La titubeante democracia de juguete que impera en Perú nos brinda el espectáculo recurrente en que miles de “predestinados” al advenimiento de cada nuevo gobierno, deciden la “generosidad” de otorgar sus sabidurías ofreciéndose para ocupar cargos de todo nivel y responsabilidad. Basta, las más de las veces, poseer un carné partidario y a falta de aquél, ser amigote, cómplice o socio conocido de algún jerarca semi-inteligente pero fautor de cogollos, roscas, candados y toda clase de artificios. Y no hay excepciones, en los que se van del moribundo gobierno de Toledo y los que llegan con la nueva administración del señor García Pérez. Son los sangrones, garrapatas y sayones que denunciaba con ferocidad Manuel González Prada.

Para una buena parte del Perú de los últimos veinte años, la democracia cacareada en los medios y por los de turno en Palacio, se reduce en calentar con posaderas militantes un asiento, sonreír a cualquier secretaria obsequiosa y ¡sobre todo! cobrar cada fin de mes. No interesan los principios de la acción general ideológica o antimperialista del gobierno, lo importante es “llevar el pan a casa”, a cualquier precio y con todas las renuncias y claudicaciones posibles. Para los sangrones, garrapatas y sayones el país no importa, la historia es desdeñable y la ignorancia es ley.

Los grandes mediocres casi siempre se hacen de los puestos ante la pasividad “intelectual” de los inteligentes que lo son tanto que han asumido cantinelas absurdas como el simplismo que a ellos tienen que llamarlos porque se “lo merecen”, olvidando que los audaces, rufianes y hueleguisos carecen de cerebro cultivado pero tienen olfato carroñero y huelen la pitanza a miles de kilómetros. Sé de muchos que ya piensan en dejar sus viviendas allende y aquende los mares para establecerse bajo el paraguas del nuevo gobierno del señor García Pérez. No es culpa de él, pero sí es responsabilidad de quienes permiten esta clase de piruetas para expoliar la caja del Estado.

¿Aceptarían todos los militantes apristas que entren a la administración pública, firmar su renuncia en blanco? Es más ¿estarían dispuestos a publicar su declaración jurada de bienes al entrar por la puerta grande y compararla con aquella que será la de su salida al final de su gestión? En 1946 en la Plaza Manco Cápac, al juramentar Haya de la Torre a los parlamentarios ganadores en las complementarias de ese año, mostró ante el pueblo jubiloso, las renuncias en blanco de aquellos legiferantes. Cierto que ninguno fue ladrón y menos estafador de la fe pública y muchos ya desaparecieron pero limpios y fraternos. ¿Por causa de qué no ahora en el gobierno ad portas del señor García Pérez?

La democracia no es un tema puramente electoral. Es más bien una discusión y un ejercicio que se construye a diario. Si la “democracia” actual sólo favorece a pequeñas cúpulas bancarias y empresariales, entonces, no sirve para nada sino para enriquecer a quienes viven del resto de los peruanos. Entonces, la buena acción de cualquier gobierno, consiste en legitimar una democracia que impulse la máquina económica del país y que las grandes mayorías sean incluidas en esa dinámica nacional y nacionalista, con empresarios, trabajadores y capital local o inversión foránea. Pero, esta fórmula ganadora, sólo se puede hacer con líderes inteligentes. Los burócratas brutos, miopes o de estricta y limitadísima función partidaria, sobran y en realidad le roban al Estado recursos que debían tener mejor uso.

Y esta admonición modesta vale para cualquier régimen o partido que asume el gobierno y pelea por el poder con los grandes núcleos nativos o extranjeros que son los que realmente deciden por dónde camina el país. Pero en eso hay –o debe haber- un componente de dignidad disciplinada y un soporte social de muy ancha base, el pueblo del Perú, y la lucha por la moralidad en la cosa pública y el castigo feroz contra los que delincan. ¡Así sí se hace la democracia! ¡Con sangrones, garrapatas y sayones sólo tenemos cuanto vemos y abominamos!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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