El feminismo, como matriz de valores democráticos no se debería limitar, como lo hace hoy en día, a apelar por los Derechos de la Mujer. Debería en cambio ir más lejos y propugnar por las condiciones del buen vivir que cada uno defina, contribuyendo a encontrar el sentido perdido en esta sociedad. Un feminismo que se atreva a cambiar los patrones y a ampliar la democracia, extendiendo el concepto de ciudadano en función de él mismo, sería una propuesta liberadora donde tanto hombres y mujeres encontraríamos respuestas.

Hoy en día los estandartes de este ismo en Colombia, están en mora de seducir con un discurso que incluya a más individuos y busque la solidaridad general. Están en mora de saber qué se ha conquistado y qué batallas se han perdido; de lo contrario, estarán condenadas a ser un personaje más del pueblo mediatizado, igual que el santurrón, el irreverente, el roquero, el artista y un montón de personajes más, que como a Juan Valdés, se les puede reemplazar poniéndole la misma vestimenta resultando siempre útil frente a un micrófono. Esto último no es lo grave, lo grave es que puede llegar a ser terriblemente aburrido, porque créanme si el Papa y el gurú del rock pueden serlo, La feminista colombiana también.

En el peor panorama del feminismo, no me sorprendería verle tomar el discurso machista más reposado y volverlo altivo en la voz de una mujer; cayendo en el vicio de surgir en contra de algo, en este caso de los hombres. Ellas desconfían del género masculino y piensan que nosotros tenemos sentimientos menos puros que ellas al atribuirnos un desprecio hacia la mujer y un determinismo sexual. Últimamente me he dado cuenta que a las mujeres “de avanzada” se les aceptan comentarios soeces, del mayor cinismo y altamente ofensivos hacia el género masculino. Caen así en el fundamentalismo, rayan en la mala argumentación, deformando sus fines y traicionándose.

El feminismo reaccionario (diferente de una democracia radical) no va a encontrar conflicto. Hoy en día pelea en la penumbra contra sombras, donde en realidad no hay nadie que se quede a contestar a la riña y simplemente, muy a su pesar, encontrará que a la gente no le interesa unirse ni oponerse. Rezagado desde adentro por exponentes erráticos, no va a hacer que nada pase, y eso es lo que me inquieta, que se vuelvan parte del ritmo de la sin-novedad, agotando nuevos caminos señalados por los que buscan que la democracia se revitalice incorporando a sectores tradicionalmente marginados. A pesar de lo comprensible, y aunque a veces se ha visto como la única opción, crear un ghetto no obedece a una tendencia democrática.

Creo que es bastante machista (quizá un machismo posmoderno), pensar que como las mujeres han sido oprimidas, los que nacimos hombres tenemos que dejar que nos desbaraten moralmente. Los hombres, también nos sentimos solos en este desierto emocional. Se olvida que somos victimas de un sistema histórico, moral, económico e incluso genético. Sería bueno observar que el machismo también agredió a los que estábamos llamados a reproducirlo.

¿Por qué a Florance Thomas le molesta que a los hombres nos guste el fútbol? ¿Y qué si es homo-erótico? No entiendo cual es la exigencia, o cómo el fútbol vulnera los derechos de la mujer por ejemplo. Ahora de hecho pareciera que la igualdad de sexos no es la meta del feminismo, sino una dominación femenina moral, donde nos queda la categoría de “salvajes”, de “seres patéticos” por nuestros divertimentos, a los que además se les quiere anular el sentido y el deseo. Si fueran verdaderas demócratas liberales, en el mejor sentido de la democracia, dejarían que definiéramos nuestra vida buena, no les molestaría cómo la vivimos, nuestro ocio y nuestros ratos libres.