Las razones son evidentes. El ejército -como las otras ramas de las FF.AA. y también Carabineros- es un actor político y, por lo tanto, las opiniones de su máximo jefe son significativas. Por otra parte, dado el grado de autonomía con que se manejan las instituciones armadas, pueden tener connotaciones no necesariamente idénticas a las orientaciones del presidente de la República a través de los ministerios de Relaciones Exteriores y Defensa.

Esquemáticamente, la posición expuesta por el general Cheyre implica:

• una relación privilegiada con Estados Unidos, país al que atribuye una misión ética y dignificadora;

• búsqueda de acuerdos y coordinaciones militares con Argentina y Brasil, con vistas a concordar en el Cono Sur una política de defensa relativamente independiente de Estados Unidos;

• una posición gradualista en torno a la reestructuración de la OEA y el sistema del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR);

• consideración especial de la variable económica.
Analizaremos lo anterior a partir de los textos de las clases magistrales citadas. Por ser idénticas en su parte medular, podemos entenderlas como un solo texto representativo. Las contrastaremos con la doctrina que orienta la política exterior norteamericana, explicitada por el presidente de Estados Unidos, George W. Bush, en el documento titulado “Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos” (septiembre de 2002).

Papel de EE.UU. en la región

Expone Cheyre:

“En la región, el país del norte mantiene una presencia importante, pero ambigua. En efecto, la demostración más clara fue su política de ‘abandono benigno’ de la década del 70. A su vez, el comportamiento de la potencia en el conflicto de Las Malvinas, donde privilegió su alianza europea en detrimento de su obligación como miembro pleno de la OEA y principal garante del TIAR, demuestra la existencia de prioridades a las que siempre se encontrará expuesto. Por lo señalado, el rediseño de una arquitectura de seguridad no puede desconocer la importancia de Estados Unidos y su indiscutible ‘papel preponderante en el área’. Sin embargo, con la misma fuerza se deben hacer concordantes los intereses de dicha potencia y la visión de los Estados directamente involucrados. En tal sentido, la simple aceptación de un esquema que pretenda ‘amarrar’ el nuevo sistema a un ambiente multilateral, propio del concepto de ‘seguridad colectiva’ o a una visión restringida de ‘seguridad cooperativa’, pareciera simplificar y premeditar una solución que teniendo importantes elementos valederos, puede ser incompleta para consensuar un adecuado esquema de seguridad que dé origen a verdaderos acuerdos, organizaciones y marco jurídico concordante con la realidad imperante. Hay que decirlo, la superpotencia como nunca tiene una responsabilidad en los asuntos mundiales, que va más allá de su mero poder militar. Esta la concebimos como el gran imperativo ético para establecer un orden de paz para la libertad. Es una tarea de tal envergadura, que pareciera que nadie, y menos un país como Chile, puede sustraerse al desafío que ello conlleva”.

En cuanto a la forma de plasmar el entendimiento, el general Cheyre piensa en una OEA renovada que se plantea identidad de intereses estratégicos con Estados Unidos, “la única superpotencia”. Al mismo tiempo, un entendimiento con Argentina y Brasil, posibilidad que no queda excluida por el entendimiento con Estados Unidos. Aventura que el desarrollo más probable de las FF.AA. en la región consistirá en “que serán organizadas, entrenadas, equipadas y educadas para la cooperación y la disuasión”.

Continúa:

“El papel gravitante de Estados Unidos constituye una presencia que tendría dos opciones en sus relaciones con nuestra región: ejercer solo y ‘a solas’ la influencia que su inmenso poder le otorga; o buscar con Latinoamérica una asociación o comunidad de Estados, pero con una OEA más activa y moderna, dirigiendo los asuntos hemisféricos a través de establecer una identidad de intereses estratégicos con la única superpotencia. Esta segunda opción no excluye la posibilidad, inicialmente, de una asociación del mismo tipo, pero restringida a un grupo determinado de países (Argentina, Brasil y Chile). La mayoría de las FF.AA. latinoamericanas se encuentra todavía en función de los requerimientos de la guerra fría; es imperioso que adquieran el carácter de móviles, flexibles, capacitadas para ser desplegadas y permanecer en el campo de batalla”.

Contexto explicativo

Bosqueja Cheyre un panorama poco novedoso. Su visión más descriptiva que analítica le sirve para establecer “premisas básicas” de las que deriva conclusiones. Constata que el término de la guerra fría significa la desaparición del enemigo común y la justificación de la defensa colectiva. Los peligros actuales son distintos, pero el conflicto, con diversas expresiones, pervive. La gravitación de Estados Unidos en el continente y el mundo perfila las cosas de una manera específica, que no cierra las posibilidades de entendimientos regionales o subregionales.

Las “premisas básicas” son las siguientes:

 El Estado “motor” ha sido reemplazado por el Estado “engranaje”, vinculante o articulador de relaciones.

 Se han consolidado “tendencias no solamente deseables sino exigibles”, que son: “La democracia como forma de gobierno, la economía abierta -sin restricciones- como modelo imperante, el respeto a los derechos humanos, como obligación para establecer relaciones válidas entre las sociedades; el privilegio de la negociación por sobre la fuerza, la integración y cooperación hacia procesos globalizantes”.

 El tercer elemento es el unipolarismo. Sin embargo, deja espacios: “En este nuevo esquema -señala Cheyre- en apariencia ordenado, hegemónico y uniforme, surgen nuevas expresiones que en los hechos lo reflejan difuso y anárquico, características poco percibidas y menos aprovechadas para ocultar espacios supuestamente exclusivos de la potencia dominante. De allí la necesidad -continúa- de asumir que el unipolarismo no resulta contradictorio con la imperiosa necesidad de que otros Estados fuertes también los ocupen (los espacios, PF). El no hacerlo producirá anarquía, tal vez lo más peligroso de la realidad internacional de hoy”.

 La periferia tiene un papel importante. En ella no todo es ordenado ni corresponde a los códigos de unipolarismo. Esos espacios periféricos -y lo ejemplifica en el Cono Sur- tienen mayores posibilidades de “plantear sus relaciones de seguridad con originalidad”.

 La política ya no puede limitarse a “una visión reduccionista, frente a una preponderancia de variables económicas que pretenden dominar las relaciones de poder”.

 La “asociación” es un modelo deseable y posible. Dentro de ella, una de sus particularidades es que Estados Unidos define las políticas quedando un espacio importante para ser explotado, especialmente por las regiones y subregiones, con vistas al establecimiento de un “régimen internacional vinculante”.

El general Cheyre aspira a un régimen internacional de seguridad, donde los Estados se sometan a reglas universales, iguales y vinculantes.

Política imperial

Teniendo en cuenta que en cualquier planteamiento sobre la situación internacional Estados Unidos ocupa un lugar central, no se deben ignorar los rasgos principales de su política exterior.

En el documento titulado “Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos”, de septiembre de 2002, el presidente George W. Bush definió objetivos políticos, militares y económicos. Citamos pasajes destacados:

“…Estados Unidos aprovechará este momento como oportunidad para extender los beneficios de la libertad al mundo entero. Trabajaremos activamente para llevar la esperanza de democracia, desarrollo, mercados libres y libre comercio a todos los rincones del mundo.

El libre comercio y los mercados libres han demostrado su capacidad para levantar de la pobreza a sociedades enteras. Por lo tanto, Estado Unidos colaborará con países individuales, con regiones enteras y con toda la comunidad del comercio mundial para crear un mundo que comercie en libertad y, por lo tanto, crezca en prosperidad”.

“…No dudaremos en actuar solos, en caso necesario, para ejercer nuestro legítimo derecho a la defensa propia, con medidas preventivas contra esos terroristas, a fin de impedirles causar daño a nuestro pueblo y a nuestro país, y privar a los terroristas de nuevo patrocinio, apoyo y refugio seguro, convenciendo u obligando a los Estados a aceptar sus responsabilidades soberanas”.

“…Cuanto mayor sea la amenaza, mayor es el riesgo de la inacción y más imperiosa la razón para tomar medidas preventivas para defendernos, aunque subsista incertidumbre en cuanto al momento y el lugar del ataque enemigo. Para impedir o evitar tales actos hostiles de nuestros adversarios, Estados Unidos actuará preventivamente si es necesario”.

“…sociedades abiertas al comercio y a las inversiones. Los verdaderos motores del crecimiento económico son el comercio y las inversiones. Incluso si aumenta la ayuda del gobierno, la mayor parte del dinero para el desarrollo debe provenir del comercio, del capital externo y de las inversiones extranjeras. Una estrategia eficaz también debe tratar de expandir esas corrientes. Los mercados libres y el libre comercio son las prioridades claves de nuestra estrategia de seguridad nacional”.

Análisis y crítica

En las formulaciones expuestas por el comandante en jefe del ejército hay elementos de diverso carácter, pero lo fundamental es el papel que asigna a Estados Unidos, país que -según reconoce- se guía por sus propios intereses.
La mirada del general Cheyre sobre Estados Unidos es, por una parte, reduccionista y por otra, ingenua. Estados Unidos, con su poderío inigualado, no tiene como objetivo central imponer en todo el mundo la libertad basada en el orden. Lo ha dicho el propio presidente Bush. Para él, los asuntos fundamentales son otros: “Los mercados libres y el libre comercio son las prioridades claves de nuestra estrategia de seguridad nacional”.

Para ese país, libertad y orden son parte de un proyecto mucho más general que persigue, siempre según Bush, llevar la “esperanza de democracia, desarrollo, mercados libres y libre comercio a todos los rincones del mundo”, a través de una política de indiscutibles connotaciones imperiales.
La búsqueda de una asociación estratégica con Estados Unidos, basada en la identidad de propósitos, significa lisa y llanamente aceptar la política imperial y comprometerse a fondo con el neoliberalismo.
Imaginar un régimen internacional de seguridad donde los Estados se someten a reglas universales, iguales y vinculantes, es una apuesta imposible dada la orientación de la política norteamericana. Estados Unidos se coloca por encima del derecho internacional, desde el momento en que anuncia su voluntad de actuar unilateral y preventivamente en caso de peligro. Su posición frente al Tribunal Penal Internacional, el tratado de Kyoto y otras materias semejantes es suficientemente conocida.

Lo concreto: Estados Unidos impulsa un proyecto de dominación mundial que va mucho más allá de lo que el general Cheyre parece dispuesto a reconocer.
En relación con ese objetivo, la superpotencia busca integrar con sus aliados fuerzas de disuasión y cooperación que minimizan bajas y costos. Ese nuevo diseño de fuerzas ha estado presente en el proyecto de modernización que se lleva a cabo en el ejército chileno, como ha dicho el general Cheyre en diversas oportunidades.

Uno de los propósitos principales consiste, en sus palabras, en “incrementar la capacidad de proyección y disuasión mediante una estructura flexible y multifuncional”. En un seminario sobre unidades mecanizadas de 16 de julio de 2003, sostuvo que se ha buscado “implementar una mayor interoperatividad que permitiera desarrollar operaciones conjuntas con otras ramas de las Fuerzas Armadas con capacidad para actuar ante situaciones de crisis, emergencia y catástrofes naturales en el plano nacional como internacional, asimismo interactuar eficientemente con medios de otros países integrando fuerzas multinacionales”. En el mismo sentido destacó las maniobras Tamarugal, las más grandes realizadas con ese carácter en América Latina, organizadas conjuntamente por el ejército de Chile y el comando sur, de Estados Unidos. Por otro lado, el envío de un contingente chileno a Haití, con inusitada prisa una vez que Estados Unidos formalizó su petición de ayuda, evidencia también la distancia entre las declaraciones, los propósitos y el mundo de las realidades, donde imperan las presiones y afinidades ideológicas.

El punto débil del planteamiento del general Juan Emilio Cheyre es que no está sustentado en estudios serios acerca del papel que juega Estados Unidos en el mundo y el continente. Hay una contradicción esencial de los diversos países de América Latina y Estados Unidos, que les impone una condición de subordinados que beneficia sus intereses imperiales.

Señalamos, finalmente, una carencia esencial en el planteamiento del comandante en jefe del ejército, que tiene que ver con la ausencia de una visión latinoamericana -aunque la búsqueda de entendimientos con Argentina y Brasil pudiera tener importante significado positivo-. Una visión latinoamericana que asuma la relación específica que tienen nuestros países con Estados Unidos y que, incluso, pueda visualizar la posibilidad de acciones armadas contra efectivos norteamericanos en ciertas y determinadas coyunturas, en situaciones de conflicto que deberían ser enfrentadas con la movilización de todo el pueblo.