“Nuestras clases dominantes han procurado siempre que los trabajadores no tengan historia, no tengan doctrina, no tengan héroes y mártires. Cada lucha debe empezar de nuevo, separada de
las luchas anteriores: la experiencia colectiva se pierde, las lecciones se olvidan. La historia parece así como propiedad privada cuyos dueños son los dueños de todas las otra cosa”, dijo alguna vez Rodolfo Walsh.
Es en nuestro recuerdo, en donde reivindicamos las acciones de un entrañable compañero. De la mano de su presencia retomamos una lucha aún vigente: una prensa propia, una prensa que deje de ser clandestina.
Porque, ¿cuál es el límite entre lo alternativo y lo clandestino, cuándo la “libertad de prensa” es un eufemismo para nombrar a la “libertad de empresas” de los monopolios multimedia? Pareciera que este cuestionamiento que en la década del ’40 Adorno y Horkheimer ya se planteaban respecto de la Industria Cultural, aún sigue vigente.
En este contexto, es necesario pensar críticamente las posibilidades de una prensa alternativa para oponer resistencia a la invasión hegemónica de los grupos monopolios de esta Industria Cultural. El discurso que da paso a una prensa contrahegemónica tiene sus pilares en el análisis, en la crítica y en la desmanipulación del sujeto, en cambio, la prensa del poder económico, elabora dispositivos contra - analíticos, acrósticos y vacuos.
Los compañeros ausentes siguen propulsando desafíos presentes, desde la clandestinidad nos legaron consignas que abrieron caminos a una prensa alternativa y que hoy, como nunca debemos hacerla propia.
Como trabajadores de prensa alternativa debiéramos continuar nuestro proceso histórico hacia la ruptura de un pensamiento único
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