Las declaraciones del novísimo ministro de Defensa, Allan Wagner Tizón, resaltan hoy, señaladamente en El Comercio, la asistencia de la mandataria chilena Michelle Bachelet al desfile militar en ocasión de la efemérides patria. Como si no fuera un acto protocolar más, se le otorga a ese gesto, más valor del que realmente tiene. ¿Antes no cantó, en La Paz, Hugo Chávez, el himno nacional peruano? Eso se puede entender como un gesto fraternal. Nada más. Muchos sabemos también el himno nacional chileno, sobre todo en su segunda estrofa que habla de los nombres de los valientes soldados, esos que aplastaron a sangre y fuego la resistencia civil democrática en el sur. Pero, nótese, no han pasado ni 48 horas que en su formidable aserción geopolítica, el jefe de Estado Alan García, habló, claro y firme, de la prioridad extraordinaria del eje Perú-Brasil hacia el resto del continente y ya hay un vagido disonante, pero siempre en su propia línea, que pretende opacar o ningunear la rotunda dirección impresa por el jefe de la Nación.

Más aún. Ningún diario o medio de comunicación, no se sabe si por casualidad o cansancio o mediocridad consensuada (verbo prostituido hasta el hartazgo), destaca lo que significa el anuncio de García Pérez al continente: Perú y Brasil, eje latinoamericano con miras al predominio y a la reconquista del Pacífico hacia el mundo, por la unidad latinoamericana y sudamericana y en una patria de libertad con pan. Que esto no signifique gran cosa, o no entienda absolutamente nada porque sus luces siempre fueron fanales de pobrísima potencia intelectual cuanto histórica, es un hecho en Wagner Tizón. Pero se da la flagrante circunstancia que él no es el canciller (a Dios gracias) y en cambio, ostenta, por arte de birlibirloque, la cartera de Defensa, herramienta estratégica en que los exabruptos y babosadas, aceptables para otras piruetas, son ¡absolutamente prohibidas!

¿Necesita Perú de Chile para llegar al Asia en términos de una oferta en servicios portuarios de alta calidad, de exportaciones tradicionales y no tradicionales, a esos mercados? ¡No! Requiere, eso sí, que los armadores chilenos, los hermanos que deseen aprovechar mejor la infraestructura de nuestros próximos megapuertos, con mejores precios y rutas más rentables cuanto que directas, representen superiores perspectivas para sus negocios en los próximos ¡100 años! La complementariedad peruano-chilena confirmará en esas plataformas su virtud y contribuirá a hermanar a dos naciones que demandan enterrar las hachas de la guerra y afianzar los cánticos de paz, con ejemplos reales y sin predominios abusivos de cualquiera de las partes.

De modo que, en adelante, tiene que entenderse que cualquier circunstancia de trabazón con Chile, necesariamente, está atada a la delimitación pendiente de nuestros límites marítimos. Los sureños necesitan gas, el Perú lo tiene. Los australes no tienen agua en el norte y sólo la imaginación puede impedir la construcción de grandes obras de beneficio multinacional. Pero hay requisitos geopolíticos que se inscriben en el respeto a los tratados y el del 3 de junio de 1929 no cumplió sus mandatos estrictos con la traición de noviembre de 1999 que denuncié en mayo del 2005 y que ocasionara una violenta y pizpireta reacción de sectores diplomáticos y militares, ambos traidores y veleidosos cómplices de cuanto ocurrió durante el gobierno delincuencial del nipón Fujimori. Ningún Congreso ha sancionado o revisado ¡y mucho menos, fusilado! a todos los traidores que allí intervinieron. ¡La hora empieza a acercarse!

¿Será lo que hemos visto en las primeras horas, tan obsequioso, tan cultor de la nada y aportador de ceros, con respecto a Chile, lo que ofrezca al país en Defensa, el señor Allan Wagner Tizón? Nada se ha inventado porque su prensa amiga es la que destaca ¡precisamente! lo que venimos diciendo. Entonces, bien vale la pregunta, directa, filuda y sin ambages galanos: ¿Qué defiende Allan Wagner? Todo indica que al Perú ¡de ninguna manera!

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

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