Luego de una millonaria campaña de ablandamiento y desinformación implementada por la mayoría absoluta de medios de comunicación (manipulación de encuestas incluida), acompañada de una campaña de demolición a los críticos impulsada por los émulos de Faisal, el Congreso ratificó entre gallos y medianoche el APC (alias TLC).

Un Congreso que no representa el nuevo mapa político del país, y congresistas apologistas del TLC que daban el triste espectáculo de leer textos que les habían preparado y que repetían los cansinos argumentos de la campaña previa. Un Congreso pusilánime que recurrió a la nocturnidad para adelantar un debate que no enfrentara la manifestación ciudadana programada ese día.

No quisieron dar ni el debate técnico ni político. Un Congreso que aceptaba “escuelitas” para capacitarlos en las bondades del acuerdo, que llevaban a su recinto algunos “técnicos” para que presenten “estudios” en eventos donde no había gente pero sí medios que levantaban el acontecimiento. En esta última fase no se guardaban las formas invitando algún crítico para debatir. No se continuó el gesto positivo de la etapa previa donde los negociadores del Mincetur participaron en debates plurales en diferentes regiones del país. Cuando el texto final ya se conocía, fueron reemplazados por otros profesionales que cumplieron un intenso itinerario sin contraparte crítica. El debate técnico se paró cuando más lo necesitaba la población

La campaña continuó sistemática siguiendo patrones científicos ya probados en otras latitudes (como Centroamérica): “Si no se firma el TLC se perderán millones de empleos (con cifras que variaban según la radicalidad del vocero), se pierde el ATPDEA y el mercado norteamericano, los beneficios son ampliamente superiores a los costos, los perjudicados son algunos mercantilistas que quieren conservar sus privilegios, los productores afectados efectivamente serán compensados por el Estado y podrán reconvertirse (tres productos), se beneficiarán las pymes y se estimularán cadenas productivas, el desarrollo del Perú depende del TLC y obligará a impulsar la agenda interna correcta”. Aquí no repetiremos argumentos que refutan estas afirmaciones (véase por ejemplo “TLC con EEUU: un balance crítico”).

El debate político, lo dieron diversos gremios empresariales y conductores de programas de comunicación masiva que predicaban la buena nueva del TLC y denostaban de sus críticos. Se afirmaba: No tienen información, hay una carga ideológica, son antiyanquis, quieren alianza con Cuba y Chávez, están anclados en el pasado (previo al muro de Berlín) y quieren cerrar la economía, fracasaron en las elecciones y no tienen representatividad, están financiados del exterior y viven de mantener la pobreza, no tienen alternativa porque no la hay, los costos serán compensados para los pocos perdedores. El nuevo presidente no podrá implementar sus propuestas, como Sierra exportadora

¿Había justificación para esta política de hechos consumados?. La Cumbre Andina Extraordinaria de Quito, solicitó la ampliación del ATPDEA (a pesar de las diversas reticencias del gobierno peruano) y su Secretario General ha hecho gestiones en Washington. Habiendo firmado ya el Ejecutivo, se daban las condiciones para que no se retire el ATPDEA hasta completar el proceso de aprobación en los dos países (en el peor de los casos se devolverían los aranceles pagados como pasó en el tránsito del ATPA al ATPDEA). Pero, además, existe una alta probabilidad de que el Congreso de EEUU recién retome nuestro TLC después de sus elecciones de noviembre. Se podría haber discutido el segundo semestre del año, con el nuevo Congreso.

¿Porqué lo aprobó el APRA? Le debe una explicación al país. Algunos de sus congresistas plantearon, en más de una oportunidad, que era conveniente que el TLC lo discutiera el próximo Congreso, dirigentes máximos de las organizaciones agrarias (militantes apristas) dan una lucha consecuente defendiendo su sector al igual que varios de sus parlamentarios que en diversos temas trabajaron duramente buscando alternativas. No basta decir que se puede renegociar, porque para ello se necesita la aceptación de la contraparte que difícilmente cederá lo mucho que ha conseguido. Tampoco que se puede denunciar el Tratado si no funciona, porque allí sí habrán costos significativos que se podrían haber evitado con una mayor reflexión y debate, ahora.

Se ha cometido un grave error político, porque si se quería aprobar el TLC, igual hubieran tenido mayoría en el nuevo Congreso con la diferencia que se habría podido propiciar un mayor debate (técnico y político) de cara a la población. Lo más grave es que parece no haberse sacado ninguna lección de las recientes elecciones, y se persiste en cerrar los espacios legales y democráticos a los sectores más pobres y excluidos. Por eso, la ratificación del TLC en el Congreso, es una victoria cortoplacista para sus impulsores, que no cierra el tema sino que abre nuevos capítulos del mismo.

En suma ¡una victoria pírrica!