Confiamos que con la actual dirección nacional podamos impulsar las transformaciones y cambios que ayuden a los pueblos latinoamericanos a salir del marasmo en que nos sumieron gobernantes del pasado, y algunos del presente. Afirmamos que buscando alternativas al actual sistema desgobierno mundial, marcado por el neoliberalismo y la exclusión de las mayorías; es que vamos a poder avanzar hacía un futuro más justo donde todos los habitantes del planeta, y sus países, compartan las cargas difíciles que significan un verdadero desarrollo sustentable.
Uno de los aspectos primordiales que implica este nuevo desarrollo, es valorar la óptica ciudadana y ambiental para condicionarlo. Queremos hoy hacer una serie de apreciaciones técnicas, sociales y sobre todo ambientales a la propuesta de instalar una planta de energía nuclear en Venezuela.

No podemos sino comenzar ratificando el derecho que tiene cada país y su pueblo para determinar soberanamente su destino, que es el derecho de autodeterminación reconocido en los tratados internacionales sobre derecho y soberanía que la inmensa mayoría de países del mundo han ratificado. Consideramos necesario para el ejercicio de esa soberanía el respeto a la opinión y decisión del pueblo, al amplio debate democrático y respeto a los derechos humanos para establecer la bitácora de cualquier país. Así los modelos de desarrollo nacional son única decisión de los pueblos y sus gobernantes, sin mayor injerencia, supervisión ni control que la que deba hacer su misma población, respetado por los gobernantes y observado sanamente por el mundo entero. Venezuela es y debe ser por siempre una nación soberana.

Hoy el mundo está urgido de un cambio de las tendencias de consumo mundial, caracterizado por lo contaminante y poco respetuoso de los procesos económicos del mercado internacional, en cualquier escala que se le mire. Destaca el cambio climático y otros males ambientales. También se puede decir que una parte de la comunidad científica y de los innovadores tecnológicos han enseñado alternativas a la forma de vida consumista, en especial a la que se lleva en el norte industrializado, cuya mayor expresión se palpa en los Estados Unidos de Norteamérica.

Y hablando de la utilización pacífica de la energía nuclear, señalamos que la población venezolana debe ser informada concienzudamente de los posibles beneficios que traería, pero sobre todo los riesgos y problemas que genera está vieja tecnología, representante de ese desarrollo voraz que para nada ha considerado aspectos sociales y ambientales a la hora de implementarse.
Las razones de quienes la impulsan en Venezuela, seguramente con el apoyo del lobby nuclear internacional, las respetamos, pero no las compartimos. Nos ocuparemos al contrario de señalar porque no debemos embarcarnos en esta propuesta energética, y de los factores que justifican su utilización reducidísima a algunas aplicaciones médicas y de desarrollo industrial. Pero ratificamos, una propuesta mayor no beneficia más de lo que perjudica a cualquier país.

Primeramente, hay que recordar que la base para la producción de energía nuclear es la minería del uranio en países del sur del planeta. El proceso para la explotación del uranio implica necesariamente destrucción y contaminación de agua y aire, afección a la salud de quienes viven o trabajan en la zona de influencia.
El uranio extraído debe ser enriquecido para su utilización, mediante procesos que implican nuevas formas de contaminación y residuos tóxicos. Hay que señalar que si bien la extracción se realiza en países del sur del planeta, son países del norte industrializado los que controlan su enriquecimiento mediante compañías trasnacionales con capital estatal, las que comercializan el producto utilizado como combustible en las plantas nucleares bajo un monopolio estricto, apoyado por los organismos internacionales.

Luego debemos detenernos en que no se conoce forma ambientalmente sustentable alguna de tratar los residuos nucleares, ni en la producción del uranio enriquecido ni de los residuos radiactivos de las plantas nucleares. Son desechos en extremo peligrosos, ya que el simple contacto con ellos o material expuesto a su radiación genera problemas a la salud, incluso la muerte de cualquier forma de vida. El tiempo durante el cual son peligrosos es superior a 10.000 años.

Donde se depositen estos residuos se corre alto riesgo de contaminar afluentes de agua, tierras y aire. Son desechos que hasta ahora se lanzan al mar, o se llevan clandestinamente a países pobres, para ser enterrados con la afecciones consecuentes a sus habitantes. De más está decir que son prácticas prohibidas e ilegales.
Entre estos residuos se encuentra el plutonio, que es material que puede ser usado en arsenal atómico, posibilitando el desarrollo de armas de este tipo. Una buena razón para quienes en el mundo promueven la carrera armamentística.

Otro aspecto importantísimo a considerar es que ninguna planta es totalmente segura, sin depender del desarrollo tecnológico del país; implica tal cantidad de normas, procedimientos y verificaciones permanentes que el mínimo error, descuido, sabotaje, desgaste no detectado puede llevar a la fuga de radioactividad y afecciones al territorio circundante. Basta recordar los dos más grandes "accidentes" nucleares de la historia: Three Mile Island, Pensilvania, EEUU (1979) y Chernobil, Ucrania (1986). Ha esto podemos sumar plantas ya paralizadas porque dejaron de ser "seguras" en Europa. Son muchos los riesgos que se corren para la población que vive en las cercanías de la planta. Esta "cercanía" puede alcanzar cientos de kilómetros.

Por último, y no por ello lo menos importante, hay que señalar el alto costo económico que implica esta tecnología. El costo de una planta nuclear es prohibitivo, su mantenimiento costosísimo y no representa ahorro en comparación a otras alternativas energéticas. Solo la presión de grupos económicos beneficiados por la "industria" nuclear mantiene la oferta de beneficios en lo que se conoce como el "Lobby" nuclear internacional.
Además las energías limpias, renovables y con tecnologías de ahorro y eficiencia, permiten reducir efectivamente emisiones de dióxido de carbono; entre ellas la solar, la eólica, la hidráulica, biodigestión y otras. Deben los técnicos del gobierno comparar y señalar las opciones mas respetuosas del ambiente, socialmente más responsables y económicamente viables.

En el planeta abandonar el uso de la energía nuclear ha sido falta de voluntad política. No hay ningún problema técnico, energético o económico que lo impida. Los gobernantes deben cambiar su óptica, revisando los verdaderos intereses de sus pueblos. Se puede acá marcar otro distanciamiento de la política del Norte industrializado. Sobre todo esto ya se vienen pronunciando destacadas personalidades que apoyan al Gobierno Nacional y que sin embargo alertan claramente los peligros en un manifiesto difundido por www.venezuelaanlitica.com.
Entonces para Venezuela, cuyo gobierno ha demostrado mayor interés por la gente debemos revisar nuestras opciones. ¿Vale la pena arriesgar tanto y comprometer el futuro de nuestro país en una opción energética que no necesitamos y ante la cual hay alternativas?