Una reveladora foto de los «restos» del alegado «coche-bomba» tal como se muestran en la sala de audiencias, publicada en el sitio Web Diario Judicial.com. ¿Donde está el mentado «motor de la Trafic»?

El 18 de julio de 1994, pocas horas después de la voladura de la Asociación Mutual Israelita (AMIA), el Vice-presidente de la República [en esa entonces] Ruckauf, que estaba (¿casualmente?) de visita en Washington fue llamado a la sede de Departamento de Estado donde un importante funcionario de éste «le dijo» que el atentado había sido realizado por gente de Hezbollah, con la instigación de Irán y se había utilizado un coche-bomba/conductor suicida.

La «orden» (implícita) era clara: los «culpables» y la «modalidad» ya estaban, ahora había que encontrar «las pruebas».

Y en esa tarea han estado empeñadas a tiempo completo las estructuras administrativas pertinentes del Estado Argentino durante los pasados 10 años de 4 gobiernos distintos y de diversas tendencias, aunque a tenor del desarrollo del juicio oral próximo a culminar, el éxito ha sido escaso.

Es así que el ENCUBRIMIENTO de los atentados AMIA/Embajada se ha convertido en la más inmutable de las razones de estado, en un país en el que sus gobiernos no se caracterizan precisamente por respetar este tipo de cuestiones.

Simultáneamente en Buenos Aires, gente del juzgado de Galeano, policías federales y un falso agente del Mossad (un espía de la SIDE que se hacía pasar por tal, seguro), presionaban!?? a testigos que se restablecían de sus heridas en el Hospital de Clínicas (especialmente a los que estaban cerca de la puerta: el barrendero Alvarez de Manliba, el electricista Joffe y la Sra. Rosa Montano de Barreiro), para que dijeran «que habían visto una Trafic blanca [modelo de auto] en la explosión».

Lo mismo hicieron en los días siguientes con otros de los muchos testigos presenciales, vg. el chofer Villalba, que estaba parado sobre la calle Pasteur, pasando la esquina de Viamonte, mirando hacia Tucumán justamente para detectar la presencia de una Trafic blanca: la del STO porque estaba mal estacionado.

Todos ellos sin excepción se negaron a aceptar tal imposición porque era falsa y aseguraron, a pesar de las amenazas(denunciadas por todos en la sala): que de ninguna manera podría haber habido una Trafic en ese lugar, porque de ser así, ellos necesariamente tendrían que haberla visto.

Esto, declarado esos primeros días, fue mantenido invariable en sus testimoniales bajo juramento en los debates orales 8 años después, y se completó con las declaraciones en el mismo sentido de otros aproximadamente 100 testigos que estaban en la zona en condiciones de ver u oír la inusual trayectoria del presunto engendro explosivo.

¿Cómo hicieron aquellos «interrogadores» precoces (¡y activos!) para saber «de la Trafic blanca» el mismo 18/7, si el trozo de block con el N° que llevó a determinarlo «apareció oficialmente» el 25/7(aunque todavía no se haya podido determinar, por quién, cuándo y donde, fue encontrado), y que de los pocos y desmenuzados restos que se muestran en la sala, «como hallados en el área», era imposible determinar el vehículo al que pertenecían?.

Lamentablemente los que deberían haberse hecho esta pregunta no se la han hecho, siguiendo en la línea de no investigar todo aquello que pudiera acercar a la Verdad.

Esta debe haber sido una de las razones, al menos, por las cuales Galeano y los fiscales, ahora desplazados de la causa, han desobedecido la orden expresa de la Cámara Federal de los jueces: Vigliani, Cattani e Irurzun en 1999, de «realizar una adecuada reconstrucción del escenario de la voladura haciendo participar la mayor cantidad de testigos posible».

Ahora bien, salvo estos «investigadores» con desarrolladas aptitudes adivinatorias, puesto que no sólo «sabían» desde un primer momento que había habido un coche-bomba, sino hasta de que marca y modelo era, todos los otros expertos consultados «esos» primeros días opinaban lo contrario.

Por supuesto que Galeano, los fiscales y las autoridades de AMIA/DAIA, sólo tuvieron en cuenta la «hipótesis» de los «adivinos», descartando a priori cualquier otra. Veamos algunas de «esas» otras:

El 20 de julio de 1994, Clarín en un artículo de pág. 18, dice: ...los terroristas habrían puesto una bomba dentro de la sede judía a través de un edificio vecino. Es posible que hayan colocado otra en la puerta de entrada a la AMIA. Está prácticamente descartada la utilización de un coche bomba (...)
La primera conclusión de los expertos de Gendarmería es que hubo una acción combinada entre una o dos cargas explosivas colocadas en el interior del edificio, en su sector delantero, y otra bomba, que estaba en la puerta principal...
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El comandante retirado de gendarmería, Laborda, declaró en una visita al lugar y ante cámaras de televisión, que no había habido coche-bomba y que la explosión había sido interior. Un año después, contratado por la DAIA cambió de opinión y confeccionó una «pericia» de parte que Galeano dio por verdadera, en la que decía que «el coche-bomba» había entrado en parte dentro del edificio antes de explotar.

El experto en explosivos enviado por el FBI, Charles Hunter, asumió también la explosión interior en los primeros días. Tomando como base de razonamiento, la rotura de la columna del edificio vecino en la medianera que da a Tucumán y la asimetría en la distribución de los escombros. Luego ya en USA, cuando hizo su informe final, se plegó a la teoría oficial del coche-bomba.

El 26 de julio de 1994, La Prensa publicó una crónica en página 6 de Verónica Bonacchi destacada en la zona de la explosión, que decía: Después del mediodía [del 25 julio], hubo otro hallazgo que los movilizó [a los periodistas en el lugar]. Mientras el grupo de rescate [unidad de rescate israelí] juntaba sus materiales y guardaba cuidadosamente los equipos especiales, el general Zeev Livne atravesó el vallado. Y anunció: «Hemos encontrado partes de un auto con un cadáver adentro[?]. Posiblemente sea el suicida que conducía el coche-bomba. Pero no se puede identificar a la víctima porque está completamente destrozada». Los restos del vehículo, con una persona muerta en su interior, habrían aparecido entre los escombros de lo que fuera la entrada de la sede mutual israelí.

Livne especuló una teoría: «Acá había problemas para estacionar pero no para pasar. Pienso que el auto se puso de frente y subió hacia el edificio. Allí explotó. Por eso hay un cráter sobre la vereda y el cordón»....

Al atardecer de ese mismo 25, es decir varias horas después de la declaración de Livne a la prensa, se dio por oficialmente aparecido, «entre los escombros», al trozo de block del motor de la Trafic con su número intacto que condujo a Telleldin.

Ante la carencia de toda otra evidencia de ese «hallazgo» crucial (toda la estructura del juicio oral «descansa» sobre él), porque el acta de secuestro se probó apócrifa en la sala y no hubo ningún otro testigo presencial, se echó mano a la gente de Livne.

El mismo y 2 de sus subordinados, «olvidándose» de lo dicho a la época y de que ellos no habían trabajado entre los escombros el 25/7/94 a la tarde, declararon en la sala que «ellos habían encontrado entre los escombros "el motor de la Trafic" [nombre que se le dio al pequeño trozo de block], al atardecer del 25/7/94, antes de retornar a su país. ¡Bingo!, para la historia oficial"».

En octubre del 1994 entró al expediente «el informe israelí del atentado» que realizó la gente de Livne (el Mossad), que suscribía la hipótesis del coche-bomba, fundándola: «en un ’cráter’ de aproximadamente de 5,5 mts. de diámetro y más de 1 mt. de profundidad[?] que se extendía una parte en la acera y la otra en la calzada».

Punto 7 del citado informe: «El foco de la explosión».
A pesar de que este «hoyo», tamaño pileta de natación (olímpica), sólo pudo existir en la profusa imaginación de los «peritos» israelíes (vg.: no hay 1 sola foto que de cuenta de su presencia), hizo «su camino» en el caso. El comisario bombero López lo incluyó en su «pericia» y los fiscales también lo incorporaron en su requisitoria, al comenzar el Juicio Oral en setiembre de 2001.

En diciembre del 1994 los periodistas Jorge Lanata, Joe Goldman y un nutrido y selecto grupo de colaboradores publicaron el libro «Cortinas de humo», fruto de sus investigaciones «de campo» comenzadas a poco de la voladura (entrevistaron a numerosos testigos y realizaron minuciosos análisis y estudios) donde probaban que la explosión (o explosiones) había(n) ocurrido en el interior del edificio y que lo del coche-bomba/conductor suicida era, justamente, una cortina de humo.

Posteriormente el mismo Lanata manifestó que la publicación del libro le había traido «muchos problemas»(?) por lo cual se arrepentía de haberlo hecho.
Aunque posteriormente en su declaración como testigo en la sala confirmó puntualmente los hallazgos del libro.

La sola duda de la existencia del coche-bomba, es ya prueba concluyente de su inexistencia.
La amplia experiencia mundial (miles de casos) demuestra que nunca la ha habido en ese aspecto. Cuando se ha utilizado esta modalidad terrorista invariablemente ha quedado en el lugar, perfectamente identificable como tal, más del 30 % del vehículo y la mayor parte del resto se recoge en la inmediaciones, y nunca se ha dado que el motor del vehículo se rompa en pequeños trozos.

La Argentina se convertiría así, entre otras «rarezas», en el único país en el mundo en que los coches-bomba («pasó lo mismo» en la Embajada) se desmenuzan al explotar, «evaporándose» en su mayor parte.

Las hechos son contundentes por si mismos y no dejan siquiera resquicio para la duda. Pero fuerzas oscuras y subterráneas están movilizándose activamente ahora, con la interpósita participación de dirigentes de la AMIA/DAIA y la «ayuda» de algunos «políticos» y «periodistas», para evitar por cualquier medio, que el TOF3 dictamine la NO-existencia del coche-bomba.
Que es lo que rigurosamente correspondería de acuerdo a las evidencias obrantes.

La «solución de compromiso», lo máximo que estos señores de las tinieblas esperan obtener para zafar de una segura debacle total y de que el escándalo resultante los «aplaste», resignándose desde ya, a que no va a haber ninguna condena en el juicio, es que el TOF3 no se expida sobre esta cuestión clave para la investigación, alegando:
 1. lo contradictorio de las evidencias; y
 2. que «esa» definición, ya sea en un sentido u en otro, no importa en la determinación de la criminosidad de las conductas sometidas a escrutinio judicial, por tratarse de un aspecto extemporáneo e independiente de estas.

Este articulo fue escrito originalmente el 7 de julio 2004 por el ingeniero argentino José Petrosino.