Murió a los 69 años, dejando como legado varias bibliotecas, centros de documentación y una obra de medio centenar de libros sobre la historia de Estados Unidos y América Latina; el primero de ellos, “Sandino, general de hombres libres”, publicado en 1955, a los 30 años desde su natal Buenos Aires, que sirvió para que jóvenes nicaragüenses encontraran un fundamento más cabal para su lucha contra la dictadura de Somoza y la creación, en 1961, del Frente Sandinista. Desde ese primer volumen hasta su muerte, mi padre leyó, escribió, investigó, enseñó, amó, peleó y también lloró; esto, ante situaciones históricas dramáticamente extraordinarias, como el golpe de Estado contra Allende en Chile, en 1971, a quien él conocía y admiraba, o bien la masacre de palestinos en Sabra y Chatila, por parte del ejército israelí.

De padre alemán y madre ucraniana, ambos judíos, ambos humildes, él atravesó su vida lidiando con un dolor mayor y aparentemente irresoluble: cómo defender, en su condición de judío, la existencia del Estado de Israel, y deslindarse, a la vez, de ese Estado, conducido por un establishment anexionista y voraz, sin ser acusado por ese mismo estamento -ciertamente laico pero aferrado a un discurso mañosamente religioso- de “servir a la causa antijudía”. No pudo, mi padre, resolver esa ecuación, al menos no sin una gran dosis de vergüenza y de angustia.

Hoy, la nueva ofensiva israelí -llamada con un cinismo extremo “Lluvia de verano”- sobre la martirizada Gaza, y que incluso la Unión Europea ha calificado de desmedida y desproporcionada, vuelve a confirmar la vocación de exterminio con que el Estado de Israel fue implantado en el Medio Oriente medio siglo atrás. No hay excusas para no detener ahora esa ofensiva, máxime cuando hasta el padre del soldado Gilad, secuestrado hace dos semanas por un comando palestino, ha pedido al gobierno israelí, a través de la radio del ejército de Israel, que se negocie la liberación de su hijo mediante un intercambio de prisioneros.

“Estamos decididos a crear un caos entre los palestinos. Saltar de un lugar a otro. Entrar, salir y volver a entrar. Sacaremos el máximo provecho a esta forma de actuar, que consiste en atacar pero sin ocupar”, declaró el comandante de la división Gaza en el ejército israelí, Aviv Kochavi, como si enloquecer, sitiar, perseguir, humillar por hambre y exterminar a un pueblo entero fuera derecho de un Estado.

No pudo mi padre con eso. Con el carácter genocida y expansionista del Estado de Israel. No pudo él. Y yo, tampoco.

# Nota publicada por Diario Milenio, de México, y reproducida por Argenpress.info (http://www.argenpress.info/nota.asp?num=032460)