Ese medio millón de personas que le rindió homenaje en el Salón de Honor del ex Congreso Nacional y más tarde en el cortejo que acompañó su cuerpo hasta el cementerio, demostró que existe en el país un extenso sector ciudadano que aspira a una vida mejor, más justa, digna y segura y que admira y respeta a los que se juegan por conquistarla. En su gran mayoría son personas que se sienten de Izquierda o cercanas a ella, aunque no todas, que son críticas a la actual situación y al modelo neoliberal y aspiran a cambios y transformaciones profundas. Se impone desde ya un análisis a fondo del fenómeno.

La muerte de Gladys Marín provocó una generalizada reacción de pesar, desde el Partido Comunista y la Izquierda, hasta sectores de derecha pasando por la totalidad del arco concertacionista. El presidente del Senado, Hernán Larraín, UDI, concurrió al ex Congreso a dar las condolencias. Joaquín Lavín prefirió no asistir pero hizo declaraciones. Sebastián Piñera, Lily Pérez y otros personeros de derecha hicieron lo propio. Todos destacaron la consecuencia y valentía de la dirigente fallecida. Pareció por un momento que se expandía la inveterada hipocresía del elogio al difunto que en vida fue cuestionado e incluso perseguido.

Estas manifestaciones de la derecha preocuparon a la cadena de El Mercurio. La Segunda, en un editorial, distinguió entre la dedicación desinteresada de Gladys Marín a la “vida pública” y “su adhesión pertinaz a una causa errónea y dañina”. Es evidente, sin embargo, que hubo razones de todo tipo. Entre otras, la simpatía de Gladys y su capacidad de diálogo y acercamiento, que le permitía establecer vínculos cordiales aun con personas muy distantes a sus convicciones e incluso con adversarios. Pesaba también la envergadura de la movilización y la repercusión nacional que alcanzaba.

Hubo hechos propios de la transición que no termina. Duelo oficial por dos días, uno menos que el que el presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle decretó con motivo del fallecimiento del almirante José Toribio Merino. Banderas a media asta en edificios públicos y también en las unidades militares, incluyendo los buques de guerra. Con su qué, El Mercurio publicó en primera página la foto de la bandera a medio izar en la popa de la Esmeralda. El presidente de la República concurriendo al ex Congreso a expresar la pesadumbre suya y del gobierno y cantando con el público parte de La Internacional. En la calle se coreaban consignas contra la impunidad, se exigía justicia y libertad para los presos políticos. Una y otra vez se repetía “el pueblo unido jamás será vencido”.

En la clandestinidad

Gladys Marín se convirtió en líder de los comunistas chilenos en la lucha clandestina contra la dictadura a partir de su regreso, en 1978, dos años después que su esposo, Jorge Muñoz, desapareció junto a la dirección del PC detenida en una casa de la calle Conferencia.

A partir de 1980, la línea de la rebelión popular fue impulsada por la dirección clandestina del PC y miles de hombre y mujeres, especialmente jóvenes, asumieron en ella un papel altamente combativo. Desplegaron crecientes y cada vez más masivas acciones en las poblaciones y en la periferia, creando situaciones que escapaban al control de la policía y el ejército. La rebelión se combinaba con una política de amplio entendimiento de las fuerzas opositoras a la dictadura, que implicaba también extensas movilizaciones de masas. Todo eso abortó, en definitiva.

La presión de Estados Unidos y el temor de la burguesía y la cúpula militar generaron una salida negociada que abrió paso al desarrollo de la Concertación y al triunfo del No en el plebiscito de 1988. Los comunistas quedaron aislados.
A ello se agregó más tarde el derrumbe del campo socialista y de la Unión Soviética. Se mantenía el impacto de la represión brutal que había arrasado con los aparatos internos comunistas entre 1975 y 1976, destruyendo a tres direcciones consecutivas. Eran golpes brutales, como para tumbar al más sólido, organizado y numeroso de los partidos. Eso no sucedió y Gladys Marín fue determinante en esa coyuntura. Con autoridad, entusiasmo y decisión cohesionó las filas partidarias, sofocando conatos de indisciplina y también demandas de mayor apertura. El prestigio de Gladys creció en esos días, cuando emergió de la vida clandestina para convertirse en la conductora real de la organización.

La mujer en la lucha

Gladys Marín fue parte de un fenómeno nuevo en la sociedad chilena, que se aceleró en la dictadura. Las mujeres ocuparon un lugar cada vez más importante. En el trabajo, en la producción, en la familia y en las luchas sociales. Millones debieron buscar trabajo para afrontar la pobreza y la miseria que se extendía con la aplicación fundacional del modelo neoliberal. Miles y miles se convirtieron en jefas de hogar. Miles se incorporaron a la lucha antidictatorial en las organizaciones clandestinas. Cientos tomaron las armas en el FPMR, el MIR y otras organizaciones de combate. Enfrentaron a la dictadura en busca de los detenidos desaparecidos y en la exigencia de justicia y verdad ante la represión. Mujeres como Sola Sierra y Fabiola Letelier se convirtieron en referentes éticos.

Gladys fue expresión descollante de ese fenómeno. Pocas mujeres han llegado a ser las máximas dirigentes de organizaciones revolucionarias comunistas. Pocas en Chile han sido candidatas a la presidencia de la República. Escasísimas son las que vivieron una clandestinidad tan larga y rigurosa que la obligó a separarse de sus hijos durante casi quince años.

Fue tal vez la mujer que demandaba la lucha popular en un momento en que se imponían la desesperanza y la frustración. Llamó en su momento a la lucha armada y no se restó a sus peligros y, más tarde, llamó a los comunistas y a la Izquierda a insertarse en el Chile de la transición en lucha contra la impunidad, por la justicia, por más democracia, trabajo, igualdad y progreso.

Su liderazgo tuvo rasgos distintivos. Uno de ellos fue su compromiso vital con la lucha popular, en un sentido casi físico. Estuvo en primera línea en la calle, en las manifestaciones, en las protestas. No quiso ser dirigente tradicional. Una y otra vez sacó a la calle a la dirección comunista. En la lucha concreta, soportando golpes, chorros de agua, gas lacrimógeno y palos, se ganó el respeto y aprecio de los jóvenes y las mujeres, que la sintieron una de ellos y ellas. Su trabajo fue importante, sin duda, para la escalada de triunfos de los universitarios comunistas y en importantes sectores de trabajadores.

Visión de vida

Otro rasgo singular fue su compromiso con los marginados y discriminados. Tuvo especial preocupación por la lucha del pueblo mapuche y la situación de las otras etnias originarias. Marcó la apertura del PC hacia las minorías sexuales -homosexuales, lesbianas y transexuales-, los enfermos de sida, los inmigrantes, en una decisión sorprendente para un partido relativamente conservador en esas materias. Asimismo, insistió en la apertura hacia lo nuevo, criticando al militante que vive exclusivamente en función de la lucha, dejando de lado comportamientos humanos que deberían potenciarlo de manera integral. Luchó contra los métodos burocráticos y aireó las ideas comunistas buscando soluciones propias, sin modelos ni imitaciones. Hablaba de un “socialismo de mil colores” que deben conquistar los pueblos de la Tierra.

Buscaba un lenguaje diferente y son muchos los textos que trasuntan esa voluntad. Cuando iniciaba la campaña presidencial, en 1999, intervino en un acto en el Teatro Monumental con un discurso cuyo tema central fue que “la sociedad no puede avanzar sin la participación de la mujer”. Dijo entonces: “La vida es hermosa cuando se toma una decisión y se lucha a fondo por ello. Y nuestra decisión es tener una vida sencilla y feliz para todos, con tiempos para conversar, para leer, para reír, para cuidar la naturaleza y, naturalmente, para amar”. Convocó a las mujeres “a trabajar y a luchar sin que nadie nos detenga. Sueltas como hojas al viento, al viento de la justicia, de la democracia y la libertad”. Y concluyó diciendo: “Yo, como candidata de la Izquierda, las llamo a ser mujeres plenas, a sufrir por el dolor ajeno, a ser solidarias y sensibles, a enamorarse todos los días, a ser ágiles y livianas como las mariposas y fieras ante la injusticia”.

Demostró que para los revolucionarios no debe ser indiferente la forma del mensaje. Claridad, franqueza y sencillez fueron cualidades de su discurso. La ayudaba la sonrisa fácil y una buena imagen televisiva. Tuvo siempre inquietud intelectual y ansia de aprender, que la impulsaba a escuchar con atención.

Trasfondo ético

El reconocimiento popular a Gladys Marín superó las expectativas. Una manifestación popular que fue, de alguna manera, la reafirmación de los ideales que orientaron la lucha contra la dictadura: democracia real, libertad y justicia, compromiso con los pobres, igualdad, futuro para los jóvenes. Aparecieron potencialidades que existen en el pueblo y que esperan la ocasión de manifestarse. Un gran lienzo colgado en una reja de los jardines del Congreso proponía un camino: “Rebeldía para luchar, organización para vencer”. Alguien comentó que faltaban dos ideas y tres palabras: “unidad” y “dirección correcta”. Temas que se plantean ahora con renovada intensidad a medida que se acercan definiciones electorales para la Izquierda alternativa.

El gobierno y la Concertación no podrán ignorar las manifestaciones que preocuparon seriamente a la derecha. Arreciará la presión para la eliminación del sistema binominal que impide a la Izquierda el acceso al Parlamento. Y no será fácil para los militares y los tribunales de justicia imponer la impunidad.
En los homenajes a Gladys Marín hubo un profundo trasfondo ético que trasciende militancias y alineaciones: la admiración por la honradez, por la consecuencia en la lucha por las buenas causas, el compromiso con los postergados, los perseguidos y los discriminados, la voluntad de sacrificio a pesar de los riesgos. Virtudes humanas y ciudadanas que siguen siendo admiradas y que generan confianza.

Gladys Marín dedicó su vida a la causa de la liberación humana. No pretendamos santificarla. Destaquemos lo que realmente fue: una de las mayores dirigentes que ha tenido el pueblo chileno

EN SUS PALABRAS

“Allende murió hace 30 años entregando un legado de lucha: que sigamos luchando por la verdad, por la justicia, por el derecho a una vida digna para los trabajadores y sus familias, por la democracia, por el derecho de todos los pueblos a dirigirse por sí mismos”.

“Un movimiento, un partido, no van a hacer los cambios democráticos. Los cambios democráticos los va a hacer el pueblo en su conjunto, donde todos tienen cabida. Saquemos ahora la lección: a construir la unidad más amplia, no sólo del pueblo de Chile, a extender las manos con todos los pueblos latinoamericanos”.

(Plaza de la Constitución, 11 de septiembre, 2003)

“Con este sistema neoliberal la vida gira sobre un eje de injusticia. Hay que cambiarlo y es el momento de recomenzar. Luchemos porque el siglo XXI vea nuevas revoluciones triunfantes y que un socialismo de mil colores sea conquistado en muchos países de la Tierra”.

(Plaza de la Revolución, La Habana, 1º de mayo, 2000)

“En estos tiempos tampoco se podría privilegiar a los partidos sobre los movimientos sociales, con la idea de “vanguardia” o que los militantes de partidos que participan en los movimientos sean “correas de transmisión” de sus partidos. Esos tiempos han pasado, y quienes mantengan esas ideas no hacen sino repetir fracasos, y otros interesadamente insisten en esas caricaturas reaccionarias que nosotros bien conocimos bajo la dictadura. Ni vanguardias ni transmisores, sino juntos y aliados de todos los que aspiran a que otro mundo es posible. No puede haber imposición sino dirección. El partido transformador se hace educando y educándose desde la experiencia de la clase obrera y los variados movimientos sociales, desarrollando la política desde ahí.

Trabajar desde y con la práctica y vivencias de los trabajadores, produciendo con ello la teoría y operando como sistematizador”.

(Foro de Porto Alegre, enero, 2003)

“Pero, ¿qué falta para que la crisis en curso se transforme realmente en oportunidad para los pueblos y las fuerzas alternativas? Lo que entraba la construcción de alternativas a la crisis del capitalismo es ante todo la despolitización, la división, la competencia, la desconfianza, la falta de organización y unidad en torno a proyectos democráticos que enfrenten la política imperialista, la guerra y el neoliberalismo. En suma, el retraso en el desarrollo de la conciencia política”.

(Foro de Porto Alegre, enero, 2003)

CONDOLENCIAS DE FIDEL CASTRO

La Habana, 6 de marzo de 2005

Compañero Guillermo Teillier, secretario general del Partido Comunista de Chile y demás compañeros de la dirección del partido.
Familiares, compañeros y amigos de la compañera Gladys Marín:

Después de participar en numerosas batallas y fructíferos empeños, de no haber sido nunca doblegada por la tiranía ni por el desaliento de muchos, nos arrebata la vida de Gladys Marín una dolorosa enfermedad que ella resistió con un estoicismo que le permitió vivir con la dignidad de siempre los últimos meses de su vida.
Gladys nos deja, y a su vez nos acompañará por siempre, porque con su vida, con sus acciones y sus posiciones de principios, ha dejado una marca imperecedera desde los tiempos en que le tocó vivir.
Ella fue una de las más connotadas luchadoras contra el régimen de Pinochet. Fue una mujer sensible, de mucho coraje, con un compromiso irrenunciable con la justicia social y la causa de los trabajadores por un mundo basado en la dignidad y la solidaridad humanas.
La huella y aliento de Gladys está en todos nosotros y en millones de personas en su patria y en todo el mundo, que admiraban en ella la calidad de su liderazgo, su optimismo y su espíritu de lucha.
José Martí dijo que la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida. Este es el caso, ciertamente, de nuestra muy querida amiga y compañera, siempre presente a la hora de hacer el bien.
Ella quiso mucho a Cuba y a nuestra revolución, y con su consecuencia en la lucha se ganó la admiración y el amor de nuestro pueblo, que ahora la llora.
En la confianza de que muchos tomarán sus banderas y multiplicarán sus energías en pro del cambio social y por un mundo mejor, extendemos nuestro más sentido pésame a sus familiares, a sus compañeros del Partido Comunista de Chile y a todo el pueblo chileno.
¡Gloria eterna a la compañera Gladys Marín Millie!
FIDEL CASTRO RUZ