La reelección presidencial permitió que Álvaro Uribe Vélez, el más conservador de los liberales, sea de nuevo el mandatario de los colombianos que acuden a las urnas. Su talante es la excepción comparado con el perfil actual de la mayoría de los gobernantes de América, salvo otros dos devotos rancheros de América del Norte -los presidentes de Estados Unidos y México- quienes a lado y lado del Río Grande predican el evangelio del libre comercio, a tiempo que ofrecen como cura espiritual para la miseria de las multitudes, un patrioterismo vacío y neoconservador.

Uribe es una figura hecha de amor y medios, cuyo ímpetu aguerrido seduce en el ámbito público así como en el privado. Tanto es así, que para no pocos estudiosos, aparece como un líder carismático que doma la mayor crisis nacional de fin de siglo. Pero en realidad el Presidente ha dejado ver en varias ocasiones que detrás de la mágica máscara comunicacional que lo reviste, se esconden algunas serias contradicciones.

Las sombras y la pedagogía del Caguán

“Que nuestro Señor y María Santísima nos ayuden para que esta decisión Democrática sea útil a esta gran patria colombiana”. Álvaro Uribe Vélez. Discurso de la victoria.[1]

Para averiguar los secretos del Presidente acudimos primero a dos testimonios recientes. El del doctor en comunicación, Jaime Bermúdez, a quien Uribe conoció en la Universidad de Harvard, para que vendiera su imagen como presidenciable en dos campañas triunfales. Y el de Lina Moreno, una esposa y filósofa que se niega rotundamente a que la llamen la primera dama.

Ya de salida, Bermúdez aceptó compartir algunas revelaciones ¿Cuál es el secreto del éxito de Uribe?, le pregunta Ricardo Santamaría de Lecturas Dominicales. Le responde Bermúdez que cuatro razones: sudar la camiseta; obtener resultados y victorias tempranas; hablar directamente sobre temas relevantes, y poner la cara donde están los problemas son las condiciones necesarias y suficientes de los triunfos.[2]

Nuestro aprendiz de Goebbels confirma con descaro lacónico que fue bueno que Uribe no debatiera en público, porque “la gente del común sabe que da la cara y responde sobre sus preocupaciones. No creo que la falta de debates hubiera creado confusión en las propuestas”. De este modo, el ganador retuvo la confianza ciega de la mayoría de los electores. ¿Y qué pasó con los principales opositores, Carlos Gaviria y Horacio Serpa? No fueron candidatos con propuestas sino contradictores del presidente. Un Serpa sin credibilidad, y un Carlos Gaviria que creó expectativas, pero quien al final emitió un mensaje ambiguo y vacío de propuestas.

Jaime Bermúdez remata definiendo la sensibilidad política de Uribe Vélez. Aunque el primer problema era el empleo, la gente necesitaba la seguridad, y a partir de la cual Uribe construyó un capital político propio, en cada uno de los rincones del país, y no desde Bogotá como era la tradición.

En verdad, Uribe practicó una contraguerrilla comunicacional mejorando la fallida experiencia de las Farc en San Vicente del Caguán y diseñó la campaña como la larga marcha del campo a la ciudad. Una vez Presidente, institucionalizó la pedagogía ensayada en el Caguán, a través del espacio televisivo confesional de los Consejos Comunitarios de apariencia participativa, pero, en efecto, controlados por él como su único protagonista. La imagen de la ausencia de “Tirofijo” en las primeras negociaciones de paz fue reemplazada en la retina de los televidentes con la omnipresencia abrumadora, infatigable y el estilo microgerente de nuestro mandatario.

La otra cara de la moneda

“Uribe es un personaje muy extraño. Uno de los más extraños que haya conocido en mi vida”. Lina Moreno de Uribe. Semana. Bogotá, Junio 19 de 2006.

Lina Moreno de Uribe ofrece el otro testimonio en el paredón de María Isabel Rueda. Ella recuerda su voto con una anécdota familiar: “Este certificado define mi vida. Si merco para Rionegro, o merco para la casa de Nariño otros cuatro años”. Ella pensaba obtener con el certificado electoral el 5% de descuento prometido por muchos almacenes, y comprar rebajada una nevera para su casa. Aunque la reelección, ella confiesa sorprendida: “Fue un tema que nunca hablé con Uribe y que él no habló conmigo. No tengo ni idea qué pasó ahí”.

Esta nueva práctica inaceptable para las democracias liberales resulta ‘normal’ entre nosotros, con la feliz coincidencia que el ministro estrella, Sabas Pretelt, fue antes el presidente de la Federación Nacional de Comerciantes, Fenalco. Así, el clientelismo instituido avanzó un paso gigante al descubierto con el ‘estímulo’ privado del votante en beneficio de la reelección con nombre propio.

Lina reconoce que su marido “es muy voladito. Yo no voy a negar que es ofuscado y es bravo, pero tiene una cualidad: se le baja el ofusque y no sigue rumiando su rabia y su rencor”. Y también comenta: “nunca me he hecho la pregunta de cuánto influyo en Álvaro…Siempre le digo lo que yo creo”. Pero, cuando María Isabel le pregunta por el momento más difícil, ella se involucra en la decisión del presidente: “Cuando lo del Nogal, sentía que tenía que mirar a la gente a los ojos y decirle: Fallamos”.

Para concluir, ella revela su desacuerdo en muchos temas que no toca por respeto a Uribe; pero, sin embargo, refiere dos relevantes: “la seguridad democrática…Ya no debe ser únicamente un tema militar, sino de cuidar la vida”; y a propósito del sexo, cuando el presidente recomendó a los jóvenes que dejaran el gustico: “Ese no es un tema suyo, usted no es el papá del país”.

Los estudiantes son aves que no se asustan…

“La otra campaña es un pase de lista para ver quiénes están dispuestos a ir contra el poder”. Marcos, el Delegado Zero. La Jornada, México, 2006.

El editorial Actividad en El Ubérrimo, añade otra perla a la comunicación pública, que confirma la neofeudalización del poder en Colombia, cuando El Tiempo se toma la vocería ciudadana: “Después de la laberintitis que lo aquejó, los ciudadanos sabemos agradecerle al presidente que se tome sus buenos días de reposo. Y si descansar consiste para él en levantarse con los gallos, colear terneros, ordeñar vacas, amansar potros y acostarse con las gallinas, magnífico. Ya tendrá que vérselas con otras faunas cuando regrese a su oficina”.

Este editorial contrasta con lo protagonizado por los estudiantes universitarios de la Javeriana y los Andes el pasado 5 de mayo. Ellos quebraron el embrujo de la opinión pública encantada con los éxitos y la propia personalidad del presidente Uribe Vélez. Entonces él descubrió su rostro iracundo y el menosprecio que siente por la deliberación pública con quienes disienten de su estilo de gobernar y del modelo patriarcal que impone en sus actos públicos y privados.

Según cuenta la crónica de Eduardo Álvarez y Julián Zambrano (ver crónica), en un auditorio repleto de estudiantes y profesores Uribe sentenció: “A mi me dijeron que no podía entrar a la U.J. porque aquí había un dominio del comunismo disfrazado”. Y un estudiante respondió el temerario señalamiento de inmediato: ¿Será que el dominio total a que se refiere es total en cuanto no hay unanimismo?”.

Después el presidente siguió comentando: “mis primeros años fueron años de enseñanza marxista y de odio”, y luego añadió: “El terrorismo por más de 40 años ha empeorado al país” Y otro estudiante contestó tales alusiones: “La protesta social sí está surtiendo efecto…nosotros no somos terroristas, somos estudiantes. No es de amigos o enemigos. Aquí la posición es de sacar esto adelante y poder pensar, actuar y decir libremente. Porque lucho por una sociedad sin miedo, por eso es que estamos acá. Porque creemos en la acción colectiva no violenta”.

Por fin, libertad y autoridad se habían transado en un duelo emblemático en un foro público. El presidente en trance de reelegirse había dicho, “La Universidad tiene que ser contestataria…no violenta ni anarquista”, después que un grupo de estudiantes le había gritado en la cara fascista y paramilitar. En este acontecimiento Colombia perdió la inocencia comunicacional, ya no podía ser la misma.

Un mes después, el presidente entró en hibernación campestre en su riquísma hacienda del Ubérrimo, para meditar, rodeado de 300 hombres fuertemente armados, acerca del porvenir de la seguridad que tanto ha pregonado y la esquiva paz por venir.