El carácter histórico del mito de Antígona bajo una visión tridimensional, ubican o cuestionan al público frente al hecho de la injusticia, la impotencia o la desgracia en que vive quien es señalado culpable por el Poder y la Ley, a través de una enmarañada Justicia que consigue convertir en culpable cuando interesa condenar a un inocente “peligroso” y transforma en héroe o patriota a un asesino, para finalmente ubicarlos donde mejor les conviene, tal como ocurrió en las elecciones presidenciales del 28 de mayo cuando los maestros surgidos por sorteo fueron desplazados por paramilitares desmovilizados, que hicieron de jueces de mesas de votación. Ya no fue necesario ejercer la presión a través de las armas, sino que la hicieron directamente desde las mesas de votación ¡Y mire bien por quien vota paisano!

Pero retomando esta visión de Antígona, escrita y dirigida por Patricia Ariza, encontramos una particular situación del drama humano, que han vivido por ejemplo los desplazados y los sobrevivientes de las masacres perpetradas durante años por el paramilitarismo, y al respecto comentaba Patricia Ariza en un encuentro con estudiantes, que la idea de retomar el mito de Antígona, surge a partir de una reunión con mujeres sobrevivientes de las masacres en Urabá, cuando dos de ellas rescatan de un puesto para-militar, los cadáveres de sus hermanos para enterrarlos.

Mito o realidad, lo diciente del mito de Antígona, en el montaje del Teatro La Candelaria, es el momento que está viviendo Colombia y la desinformación ofrecida por los monopolios de la comunicación, que en gran medida son los responsables de la crisis humanitaria, la corrupción y la impunidad impuesta a traves del miedo; y lo terrible es que el Creonte colombiano consiguió adecuar la Constitución para ser reelegido, y es la razón por la que Antigona hace un llamado a la ciudad (llámese sociedad civil) para que piense en lo que está pasando, y quizás sea en el desdoblamiento de Ismena donde mejor se refleja, el miedo, el dolor y el traumatismo colectivo.