higgins; tres de los cuatro de Colchagua; dos de los tres de Curicó; tres de los cinco de Talca y los únicos tres de Valdivia. Una paliza histórica para liberales y conservadores que por décadas campearon en esas zonas.

Los observadores políticos se preguntaron si todos los militantes del partido vencedor seguirían cantando con la misma emoción aquel "Brilla el sol de nuestras juventudes...". Les parecía -y el tiempo les daría razón- que eran demasiadas las corrientes que cohabitaban en el PDC.
La reforma agraria que Frei presentó en los primeros meses de 1965, en un proyecto que implicaba la reforma del artículo 10 de la Constitución sobre el derecho de propiedad, no provocó mayor impacto en la derecha. La única oposición fue de Fiducia, un grupo ultraconservador e integrista que había anidado en los barrios altos de Santiago.

Frei advirtió que "o se hace la reforma agraria de la manera más racional, pero también de la manera más acelerada en este período, o se hará mañana de la manera más irracional e inconveniente para el país. Los que no quieran facilitar en nada esta reforma, mañana no sólo perderán la tierra".

Una declaración de Fiducia publicada en El Mercurio recibió el apoyo del arzobispo de La Serena, Alfredo Cifuentes, el mismo que varios años antes había tratado que se excomulgara a los fundadores de la Falange Nacional. Adhirieron además la Junta Ejecutiva del Partido Conservador y la Sociedad Nacional de Propietarios Urbanos. También se sumaron a las críticas las principales organizaciones patronales como la Sociedad Nacional de Agricultura, Sociedad Nacional de Minería, Sociedad de Fomento Fabril, Cámara Central de Comercio, Unión Social de Empresarios Católicos, Confederación Interamericana de la Producción y el Instituto Chileno de Administración de Empresas.

Católicos observantes como eran casi todos los miembros de estas organizaciones patronales, no sólo manifestaban su desacuerdo con Frei sino también con la jerarquía de la Iglesia que en septiembre de 1962 había dado a conocer una pastoral titulada "El deber social y político en la hora presente", donde instaba a los cristianos a "apoyar cambios institucionales, tales como una auténtica reforma agraria, la reforma de la empresa, reforma tributaria, reforma administrativa y otras similares".

Justamente para oponerse a cada una de estas reformas, la derecha empezó a reorganizarse. Las antiguas discrepancias entre conservadores y liberales se habían diluido en el fragor opositor. Hubo un breve noviazgo antes de verificarse la unión de ambos partidos, en abril de 1966. El paso inmediato fue invitar a sumarse a los nacionalistas de Jorge Prat, que aceptaron gustosos. Nació así el Partido Nacional. Su primer presidente fue Víctor García Garzena, secundado por el pratista Sergio Onofre Jarpa Reyes.

Empiezan las deliberaciones

En julio de 1966 el gobierno llamó a retiro a ocho generales, incluido el comandante en jefe del ejército. Pocas semanas después hizo lo mismo con el comandante en jefe de la Armada. Una semana después, en el tercer piso del Club de la Unión, se realizó un almuerzo en adhesión al almirante Jacobo Neumann. La manifestación la ofreció el almirante en retiro Ronald Mac lntyre y estaban presentes Hugo Zepeda, Jorge Prat y Sergio Onofre Jarpa, entre otros destacados miembros de la derecha.

Mac Intyre dijo que la destitución de Neumann había producido sorpresa y confusión. Pidió que se legislara para que los altos mandos "de las Fuerzas Armadas se retiraran sólo por enfermedad o extrema vejez y que, si se les pedía su renuncia, las causales deberían explicársele al Congreso para que todo el país las conociera". Más tarde, antes del último brindis, los asistentes comentaron con indisimulado entusiasmo las tácticas políticas de Onganía, Castello Branco y otros militares que en Argentina, Brasil, Bolivia y Paraguay dirigían gobiernos castrenses.

Hacia la mitad del mandato de Frei empezaron los tironeos para elegir a los candidatos presidenciales de 1970, pese a que faltaba la elección parlamentaria de 1969. La derecha, nerviosa, miraba hacia la calle Phillips, donde Jorge Alessandri permanecía retirado de la actividad pública. Al otro lado de la cancha, Allende, Pablo Neruda y Rafael Tarud empezaban a tomar posiciones desde la Izquierda.

En el PDC, en medio de discusiones internas que parecían irreconciliables, se hablaba de Radomiro Tomic, Bernardo Leighton y, con menos fuerza, de Patricio Aylwin, como posibles sucesores de Frei. En el partido gobernante convivían dos grandes grupos. Uno que reunía a los más de derecha, a los que llamaban "guatones", y otro integrado por "rebeldes" y "terceristas", a los que denominaban "chascones" por su apariencia descuidada.

Los "chascones" al poder

Salvador Allende se fortalecía como líder popular

El 15 de junio de 1967 se realizó la Junta Nacional del PDC. La cuenta de Aylwin fue aprobada por aclamación y se levantaron dos candidaturas a la presidencia del partido, la de Rafael Agustín Gumucio y la de Jaime Castillo. Gumucio obtuvo la mayoría, aunque sin conseguir los tres quintos exigidos por los estatutos. Pero Castillo pidió que Gumucio fuese elegido por unanimidad. La mesa quedó integrada por Gumucio, Bosco Parra, Alberto Jerez, Julio Silva Solar y Sergio Fernández.

En la primera entrevista que Frei tuvo con la nueva directiva, le expresó: "La elección de ustedes -que en lo personal los estimo mucho- significa la peor derrota para mi gobierno. Ustedes pondrán toda su buena voluntad para entenderse conmigo, y yo les contestaré con la misma reciprocidad. Pero recuerden: terminaremos en franca y ostensible beligerancia".
En las calles, en tanto, las protestas contra el gobierno estadounidense crecían diariamente, al mismo tiempo que la sombra de un conflicto bélico con Argentina se hacía ostensible tras los incidentes en Laguna del Desierto, en la zona fronteriza de Aisén, que habían costado la vida del teniente de Carabineros Hernán Merino Correa.

Aquel año 1967 marcaría el inicio de grandes movilizaciones juveniles en todo el mundo. Los universitarios estadounidenses esgrimían la consigna "Haz el amor, no la guerra" para oponerse a la intervención de su país en Vietnam. Los jóvenes negros, por su parte, exigían derechos y libertades. En América Latina, los movimientos guerrilleros y la imagen del Che Guevara crecían, mientras el Papa Paulo VI, consciente de los cambios que se extendían por el planeta, lanzaba su encíclica Populorum Progressio, que profundizaba la doctrina social de la Iglesia.

En Chile, a fines de abril de 1967, unos 700 universitarios marcharon por la paz bajo una copiosa lluvia, entre el cerro Santa Lucía y el santuario de Maipú. El presidente de la comisión organizadora era Javier Luis Egaña Baraona, un joven de 22 años egresado de Derecho de la Universidad Católica y jefe de la Parroquia Universitaria.

Al promediar el mes de junio de 1967 alumnos de la UC ocuparon la casa central iniciando un movimiento reformista que culminaría con cambios sustanciales, alentando modificaciones similares en otros centros de estudios superiores.
Al mismo tiempo, los radicales decidían girar hacia la Izquierda, aumentando las posibilidades de llegar a La Moneda junto a socialistas y comunistas.

Hacia el sur, en campus universitario de Concepción, un grupo de jóvenes encabezados por Luciano Cruz y Miguel Enríquez, dirigentes del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR, amenaza con destronar a la JDC de la federación de estudiantes.
En octubre, el gobierno democratacristiano prohibió el libro Frei, el Kerensky chileno, escrito por un dirigente brasileño de Fiducia y distribuido en Chile por correspondencia.

Los nuevos bastiones

El historiador Jaime Eyzaguirre invitó un día a un grupo de profesores de la Universidad Católica para formar un centro de estudios que enfrentara al Centro de Estudios de la Realidad Nacional, (Ceren) que había creado el rector Fernando Castillo Velasco y que empezaba a aglutinar a connotados intelectuales de los grupos reformistas, dirigidos por José Joaquín Brunner y Manuel Antonio Garretón.

Eyzaguirre quería contar con un espacio de reflexión a través de una publicación. Veía con temor cómo la UC estaba siendo penetrada por ideas políticas de Izquierda y deseaba crear centros de influencia diferentes. Las reuniones empezaron a hacerse periódicas, pero fueron interrumpidas en septiembre de 1968 por la muerte de Eyzaguirre en un accidente automovilístico. En las semanas siguientes Julio Philippi, que también era profesor de Derecho de la UC, los volvió a reunir y los instó a seguir trabajando juntos.

A fines de 1968 se incorporó un grupo de economistas, entre ellos Pablo Barahona y Emilio Sanfuentes, integrante del Centro de Estudios Socioeconómicos (Cesec), instancia vinculada al grupo económico de Agustín Edwards, dueño de El Mercurio. Las reuniones siguieron efectuándose en distintas casas. Las más frecuentadas eran la de Javier González Echenique, quien luego fuera presidente de la Academia de la Historia, y la de Emilio Sanfuentes. También se citaban en las oficinas del Cicip, centro de estudios donde participaban empresas estadounidenses y chilenas.

En diciembre salió la revista Portada, dirigida por Gonzalo Vial. Sólo cuatro artículos estaban firmados. Eran de Julio Philippi, del constitucionalista Guillermo Bruna, de Jaime Martínez Williams y del empresario Ricardo Claro Valdés.
En el segundo número escribieron con sus firmas Jaime Guzmán, Alejandro Silva Bascuñán y Hugo Tagle. Otro escrito era de Fernando Silva Vargas, más tarde secretario de redacción de El Mercurio. También estaban Mario Urzúa, Víctor Manuel Muñoz, Patricio Prieto y Joaquín Villarino. Todos discípulos de Eyzaguirre, de derecha, católicos practicantes y sin militancia política.

Para entonces el movimiento gremial ya estaba constituido en la Universidad Católica. En las elecciones de la Feuc del 24 de octubre de 1968 los gremialistas consiguieron 2.311 votos contra 2.197 del Movimiento 11 de Agosto, conocido también como Movimiento de la Reforma. Muchos integrantes de la Democracia Cristiana Universitaria votaron aquella vez por los gremialistas y en contra del sector rebelde de la DC.
Chile vivía la peor sequía de su historia. Jóvenes melenudos empezaban a fumar marihuana en el Parque Forestal y otros se enfrentaban a los cadetes de la Escuela Militar en Providencia. Sacerdotes de la denominada Iglesia Joven se tomaban la Catedral de Santiago. El presidente inauguraba la Villa Frei, en Ñuñoa, con más de 3.800 viviendas, y la URSS ocupaba Checoslovaquia provocando encontradas reacciones en los militantes de Izquierda de todo el mundo.

La Corporación de la Reforma Agraria (Cora) anunciaba que 1.200.000 hectáreas habían sido expropiadas y que estaban en funciones 240 asentamientos campesinos. Las tomas y retomas de fundos empezaban a hacerse cotidianas, estremeciendo a los campos chilenos y generando una creciente resistencia de las viejas estructuras terratenientes.

El sueño de Radomiro Tomic

En las elecciones parlamentarias del 2 de marzo de 1969 el PDC redujo su representación en la Cámara de Diputados de 82 a 55 diputados. Sin embargo, aumentó sus senadores de 12 a 20. La nueva cara de la derecha, el Partido Nacional, aumentó sus diputados de ocho a 33, aunque disminuyó los senadores de siete a cinco.

Aún no terminaban los análisis de las elecciones cuando una toma de terrenos en las cercanías de Puerto Montt, en un lugar llamado Pampa Irigoin, concluyó en violentos incidentes. Ocho pobladores murieron y más de 50 resultaron heridos. La JDC y la Democracia Cristiana Universitaria culparon al ministro del Interior, Edmundo Pérez Zujovic. "Este nuevo acto represivo del gobierno no es sino la consecuencia de una política cada vez más alejada y contraria a los intereses populares, que necesita, por tanto, imponerse cada vez con una mayor cuota de autoritarismo...", declararon los jóvenes pidiendo la salida de Pérez Zujovic. Recibieron apoyo de Rafael Agustín Gumucio, Alberto Jerez, Vicente Sota y Julio Silva Solar. La dirección del PDC reaccionó desautorizando la declaración de la JDC y anunció que sus responsables serían pasados al Tribunal de Disciplina.

A mediados de abril de 1969 el PDC inició una nueva Junta Nacional. Tras aprobarse la cuenta de Renán Fuentealba, éste manifestó que el partido debía levantar un programa no capitalista, de apertura hacia la Izquierda en una fórmula de "unidad popular". Luego intervino Radomiro Tomic: "He tratado de definir mi posición ante la elección de 1970 en una fórmula honesta, consecuente y clara: ¡Si no hay unidad popular no habrá candidatura Tomic! Es honesto, porque yo personalmente estoy convencido que sin la participación a fondo de las fuerzas sociales y de las fuerzas políticas capaces de comprometer a las capas profundas del pueblo en un muy duro esfuerzo revolucionario, es imposible dar solución a los mayores problemas de Chile y evitar el desplome institucional a corto plazo".

A su juicio, la tesis del "camino propio" estaba basada en un mito: "el mito de que en 1964 rompimos todos los esquemas y ganamos solos".

El programa de Radomiro Tomic planteaba la utopía del "socialismo comunitario", pero el gobierno de Frei Montalva no había logrado satisfacer las demandas de los sectores populares y el PDC estaba sumergido en una crisis profunda. Surgió entonces, una vez más, la figura de Salvador Allende como el líder popular que encarnaba las aspiraciones de la Izquierda de profundizar los cambios sociales. El proyecto de la Unidad Popular, que levantaron comunistas, socialistas, radicales e independientes de Izquierda, se transformó en una posibilidad real de llegar al gobierno a través de las urnas. Era el socialismo "con sabor a empanadas y vino tinto", que tanto temían la derecha, los sectores conservadores que ya en 1964 habían apoyado financieramente a la candidatura de Frei para cerrar el paso a Salvador Allende, sectores del PDC y, sobre todo, el imperialismo norteamericano.

Frente a la posibilidad de que Allende triunfara, renacieron las conspiraciones y complots que desatarían la violencia en los años siguientes