Quienes retomaron la herencia de la causa sobre la “mafia del oro”, que hizo famosos a colegas y funcionarios, tuvieron que acudir a él, que descubrió la veta del caso. Siempre parecía apurado, muy en lo suyo, pero con insospechada paciencia se sentó a traducir la esencia de la maniobra económica. Y con su talento lo logró, como en sus notas. Aunque un poco irascible, era un hombre de consulta y no sólo en asuntos de economía.

Quienes compartieron más de una redacción con él lo recuerdan como gruñón y provocador, incluso hiriente, y como un jefe muy exigente cuando le tocó ese rol.

Nudler no sólo era un referente en lo suyo, y una de las pocas plumas prestigiosas que fueron quedando en Página/12. Prefería seguir trabajando durante las asambleas, lo cual lo distanciaba de algunos compañeros. Lo suyo era individual, pero cuando hubo que poner el cuerpo lo hizo, como ocurrió durante una tanda de despidos en Clarín en 1982.

Nudler tenía cáncer, y a los sinsabores habituales del trabajo se le habían agregado en los últimos tiempos los “retoques” en sus notas, las sugerencias. Hasta que un día se cansó, y escribió un panorama económico en el que puso toda la carne al asador. Él mismo sabía que era mucho, pero quería provocar un hecho. Y se produjo: aquel panorama que cuestionaba la designación de Claudio Moroni en la SIGEN, y hablaba de su relación con el jefe de Gabinete Alberto Fernández, nunca fue publicado. Según explicó el periodista en una entrevista con lavaca.org, escribió un mail en el que relataba haber sido censurado para que los amigos no se preocuparan al ver que no aparecía el panorama, dada su grave enfermedad. “Y al escribir, fue saliendo todo”, explicó.

Nudler decía haber sido censurado porque describió “un acto de grave corrupción”, que en realidad era un “refrito” de varias notas suyas ya aparecidas en Página/12. La respuesta fue un editorial del diario contra el periodista, que la asamblea de trabajadores y la UTPBA repudiaron con firmeza. Ambos respaldaron a un “compañero respetado en el gremio y de una irreprochable honestidad intelectual”, con una “impecable trayectoria y que, como muy pocos, ha alcanzado un indiscutido prestigio entre sus colegas y lectores”. Se desató una vorágine que superó incluso al propio Nudler. Por esos días se quejaba que había quedado tapado el hecho que quiso denunciar.

La asamblea de Página/12 pidió el pronunciamiento de las organizaciones “que dicen defender el derecho a la información y la libertad de prensa”. La Asociación Periodistas estalló en pedazos por las disidencias que tuvieron ante el hecho, ocurrido a fines de octubre de 2004. Nueve meses después, el 27 de julio, su vida se extinguió. Había pasado catorce años en su último trabajo, donde llegó a ser jefe de la sección Economía. Se fue con la tristeza de la duda sobre cuán útil fue haber pateado el tablero.

Nudler no volvió a escribir el panorama de los sábados, y sus notas fueron menguando hasta casi desaparecer. Pero su impronta permanece intacta en la memoria de algunos que tuvieron el privilegio de conocerlo.