Sostuvo ayer la parlamentaria Luciana León que debíase incorporar a los pandilleros a la política y también denunció que los partidos tradicionales no habían dado espacios a los jóvenes. ¿Estará sugiriendo o insinuando, la señorita de marras, que no hay pandilleros en la política actual? Cuando habla de los grupos políticos (a los que llamó tradicionales) y el impedimento de estos a los jóvenes ¿se habrá referido a su propio partido, el Aprista? El noviciado de Luciana es absolutamente patético. Ella es insospechable de tino en sus juveniles 29 años.

Sería de lo más interesante preguntar a Luciana si sabe que gran parte de los constituyentes apristas de 1931 apenas si tenían 29 ó 30 años cuando se peleaba a puño y discurso limpio. La suerte de ser nieta e hija de parlamentarios, de olvidable por mediocre trayectoria, no era entonces un pasaporte en el Apra. ¿De qué juventud están hablando? ¡Precisamente, en esa agrupación fundada por Haya de la Torre, los muchachos adolescentes, practicaban la ceremonia incásica del huarachico para adherirse, después de los 21 años, a las filas mayores! No le haría daño a Luciana rebuscar e indagar, en la presumible biblioteca familiar, algo de aprismo e historia nacional.

No deja de ser interesante, por dinámico y volitivo, que por ley se establezca una porción de gente, más o menos joven, en los concejos municipales. ¡Muy bien! Ello resulta de la lectura lógica de un país en que 75% de la población es menor de 25 años. Pero ¡no hagamos tampoco de un hecho imperativo, una fiesta de ribetes ociosos! El derecho a estar en la política limpia la peleaban las promociones diversas desde que en 1919 las masas universitarias y obreras ingresaron a la política como apostolado con ideas, pantalones y principios rectores de sus vidas por décadas emocionantes.

Gran parte de nuestra esclerosada casta política no da más. Están envilecidos en sus recurrentes taras de respuestas de cajón, recursos oprobiosos, irrespeto consuetudinario a la moral y a los valores y casi todos gozan de un “lugar” en los medios de comunicación que asienten, cómplicemente, con la mediocracia abisal que impone su pezuña en el Perú actual. ¡Es hora, ciertamente, que los viejos se vayan a la tumba y los jóvenes a la obra! Nunca más vivo, más fuerte, más vibrante que hoy el prócer Manuel González Prada.

Y recordemos: “No son muertos los que en la dulce calma la paz disfrutan de la tumba fría, muertos son los que tienen muerta el alma y viven todavía”. Haría bien Luciana, para no pronunciar estridencias impropias a los 29 años, en leer, adiestrarse, compenetrarse con los jóvenes de abajo, con aquellos pata al suelo que no tienen parientes que fleten puestos ni curules, con el patriótico propósito de no sólo parecer joven, sino ejercer ese honor, desde el Congreso, en la lucha diaria, en la protesta cotidiana y en la forja, dura pero hermosa, de una nación madre y no madrastra de sus hijos.

Una pregunta para Luciana: ¿qué más proyectos tiene en cartera o se acabó la despensa? Tiene un compromiso muy serio. No sólo es que ella no cruce los treinta aún, sino que está compelida a contribuir a que el Establo no siga siendo esa usina de desprestigio tan fértil en que se ha convertido el Congreso. ¡También depende de ella! Y pareciera que, si hace lo que debe, esto es, estudiar, en forma y a fondo, la historia social del Perú, la de su partido, de sus prohombres, aplique sus capacidades, si las tiene. Debe entender la legiferante, que no es cuestión de edad sino de clase, voluntad y disciplinada rectitud en la ejecutoria. Amén.

¡Atentos a la historia; las tribunas aplauden lo que suena bien!

¡Ataquemos al poder; el gobierno lo tiene cualquiera!

¡Hay que romper el pacto infame y tácito de hablar a media voz!

hcmujica.blogspot.com