Las encuestas sobre ganadores y perdedores del bochornoso incidente ante el mundo y los vecinos, gira en torno a un 25 por ciento. Gana Uribe, Gana Samper, gana Pastrana y otro 25 se abstiene o no sabe. Uribe juega con rapidez y realinea sus fichas.

Es probable que “la ruptura del equilibrio” que denuncia Pastrana da cuenta del componente gubernamental no atado por verdaderas alianzas programáticas –como sucede en todas partes- sino en una coalición pegada con puestos y favores, a condición de alinearse con las políticas del Presidente cualquiera que ellas sean. Coalición que se mantiene en la repartija, aunque Samper no estaba en ella. En el establecimiento no hay posturas –o partidos- definidos sobre el futuro del país.

La hazaña política entonces tiene un sentido juguetón. Uribe diría politiquero, aunque esté metido en ello. A Pastrana en el ostracismo tras la aplastante victoria de Uribe fincada sobre el fracaso del Caguán, lo coopta para su gobierno en la embajada máxima en los USA. Así que resulta el gran gestor del Plan Colombia y del TLC. Su relanzamiento presidencial está asegurado; pero una embajada secundaria le es ofrecida a Samper.

Esto significa que Samper no se hunde ni con César Gaviria, ni con Horacio Serpa sino que reaparece como un nuevo aliado de Uribe. Por cierto con más acciones de vieja amistad y antigua militancia. Súmese las propuestas de lograr la unidad liberal en torno al presidente. Entre César Gaviria, Serpa y Samper, el potencial sucesor sería el viejo conmilitón de Uribe: Samper.

No se explica la radicalidad del embajador Pastrana en tirar la toalla y en blandir con furia el proceso 8.000, como si se tratara de decapitar políticamente y de por vida al expresidente Samper. Como su padre Misael contra Rojas Pinilla no duda en usar expedientes bochornosos reclamando la alternación como si aún estuviera vigente el Frente Nacional.

¿El próximo turno lo tiene asegurado?

No por cierto. Su partido aún sufre las fisuras del laureanismo y el ospinismo heredados. Sus propios parciales clamaron al cielo para que no permitiera que el presidente del partido conservador Holguín Sardi continuara dándole primacía en puestos y presupuestos a la bancada laureanista (Alvarista se decía hasta hace poco). Ahora Ministro del Interior, Holguín podría poner sobre la palestra a otros candidatos presidenciales que como Juan Camilo Restrepo, ya han dado sus primeros pasos. Andrés Pastrana entonces no sólo intenta decapitar a Samper, sino que además se pone al frente del partido. Moñona.

La resaca

Como los objetos que deja el mar tras alguna trifulca de olas, queda en las playas colombianas un nuevo equilibrio de puestos y presupuestos que se intercambian sin políticas claras, ni bien definidas. Es el negocio de la marinería sin más rumbo que el botín y los antojos del poder. Trabajar y trabajar es improvisar sobre la marcha para que ese equilibrio no se rompa. Gobernabilidad, gobernabilidad y punto.

Hay impase presupuestal y endeudamiento. Se procede a una nueva reforma tributaria. El TLC tiene perspectivas sombrías. Se procede a una dilación sembrada de promesas vagarosas. La desmovilización de los paramilitares es turbia y el narcotráfico sigue medrando. No se evalúan los resultados si no que se repiten las dosis. Lo único que cuenta de verdad es cómo se va a manejar la próxima reelección. Pura politiquería, sin que nadie analice, proponga o discrepe frente a políticas que ya suenan a fracaso, mientras que se hace ruido enorme con las escaramuzas que aún no han terminado.

Uribe no da más, como le sucediera al presidente López: tras una formidable votación que entonces se llamara “el mandato claro”, y que luego el propio presidente auto calificara su gestión de “chambonería”. Eso es: mucha popularidad y pocas nueces.