La Comisión de Medios y Arbitrios de la Cámara de Representantes de Estados Unidos postergó el tema del TLC Gringolandia-Perú. Aquí en nuestro país los salmodiadores pagados de dicho trato ocultan que esto podría estar revelando que no hay unanimidad sobre el tema. Más aún, las encuestas prevén cambios de mayoría legiferante en las dos cámaras legislativas norteamericanas y eso tendrá en setiembre y octubre, meses electorales candentes.

¿Por causa de qué no explican los medios de comunicación, los políticos, los tecnócratas, los del gobierno, la verdad de la milanesa? Embutir a la opinión pública con un TLC con Gringolandia ¡hasta por las orejas! so pretexto que si no ocurre, entonces el Perú se incendia con el caos más aterrador, no es sino una estupidez muy mediocre. Frente a la cual, muchísimos callan por ignorancia o porque sus opiniones ya están dulcemente compradas y enfiladas hacia negociados de marca mayor. Esa constante es una de las más graves taras que ostenta la república desde su mismísima fundación.

¿Pretende el anunciado canciller del gobierno aprista, el embajador José García Belaunde, engatusar a la ciudadanía alegando procedimientos de mecánica parlamentaria y afirmar, muy suelto de huesos, que en noviembre sí será ratificado el TLC por los gringos? Carece de seriedad dicha afirmación. Más aún: el próximo titular de Torre Tagle juega con fuego: ¿cómo sabe él la nueva composición política del Congreso norteamericano en la que su opinión, como la del resto del mundo, no importan un bledo? ¿Es éste el profesional de grandes capacidades que anuncia con grandilocuencia Alan García Pérez?

La mediocridad institucional y nivel subterráneo de nuestros políticos en su inmensa mayoría, no tiene porqué ser compartida por el hombre común. ¡Es más, tiene que ser rechazada de manera enérgica! Lo propio con los medios de comunicación sobre los que pesa una responsabilidad institucional cuyo juicio severo tendrá que llegar algún día. Pensar al revés de lo que ellos dicen, no sólo es una forma saludable de ver al Perú, sino también una disciplina útil y no contaminada.

¿Para qué armó el régimen saliente del señor Toledo tanta algazara irresponsable sobre un tema que no tenía ninguna seguridad de ser ratificado como el TLC? ¿Cuánto dinero se gastó en esos viajes y cuál el beneficio objetivo para el país? ¡Nunca un mandatario peruano mostró tan inverosímiles muestras de servidumbre ante un débil mental como es George W. Bush! ¿Cómo explicar el estentóreo fracaso de algo que comenzó mal y se impuso al caballazo sucio de ordenanzas tecnocráticas y crematísticas?

No es casualidad que el intelectual de altísimos quilates y político de honorabilidad mostrada al país durante largos años, Raúl Diez Canseco Terry, promueva, con disfuerzos y mohínes múltiples, que el nuevo gobierno contrate “de lo que sea” a su pariente el fujimorista y vendepatria acreditado Alfredo Ferrero, el ministro del TLC, oficialmente de Comercio Exterior. Tampoco lo es que muchos sinverguenzas aún ministros de la administración Toledo, hagan lo imposible por “venderse” ante Alan García Pérez. En Perú, la cara dura es parte de la currícula y la frivolidad de regalar lo que no es suyo, sino de 26 millones de peruanos, un deporte acendradamente criminal.

Los engaños, silencios e imposturas, orlan al TLC con Gringolandia. Sus fautores merecen latigazos y no puede haber perdón para quienes, prefiriendo parcelas y pequeñeces, han negociado mal tratos económicos que debieran respetar el interés colectivo y el irrenunciable propósito de hacer del Perú un país libre, justo y culto. Por desgracia recurrente, no ha sido así.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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